En las últimas cuarenta y ocho horas el Partido Popular ha fijado
cual va a ser su estrategia de cara a las elecciones generales,
estrategia diseñada por el nuevo jefe de campaña, el diplomático y jefe
de gabinete de la Moncloa Jorge Moragas,-que ha substituido, en la
elaboración de los mensajes, al histórico Pedro Arriola, a punto de
jubilarse- y por el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,
consciente de que puede ganar las elecciones pero que le va a ser muy
difícil gobernar, por la escasa capacidad de pacto de su partido, el PP.
Tanto en el debate parlamentario del martes sobre el rescate griego,
como en la última comparecencia pública del presidente del Gobierno, el
miércoles, en Galicia, su lugar de vacaciones, ha salido a relucir cual
va a ser el sentido de la campaña: pase lo que pase el PSOE, pactará con
Podemos, con partidos nacionalistas y de extrema izquierda para llegar a
la Moncloa y desplazar al Partido Popular. Luego, algunos sus ”
moderados “, con el mismo look que quienes forman parte de Ciudadanos,
incorporados al nuevo equipo de dirección popular, han cargado las
tintas aún más: estaríamos ante un pacto de una especie de Alianza
Bolivariana para terminar con el PP, poniendo en peligro la recuperación
económica y la propia estabilidad del sistema político. O, como ha
dicho el ministro de Asuntos Exteriores, Garcia Margallo, en plan
apocalíptico, “sería una catástrofe de dimensiones bíblicas”.
Una estrategia muy parecida a la que llevó a cabo la candidata
popular a la Alcaldía de Madrid, Esperanza Aguirre, que quiso movilizar
al voto más conservador de su partido, y que, con sus exageraciones,
exabruptos y radicalizaciones, terminó movilizando el voto de la
izquierda, consiguiendo además, una cosa que parecía imposible: quedar
por detrás, en votos, de la candidata a la Comunidad de Madrid, Cristina
Cifuentes, que próximamente la desplazará de la presidencia regional
del Partido Popular.
Un mensaje apelando exclusivamente al miedo, no es bueno. No es bueno
porque es minusvalorar al electorado, porque la esperanza siempre vence
al miedo y porque en la actual situación política los deseos de cambio
tienen más fuerza que las llamadas a la catástrofe. Si hay una gran
diferencia de escaños entre el PP y el PSOE, los socialistas se
equivocarían si optasen por esa fórmula de Frente Amplio, y solamente la
ciudadanía aceptaría otra fórmula, en el caso de que el PP no pudiese
formar gobierno. Una situación que puede producirse si Ciudadanos se
niega a pactar o pone unas condiciones que pasen por entregar la cabeza
de Rajoy y Rajoy se niegue a que se la corten, algo que produciría una
profunda crisis en el partido.
Hasta ahora la situación es de un PP como fuerza más votada, un PSOE
que recupera posiciones, una tendencia a la baja de los partidos
emergentes (especialmente Podemos que, además, está sufriendo una
importante crisis interna por el protagonismo, la ambición y el
caprichoso y prepotente comportamiento de su principal dirigente Pablo
Iglesias, el gran causante de que no haya un pacto de izquierdas ), y
una ligera recuperación de Izquierda Unida. Por eso si el PP dirige
todos sus ataques a Podemos, puede ocurrir lo mismo que pasó en Madrid
cuando Aguirre centró toda su campaña en Manuela Carmena, y en el grupo
de Podemos que le apoyaba para la Alcaldía de Madrid, que al final la
campaña se le volvió en contra.
Es decir, que el nerviosismo y una errónea campaña, pueden al final
beneficiar a un partido como Podemos que no sólo ha tocado techo, sino
que parece haber entrado en una crisis interna por el abandono de sus
señas de identidad, para conseguir, como sea, una importante cuota de
poder. Lo malo, y así lo indican las encuestas, es que el ciudadano se
ha dado cuenta de la falsa metamorfosis… Al final, va a resultar que
quien va a salvar a Podemos va a ser Rajoy y el PP…
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