domingo, 16 de agosto de 2015

Oportunidades de inversión en España / Ramón Tamames *

Ya en pleno verano profundo –con las temperaturas más altas desde que hay registros térmicos en las estaciones meteorológicas—, escribo este artículo a propósito de la conferencia que dicté hoy en la mañana, en la Feria industrial china de ultramar, que se celebra estos días en Shenzhen, a la que fui invitado por el Gobierno de Guandong.

Esa circunscripción provincial china, compone, con sus alrededores, la mayor aglomeración demográfica del planeta, con una población algo mayor de 60 millones de personas; es decir, un equivalente a toda la magnitud demográfica de Italia, en una superficie de sólo una décima parte de ese país mediterráneo y, por consiguiente, con las densidades más altas de toda Asia, y ciudades archimillonarias como Hong Kong, la propia Shenzhen, Guangzhou, y Macao, por no citar sino las cuatro principales.

Debiendo destacarse que Shenzhen, una impresionante ciudad de arquitectura superavanzada, fue la primera zona económica especial de China, promovida para impulsar la economía del país más poblado del planeta, en tiempos de Den Xiaoping, el pequeño timonel, que cambió la faz de la República Popular, pasando del maoísmo igualatorio en la pobreza, al capitalismo de estado y de nuevos empresarios, con sus formidables efectos de crecimiento, y también de mayor desigualdad.

En la conferencia a que estoy refiriéndome, en la que inauguró la jornada sobre España nuestro Cónsul General, Manuel Pombo, Marqués de Casa Pombo, me correspondió hacer una revisión general de nuestra economía a la hora presente. Que es precisamente la materia principal del presente artículo, en lo que es una especie de análisis en busca de una síntesis. Y personalmente dedico este escrito a las hermanas Lidan, que están realizando una actividad extraordinaria para reforzar los lazos económicos y culturales entre China y España, desde su empresa Qimeng, con sede en España, en Barcelona, y en la propia China.

En mi intervención en Shenzhen, comencé recordando que la Unión Europea, integrada actualmente por 28 países –con algo más de 500 millones de habitantes y un PIB comparable al de EE.UU. y China—, sufrió muy considerablemente la crisis económica mundial de 2008 a 2013. Que ya se conoce en la jerga de los economistas como la Gran Recesión (GR), en comparativa histórica con la Gran Depresión (GD) de 1929-39. Aunque las consecuencias económicas y políticas de la GR no han sido tan dramáticas como las de la GD del siglo XX. Debido, sin duda, al mayor grado de cooperación que existe actualmente en una economía mundial altamente globalizada; con instituciones como el G-20, IMF, OECD, WTO, etc.

Para ir superando las dificultades de esa fuerte caída en el ciclo económico de largo plazo, la UE creó nuevas instituciones de ayuda mutua, como los fondos de rescate; para hacer posible la ayuda a los Estados miembros con mayores dificultades. Como fue el caso de Grecia (por tres veces), Portugal, República de Irlanda y Chipre. Con la particularidad de un programa especial de ayuda a España para la reestructuración de su sistema de bancos y sobre todo de cajas de ahorros.

Actualmente, nos encontramos ya en una notoria recuperación económica, que en la Eurozona se sitúa en algo más del 1 por 100 de expansión del PIB global en 2015. Con el caso particular de España, ya en una tendencia de crecer al 4 por 100 en su PIB; lo que convierte al país en el más rápido en recuperación. Después de haber sufrido, especialmente en términos de empleo, por el estallido de las burbujas de la industria de la construcción y de la banca. Lo que explicó el mucho máximo volumen de paro de España dentro de la UE. Y lo que también se traduce, actualmente, en la más rápida creación de empleo de toda la Eurozona.

La recuperación económica española se aprecia hoy en toda una serie de aspectos. Y si hubiera que mencionar los de mayor potencia, cabría citar el aumento del consumo por la referida mejora del empleo, la disminución del precio de los hidrocarburos, el crecimiento de las inversiones nacionales y extranjeras, la expansión de las exportaciones de bienes y servicios (en buena medida por la política de depreciación del euro), la mayor facilidad de obtención de créditos por las nuevas operativas del Banco Central Europeo (BCE), etc.

Esos indudables progresos han permitido que la prima de riesgo haya bajado a niveles ya inferiores a 100 puntos en varias ocasiones, y que los tipos de interés, correlativamente, permitan hoy la emisión de bonos españoles a diez años con tipos muy bajos, del orden del 1,5 por 100. Lo que es reflejo de un reconocimiento de la mejora de la economía española por los mercados de capitales.

En síntesis, puede decirse que el crecimiento español de los últimos años ya no se debe a un sector construcción que llegó a representar el 13 por 100 del PIB (ahora menos del 6), sino que hay que atribuirlo, sobre todo, a la internacionalización de la economía española. Que ha conseguido en los últimos años superávit en su balanza por cuenta corriente de bienes y servicios. Y aunque tal vez aún es demasiado pronto, cabe intuir que el modelo de desarrollo está internacionalizándose de manera decisiva.

Todo lo anterior, se ha producido en el contexto de un mercado mundial en el que todavía EE.UU. no tiene garantizado un crecimiento sostenido, y en el que China está en una fase de desaceleración (slowdown), en la cota del 7/7,5 por 100 de expansión de su PIB. De modo que dentro de la recuperación económica española han influido de manera importante las reformas introducidas en el sistema bancario, en el mercado laboral, y en algunos aspectos de la propia organización de la administración pública. Reformas que deben seguir haciéndose para conseguir una economía más flexible y en mejores condiciones para los emprendedores y las inversiones foráneas.

Hemos hecho, pues, una síntesis de cómo ha evolucionado la economía española en los últimos años, para llegar a la conclusión de que estamos en una fase recuperativa de nuestra estructura económica, con elementos muy alentadores en cuanto a la continuidad de ese proceso. Algo que muchos no aprecian por su miopismo acientífico, o por su pretensión de que el adversario político está perdido en la selva obscura de la recesión y de la crisis. Cuando lo cierto es que la primera ha sido ya superada, y la segunda está siendo ya muy minorada.

(*) Catedrático emérito de Estructura Económica en la Universidad Autónoma de Madrid

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