Los políticos suelen no ver más allá de
sus narices y eso con dificultad. Les ocurre como es fama le sucedió a
Tales de Mileto, solo que este cayó en un pozo por ir mirando las
estrellas mientras que los políticos caen en el pozo porque no ven nada.
Es curioso, quienes se pasan la vida hablando de conquistar el futuro y
de tener una u otra visión, de preparar el porvenir y construir una
sociedad mejor, no ven lo que tienen delante y, por supuesto, actúan en
consecuencia, cayendo en el pozo y no sabiendo salir de él.
Cada
vez que recuerdo a Rajoy diciendo que la Diada de 2012 era una
"algarabía" comprendo que efectivamente, la estupidez humana es
insondable. Ni entonces ni después este genio entendió lo que tenía
delante. Es el tocino mental que exhibía ayer cuando, desabrido,
altanero, insolente, insoportable, se negaba a contestar a las preguntas
de la prensa sobre el Santero Fernández en su Ministerio.
Ahora
alguien, por fin, le ha convencido de que la cuestión catalana es de una
gran envergadura y que debe reaccionar. El tocino mental se ha movido y
ha echado mano de un informe del Consejo de Estado sobre la propuesta
de reforma de la Constitución de 2006, de hace diez años, y lo ha hecho
suyo con espíritu vanguardista. De seguir su impulso hubiera preferido
guiarse por un informe del Consejo de Castilla para la gobernanza del
Reino de mediados del XVIII.
¡La
reforma de la Constitución! Todos tienen ahora proyectos de reforma de
la Carta Magna, como escriben los pedantes, ignorando que, de Magna, la
carta no tiene nada. Si acaso será Parva Carta. Hasta El País que sigue creyéndose conciencia moral de la gente, pero solo es un lamentable remedo de lo que fue, pide una reforma suficiente y aceptable,
de espíritu federalista. Cataluña no pintaba nada y ahora todos quieren
reformar la Constitución para que se quede, porque han caído en el pozo
de su ignorancia y no saben cómo salir.
El
PSOE es el principal afectado de la izquierda por el soberanismo
catalán. La posición hegemónica del PSC en la izquierda en Cataluña, que
llegó a tener dos presidentes de la Generalitat, se ha evaporado y
ahora el partido lucha por sobrevivir, en manos de un Miquel Iceta, cuya
mayor metedura de pata, renunciar expresamente al derecho a decidir, lo
va a condenar a la irrelevancia más absoluta. Esa renuncia tiene un
aroma táctico electoral patente. Pero no es sostenible desde ningún
punto de vista teórico de izquierda. Ninguno. Es de cajón: a los
derechos no se renuncia. Nunca. Solo los sumisos, los vencidos, los
espíritus esclavos lo hacen. La idea de Sánchez de que, poniendo a los
socialistas catalanes poco menos que a bailar sevillanas, ganaría las
elecciones en España ignora que, sin la decisiva aportación de diputados
catalanes a las Cortes, el PSOE no podrá ser mayoría en el congreso.
En
Madrid, el PSOE comienza a dar un espectáculo suicida: las grescas
internas que, al estilo de IU, acabarán con sus expectativas de voto. A
los efectos de las elecciones catalanas esta crisis del chotis es
indiferente porque, guste o no en el PSOE, Cataluña está ya en otro
juego que, por cierto, él no entiende. Pero a los efectos de las
elecciones españolas de noviembre, es decisiva. Los peor que le puede
suceder al PSOE es presentarse a los comicios animado por una gresca
interna en Madrid, como la que tenía IU. Ni IU ni ahora el PSOE parecen
darse cuenta de que la gente no entiende sus trifulcas, ni tiene por
qué. A los combatientes, siempre enabolando dialécticas de estatutos,
reglamentos y librillos de ordenanzas, sus respectivas posiciones las
parecen clarísimas. Para la gente, para los votantes, son
incomprensibles y, en consecuencia, no los votan.
En
el pozo catalán patalea Podemos, embotado por su garrulería dialéctica y
su desconocimiento del mapa de Cataluña, territorio ignorado por no
ajustarse a los parámetros de las grandes marcos teóricos hegemónicos en
el mercado. Errejón decía ayer mismo que en Cataluña había una contienda
triangular: los independentistas, los conservadores (entiéndase, los
unionistas) y ellos. Bueno, no exactamente ellos, sino Catalunya sí que es pot
que son ellos en alianza con otros con los que se niegan a aliarse en
el resto del Estado. Es un planteamiento de "tercera vía" muy curioso:
los independentistas, los inmovilistas y nosotros, que ponemos lo social
por delante y nos ocupamos de los problemas reales de la gente. Se
olvida de la CUP, esa candidatura independentista pero radicalmente
social que, además, lleva en su nombre de unidad popular, precisamente, la fórmula que Podemos ha querido emplear siempre como un shibolet para entrar en procesos de confluencia.
Podemos
fía mucho a las elecciones catalanas. Tratan de salir del pozo. Sus
fortunas en Cataluña parecen problemáticas. Como las de Ciudadanos y más
o menos por las mismas razones. Aparecen inmersos en una candidatura de
contornos difusos, con fenómenos de escisión entre ellos y con un
perfil que no encuentra encaje entre la independencia y la reforma
constitucional para acomodar a Cataluña que predica el PSOE, aunque no
sepa en qué consistirá. Por eso hablan de un derecho a decidir en el
futuro, con un proceso constituyente que no pueden controlar, unas
propuestas muy difíciles de distinguir de las de la monja Forcades. Todo
eso y la existencia de la CUP no dibujan unas perspectivas
resplandecientes para Podemos el 27 de septiembre.
Llegar
a noviembre bajos de ánimos y con la sola expectativa real de obtener
un resultado mediano tirando a bajo, en la tradición anguitiana, para
verse obligado a aliarse con el PSOE, no es un panorama alentador. Si,
además, la alianza ha de darse con un partido comido por las rencillas
internas y un correspondiente resultado electoral malo, queda por
preguntarse si estos partidos realmente llegan a noviembre con alguna
esperanza de impedir que esta derecha desgobierne el país cuatro años
más.
Y les extraña que los soberanistas catalanes quieran marcharse.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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