Cuando digo por ahí que estoy
colaborando con Ahora en Común, ese llamamiento por la confluencia de
todas las fuerzas políticas y sociales del cambio, me encuentro con
gente que cree que me paso el día escribiéndole cartas a Pablo Iglesias,
para convencerlo de que se vuelva a ajuntar con el resto de la
pandilla.
Yo no tengo nada en contra de que las cúpulas de todos
los partidos reformadores aparquen sus (creo que ridículas) diferencias y
empiecen a trabajar para construir una única candidatura de cambio. Me
emocionaría ver a Teresa Rodríguez y a Beiras compartiendo espacio con,
no sé, Íñigo Errejón, Juantxo López de Uralde o Mónica Oltra, a Garzón
con Ada Colau, a Kichi con Rosa Martínez, etcétera etcétera. Un acuerdo
así podría, es obvio, ganar las elecciones de noviembre. Pero nuestra
tarea no es esa. Nuestro objetivo no es cocinar ninguna sopa de
despachos.
Nuestros interlocutores no están en las alturas. Hace
un par de días le preguntaron a Manuela Carmena a quién apoyaría en las
próximas generales, y tuvo que responder que ella, de política, «no
sabía». Dentro de su ayuntamiento, que es probablemente el buque
insignia de la confluencia en el país, hay concejales a favor y en
contra de Ahora en Común, y como resultado, la regidora de la capital no
puede manifestar su posición. Ese silencio, que parte del respeto a la
diversidad interna de Ahora Madrid, es muy loable, pero, como apunta
Hugo Martínez Abarca (eldiario.es, 5/VIII), sin la participación activa
de espacios como ése no habrá cambio posible para nadie, en las próximas
elecciones.
Cuando hablamos de división no nos referimos a la
que separa artificialmente a la dirección de Podemos de la dirección de
IU, nos referimos ante todo a la que mantiene en silencio, y
probablemente atravesando conflictos internos, a los movimientos
sociales de tu barrio, de tu pueblo o tu ciudad, a los espacios de
resistencia de siempre, a las redes de activistas más próximas a ti. Sin
su participación y la tuya no hay nada que hacer. Y exactamente de eso
va Ahora en Común: de volver a vernos como compañeras. Hasta entonces,
vecinas, no se puede. Pero sí, claro que sí, se puede.
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