Cuando el alcalde de Cartagena hizo las
ya famosas declaraciones a la puerta del Hospital de Santa Lucía, junto a
la vicealcaldesa de la ciudad portuaria y los regidores de La Unión y
de Fuente Álamo, expuse en Twitter unas reflexiones acerca de ellas,
mencionando directamente al citado primer edil, pero sin recibir
respuesta alguna por su parte.
En primer lugar hice mención a lo
injusto e insolidario que es el nacionalismo, como ideología que apela
constantemente a la diferencia (en ocasiones ficticia o inventada) para
la consecución de privilegios y otras prebendas. De eso sabemos mucho en
este país. Pero al margen de ese nacionalismo existe otra variante,
mucho más cutre, que es hacerlo en regiones como la de Murcia, en donde
las diferencias directamente son más propias de la individualidad humana
que de otra naturaleza. Por lo que apelar a sentimientos identitarios
en mi Comunidad Autónoma es sumamente absurdo, por mucho que cada uno
pueda o no sentirse orgulloso de su patria chica en el sentido
sentimental sin frentismo hacia otros territorios.
Lo que ocurre
con las declaraciones de Pepe López es que despierta un peligroso
enfrentamiento hacia 'Murcia', de impredecibles consecuencias, pues como
en toda irracionalidad, muchos precisan de un primer líder que dé el
paso, para seguir la cruzada del sinsentido. Pero centrémonos, que me
conozco las malinterpretaciones: Cartagena, y su alcalde, como cualquier
otro municipio de nuestro país, tiene el derecho, y yo diría que la
obligación de reivindicar las mejoras necesarias de los servicios que
reciben sus vecinos. Hasta ahí es lo esperable, y mucho más de un
alcalde que estrena bastón de mando, y pertenece a un partido
independiente.
El problema radica en los argumentos que utiliza para
reclamar mejoras sanitarias al Gobierno regional, no a Murcia, pese a
que él y los suyos, traten de hacer creer que el gobierno que preside la
Región de Murcia es un gobierno de la capital, y no un gobierno de la
Región con sede en la capital, que es muy diferente. En segundo lugar
las formas con las que realiza sus reivindicaciones, de un populismo
rancio, acusando a los políticos de «matar», deseando «incendios en la
Asamblea», y demás elementos desafortunados. Y por último, por lo que
conllevan esas palabras: la incitación al odio y a la crispación entre
los ciudadanos de Cartagena frente a otras comarcas de la región.
Dicho esto, conviene recordar nuevamente que Pepe López
es un alcalde que no esconde su defensa de aspectos como la
provincialidad de Cartagena. Lo que sorprende, y quiero centrar el
asunto de este artículo, es en la actitud del PSOE, que no sólo facilita
la gobernabilidad de este alcalde cantonal, sino que ostentará la
alcaldía de Cartagena desde junio de 2017 a junio de 2019 a raíz de
un acuerdo de gobierno conocido como «el pacto del boli». El nombre lo
dice todo. Es decir, que la actual vicealcaldesa de Cartagena, del
Partido Socialista, será alcaldesa de la ciudad próximamente.
Esto
me llevó a pedir ayer al propio secretario general del PSRM, Rafael
González Tovar, que interviniera en este asunto. En primer lugar,
considero que resulta necesario desmarcarse, como socio de gobierno, de
las declaraciones provocadoras, y en segundo lugar, apaciguar los ánimos
de cara al futuro, emprendiendo una tarea de pedagogía que tenga por
objeto construir una Región más unida, más equilibrada y próspera, y no
un conjunto de territorios enfrentados reivindicando a distintas voces
mejoras propias «contra» las de otros.
Pero no espero del PSRM una
respuesta clara en torno a este asunto, ni tampoco del resto de grupos
parlamentarios en la Asamblea Regional, habida cuenta de las
declaraciones del recién designado (por ellos) senador, Francisco
Oñate, al abogar por la «provincia autonómica» de Cartagena, o la
«predisposición» del presidente Pedro Antonio Sánchez acerca de la
biprovincialidad. Sí es clara, en cambio, la posición de UPyD sobre este
asunto. Esperemos acontecimientos, pero no espero nada bueno, ni sobre
todo, tranquilo.
Responsables de que surjan estas reivindicaciones
regionales y comarcales son los grandes partidos nacionales como PP y
PSOE, con múltiples y en ocasiones contradictorios discursos a lo largo
del país, que consiguen que proliferen los movimientos de carácter
particular como el citado en este artículo, pues han construido un país
desigual, insolidario y con terribles desequilibrios a raíz del modelo
territorial.
Conste que entiendo, y hasta comparto en ocasiones, el
espíritu y motivación en la mayoría de los casos de esos movimientos
regionales o locales, pero no puedo ni mucho menos apoyar, ni quedarme
callado, ante las equivocadas y provocadoras formas cuando se suceden.
Analicemos con rigor y con objetividad los indicadores y las
estadísticas correspondientes, dejemos que los expertos y técnicos
expongan sus valoraciones, y realicemos después las acciones políticas
necesarias, rotundas, firmes, pero responsables. Si no, es la
antipolítica.
(*) Ex concejal de UPyD en el Ayuntamiento de Murcia
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