Lo dice el Tribunal de Cuentas, que no es mala fuente, aunque funciona siempre con un poco de retraso: en 2013, los partidos políticos recibieron donaciones de particulares por 5,9 millones de euros y subvenciones públicas (las que les concedemos todos a la fuerza) por valor de 217 millones de euros.
Además, como si fueran broker de Bolsa, se han endeudado por 206
millones de euros. En términos empresariales, diríamos que tiene un
apalancamiento de casi el 100 por 100. Cualquier analista recomendaría
vender, de inmediato.
Y en cualquier caso, los partidos políticos y los sindicatos no deberían recibir ni un euro de dinero público. Si no, que se les aplique el llamado ‘impuesto’ religioso.
El español que quiere dar dinero al PP o al PSOE o a Podemos, o a CCOO y
UGT, que lo haga desde su base imposible sin que por esto, claro está,
tenga que pagar un extra en su declaración de la renta.
Ahí demostrarían los políticos el parecido real que por su labor
siente la gente.
Aunque con donaciones por menos de 6 millones de euros,
frente a unos presupuestos que multiplican por 25 esa cifra, yo diría
que iban a tener mucho éxito. Desde luego, mucho menos que su denostada
Iglesia católica. Es más, si tuvieran las mismas aportaciones que ésta
(el 0,7% del IRPF), votaríamos a esa formación. Aunque fuera el PP.
Y a políticos y sindicatos ni un euro del erario público que no
decidan los ciudadanos. Como a la Iglesia, que, por cierto, recibe la
mayor parte de su pecunio del cepillo.
(*) Periodista
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