El primer
ministro griego, Alexis Tsipras, ha querido hacer de su necesidad virtud
al anunciar el pasado martes su dimisión y proponer al Presidente de la
República la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas. La
noticia que habría pasado inadvertida hace unos años, se ha convertido
en una cuestión política y económica capital para nuestro país.
En
el ámbito económico, desde que se dudara de la capacidad de
Grecia, e incluso de las instituciones europeas de alcanzar un
acuerdo para salvar a Grecia de la quiebra y el futuro del euro, los
mercados se han visto afectados de una enorme volatilidad.
El
ejemplo más reciente ha sido este martes en que el índice más
representativo la bolsa española ha caído el 1,81 %, por lo que ha
perdido el nivel de los 10.600 puntos. Los analistas, como siempre
después de que hayan sucedido las cosas, interpretan que se ha
debido a las incógnitas que provoca el adelanto de las elecciones
en Grecia, las dudas sobre el efecto que tendrá la previsible subida
de tipos de interés en EEUU, la subida de la cotización del euro y
la importante caída de las materias primas.
En el ámbito
político los analistas consideran que la asunción del primer
ministro heleno en su declaración institucional pidiendo
elecciones anticipadas se va a convertir en la cuestión clave del
debate de Presupuestos Generales del Estado y de la próxima campaña
electoral.
Tsipras ha sido claro. Sus palabras textuales
admiten que: “no conseguimos el acuerdo que queríamos, pero dada la
situación, conseguimos lo mejor posible”. E inmediatamente
después ha pedido al pueblo heleno que se manifieste sobre si
considera que ha negociado bien o no.
Tsipras que dijo que no
pagaría la deuda, que no negociaría con los inversores
internacionales, que no privatizaría el patrimonio heleno,
que impondría sus criterios y que Alemania no decidiría el futuro
de Grecia, ha aceptado todas las exigencias internacionales.
Ha
pagado este martes otro nuevo plazo de su impagable deuda, ha
privatizado siete aeropuertos vendiéndoselos a inversores
alemanes, los organismos internacionales le han fijado los
criterios más duros que hayan impuesto nunca jamás a un país europeo
desde el fin de la Segunda Guerra mundial y no se ha descartado
ninguna de las exigencias impuestas por la canciller alemana,
Angela Merkel.
Está muy bien que Tsipras pida que sea ahora el
pueblo griego quien decida con su voto al líder que deba conducir a
Grecia al camino difícil, pero con esperanza, que se abre y qué
fuerza política negociará mejor la reducción de la deuda helena.
Serán
los griegos quienes decidan. Pero a tenor de los nulos logros
conseguidos durante los menos de 8 meses que ha durado su mandato,
lo que está claro es que una cosa es prometer en la campaña
electoral, y otra muy distinta, los resultados que se obtienen.
Poco
antes de que propusiera la convocatoria de elecciones generales
el primer ministro griego, el primero en denunciar las durísimas
condiciones que ha admitido Alexis Tsipras, ha sido su ex ministro
de economía, Yanis Varufakis, que ha publicado integra su
propuesta. Nada que ver con lo firmado por Grecia.
Pese a ello
Tsipras dice sentirse orgulloso de la negociación de su Gobierno
con los acreedores. Asegura además tener la conciencia tranquila
porque Europa no es la misma después de estos seis meses de
negociaciones.
De toda su intervención televisada, en la
que ha mostrado un insultante bronceado ante los miles de helenos
que han confesado que no podrán irse de vacaciones este año, solo
parece defendible su empeño de que el próximo gobierno siga
luchando contra la corrupción y la evasión fiscal.
(*) Periodista
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