La convocatoria de las elecciones ‘plebiscitarias’ catalanas firmadas
por el todavía presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha provocado que
se entre en un terreno desconocido hasta ahora en Cataluña desde la
Transición. Los dos socios que más tiempo han gobernado desde que se
restaurara el Estatuto de Cataluña han roto y las hostilidades no pueden
ser más abiertas. Convergencia quiere declarar la independencia la
noche misma de la elecciones, el 27-S. Uniò da por hecho que ese día
supondrá la tumba de Artur Mas.
Aunque
alertan de que hasta que lleguen las elecciones vamos a ver días de
euforia con la exaltación de Cataluña, en especial con ocasión de
la celebración del Día Nacional de Cataluña o la Diada.
Porque
analizando tanto los datos públicos como los privados, desde Uniò
se da por hecho que el resultado de las elecciones será muy
negativo para las aspiraciones de Artur Mas. Tienen claro los
demócrata-cristiano catalanes que el President va a utilizar
todos los medios de comunicación que tiene en su mano y más, y toda
la capacidad de presión para poder decantar a la opinión pública
de su lado. No es tarea sencilla para nadie.
Uniò ha
compartido muchos años de poder con Artur Mas y se conocen todos los
medios de presión que puede utilizar una administración. Desde
recortarte la publicidad institucional a retirarte los avales o
los créditos para la reconversión e, incluso, ignorarte a la
hora de anticiparte información, lo que no es una cuestión
baladí.
Pese a ello dan por hecho que Mas tiene perdida la
partida. En el Gobierno y en el Grupo Parlamentario Popular se alegran
abiertamente de la ruptura de Convergencia i Unió. En parte se
atribuyen el mérito debido al cariño con el que han tratado al
líder Josep Antoni Durán i Lleida.
Le han mantenido como
presidente de la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados,
lo que le ha permitido programarse todas las visitas al exterior
que le han parecido oportunas, como presidente de una de las
comisiones más vistosas del Congreso de los Diputados. Los jesuitas
alertan en sus ejercicios espirituales a quienes aspiran a ser
algún día miembro de la orden de que la vanidad del mundo es
infinita.
El PP ha trabajado esta faceta del líder de Unió
hasta el infinito. El mandato del Gobierno era tratarle y apoyar con
cariño todos sus desplazamientos al exterior. Y ha surtido
efecto. Todo lo contrario de lo que ha ocurrido con otra persona en
la que también el Gobierno tenía puestas enormes esperanzas, el
presidente de la patronal CEOE, Juan Rosell, que no habría
conseguido ninguno de los objetivos que se le habrían marcado en
este sentido.
Antiguos altos ejecutivos de la Confederación
Española de Organizaciones Empresariales consideran que el error ha
sido confiar en una persona que tiene menos capacidades de las que
se le remuneran. No es que no lo haya intentado sino que no sirve.
Desde que le admitiera Alfred Molinas en Fomento del Trabajo Catalán
se ha desenvuelto muy bien en esos ámbitos, pero la percepción
desde ámbitos próximos al Gobierno es que en el ‘caso catalán’ su
actuación es manifiestamente mejorable.
En cambio, otro
aspecto que refuerza la confianza de Uniò en el fracaso de Mas se
basa en el reciente sondeo del Centro de Estudios de Opinión, según el
cual, los catalanes partidarios de salidas menos drásticas que la
independencia entre las que se contempla el federalismo, una
autonomía reforzada, e incluso un confederalismo - aunque no se
comprenda muy bien en qué consiste - cuentan con el apoyo del 57%. Es
decir veinte puntos por encima de la opción resueltamente
independentista.
Estos resultados también han llevado a
asegurar a la número dos de los socialistas catalanes, Eva
Granados, que las encuestas apuntan a que mayoritariamente la
ciudadanía catalana no está en ninguno de los frentes, sino en una
tercera vía, en un tercer bloque, en el que se quiere una mejora de
la financiación autonómica y del autogobierno. En ningún caso
se quiere el inmovilismo que representarían para ella el PP y
Ciudadanos, ni una ruptura con el resto del Estado, como plantea Mas.
A
partir de esta semana se ha abierto un nuevo período excepcional en
Cataluña cuya población asistirá por tercera vez en seis años a
unas elecciones autonómicas. Muchos datos apuntan a que Mas no
tenía más remedio que la huida adelante después de su actitud
rupturista con el Estado. Si las previsiones de los sondeos se
cumplen no solo tendrá que abandonar el poder sino hacer frente a sus
responsabilidades. Hoy hay 230.000 catalanes más en extrema
pobreza que cuando llegó al poder. Aunque él se justificará
diciendo que es otro ataque más de las fuerzas inmovilistas del
Estado español.
(*) Periodista
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