lunes, 20 de julio de 2015

Pablo Iglesias no sabe y no contesta / Pablo Sebastián *

Pablo Iglesias anda perdido y confundido ante la proximidad de la gran cita de las elecciones generales y, aunque intuye un cambio paulatino del Régimen de la Transición, da la impresión que desconoce al alcance de lo ocurrido y que tampoco sabe donde estamos ni hacia dónde ir, o como impulsar el cambio que pregona, burlando la atenta vigilancia del centro político español.

Así se deduce de su acción política en los últimos meses y del análisis de coyuntura que acaba de hacer en un artículo publicado en el diario El País bajo el título de ‘Una nueva transición’, donde Iglesias insiste en que Podemos ganará las próximas elecciones generales en contra de lo que anuncian todas las encuestas sobre la intención de voto. La última del diario ABC solo le otorga 41 escaños, lo que no está mal si tenemos en cuenta la corta edad de su partido, pero lo sitúa muy lejos de ser la primera formación política del país.

Máxime después de la ‘pintoresca’ -por llamarle de alguna manera- gestión pública que sus dirigentes locales están haciendo en no pocos Ayuntamientos de España donde Podemos tiene presencia y control, como es el caso del despegue fallido de ‘Ahora Madrid’, convertido en el espejo de un notable fracaso de Podemos en la capital de España que se proyecta sobre el resto del país.

El resumen que Iglesias hace de la Transición española en el citado artículo está plagado de tópicos que abundan en la versión edulcorada de ese tiempo pasado, lo que le conduce a una versión parcial de la realidad que él promete cambiar con lo que llama ‘un proyecto de país para mayorías sociales basado en la regeneración de las instituciones, en la justicia social y en la soberanía’ (mas tópicos) a través de ‘un pacto de convivencia social y territorial que habrá de articularse mediante un proceso constituyente’ con un ‘gran debate social, que haga que en la nueva Transición los protagonistas fundamentales no sean las élites políticas y económicas, sino los ciudadanos’ (sic).

Declaraciones todas ellas generalistas e imprecisas de las que se deduce que Iglesias o no quiere desvelar sus verdaderas intenciones o simplemente que no sabe lo que quiere ni lo pretende hacer, como se aprecia en la permanente rectificación de su programa político del que ahora acaba de suprimir su pretensión del impago y la reestructuración de la deuda pública, a la vista de lo ocurrido con Grecia en la UE.

En el fondo de su discurso lo que falla de una manera estrepitosa es el concepto equivocado que Pablo Iglesias tiene de la Democracia y de las libertades que considera sometidas a posiciones ideológicas de antaño relacionadas con el ‘centralismo democrático’ de la vieja izquierda y el control de la vida pública por el aparato del Estado. Lo que constituye el contrapunto de la versión contraria -y también alejada del ideal de la Democracia- donde los poderes económicos y financieros imponen su ley por encima de la soberanía nacional de los Estados tal y como se ha visto en las consecuencias de la gran crisis financiera de 2008.

Por lo que Podemos representa el paso de un modelo excesivo de un liberalismo sin control a un modelo socialista de la centralización del poder en manos de aparatos públicos y partidistas. Algo que no tiene cabida en la Europa donde vivimos, como lo acaba de demostrar en Grecia su admirado Alexis Tsipras, admitiendo el control de las reglas del juego democrático de la Unión Europea que pretendía despreciar.

Donde sí acertó Iglesias fue en su pretensión de convertir Podemos en un partido ‘transversal’ porque sabe que en el centro de la política está la llave del triunfo electoral. De ahí su empeño en ocultar su verdadero rostro político y su incierto programa porque las clases medias que son las que habitan ese ‘centro sociológico’ y las que sufren los bandazos de los extremos de la política están integradas por personas formadas e informadas a las que resulta muy difícil de engañar, por más que les anime la idea de un ‘cambio político’ o que pretendan castigar la vieja política de los desgastados partidos de la transición, PP y PSOE que hoy están en la fase obligada de su renovación.


(*) Periodista


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