jueves, 2 de julio de 2015

Es la democracia, estúpido / Ginés Vidal Antón *

Parafraseando a Bill Clinton, en su campaña electoral de 1992 contra George H. Bush (padre), en la que resultó elegido Presidente, podríamos utilizar su alegato en el conflicto entre la Unión Europea y Grecia a cuenta de la deuda de esta última.

Haciendo abstracción de los “detalles” que no son menos importantes, me interesa poner el foco en uno de los problemas más importantes que se deducen del conflicto UE-Grecia. Me refiero a la relación entre la hiperglobalización del mundo occidental y dos conceptos que forman parte esencial de la estructura política de nuestras sociedades, a saber, la nación-estado soberano y los niveles de calidad-intensidad de la democracia.

Los problemas de la globalización no son solamente de carácter económico, si no que van más allá de lo económico y trascienden a lo político, “amenazando” con modificar la función de los Estados, tal y como lo conocemos, desde los años posteriores a la II Guerra Mundial. No solamente se está modificando el rol del Estado, si no el mismo significado de la democracia, mediante la cesión de soberanía a instancias supranacionales, sin una clara contrapartida de responsabilidad de los tecnócratas que gobiernan la Unión Europea. Esto podría suponer dejar a un lado la opinión reflejada en las urnas de los ciudadanos que legitiman a sus gobernantes.

Como comenta el semanario The Economist, citado por Antonio Roldán Monés, en un artículo publicado en El País el 10/02/2012, denominado El trilema de Europa: …los líderes Europeos se encuentran atrapados entre tres fuerzas: los mercados de deuda soberana, que amenazan con llevarles a la bancarrota, las instituciones de Bruselas, que se han dotado de nuevos poderes para la supervisión de presupuestos y políticas económicas y el resto de líderes de la unión que con la crisis han perdido el miedo a entrometerse en los asuntos del vecino. Y los ciudadanos, ¿dónde están? Las reivindicaciones de los indignados reflejan también esa frustración: los gobiernos responden cada vez menos a las voces y demandas domésticas (que, no lo olvidemos, son las que los legitiman) y más a exigencias internacionales que a menudo se contraponen a los compromisos domésticos establecidos.

Este choque es exactamente lo que está sucediendo en Grecia. Deberíamos preguntarnos, por tanto, si democracia nacional y globalización son compatibles.Dani Rodrik, en La paradoja de la globalización (2011), analiza el choque entre política e hiperglobalización y dice que: “Cuando la globalización choca con la política nacional, los inversores saben que la política acaba ganando. Se anticipó a lo que está ocurriendo en Grecia.

La globalización producida en Europa occidental está produciendo paradojas como la que sucede mientras que defendemos nuestra soberanía nacional, al mismo tiempo, estamos firmando tratados de libre comercio y de movimiento de capitales poco debatidos y poco transparentes, habitualmente. Queremos ser independientes en la definición de políticas sociales y/o económicas, cuando estar dentro de la zona euro supone una indudable pérdida de soberanía por los compromisos adquiridos.

El Gobierno griego, en una reacción tendente a reafirmar la soberanía nacional, convoca un referéndum para que los ciudadanos de su país manifiesten su acuerdo o no con el plan de financiación de la deuda europea. Es decir, mientras que los tecnócratas europeos reclaman su deuda, el gobierno griego, en última instancia, se ha visto obligado a apelar a los “viejos” conceptos nacionalistas.

¿Quién se impondrá? ¿La soberanía nacional? ¿La estabilidad presupuestaria globalizada? En mi opinión, debería imponerse una democracia global como forma de ejercer la política, desde el punto de vista de los valores éticos, en una Europa rendida a los mercados. El problema es que no existe un modelo experimentado de cómo hacer funcionar una democracia transnacional como es la UE y el que esta en uso son conocidas sus dificultades para un funcionamiento engrasado.

Hoy por hoy se manifiestan más incompatibilidades entre globalización y soberanía nacional que avances en lo que se ha denominado “más Europa”. Las repercusiones de la crisis en las economías nacionales, el futuro referéndum sobre la salida o no del Reino Unido de Europa, solo ayuda a “distraernos” del objetivo de globalizar la democracia y el establecimiento de mecanismo de legitimidad y responsabilización de los representantes en la Unión Europea.

En mi opinión, la legitimidad política de los gobernantes europeos no alcanza la de los gobernantes nacionales ya que solo han sido elegidos directamente de manera parcial y además no existen suficientes mecanismos de control democrático y de responsabilidad en las instituciones europeas, no siendo permisible la afirmación dada por un dirigente europeo en relación con la convocatoria de referéndum por el gobierno griego, de que son asuntos muy complejos para someterlos a la opinión de los ciudadanos.

Esto no supone que el referéndum griego vaya a solucionar nada. Un referéndum no reglado supone una cierta manifestación de debilidad del gobierno griego en el sentido de no sentirse legitimado para tomar decisiones en la disyuntiva en la que se encuentran y lo más probable es que parta en dos a la ciudadanía griega y no suponga una solución práctica al problema planteado, pero

¿Será posible en el futuro compatibilizar globalización y democracia, conociendo la diversidad de enfoques e interés nacionales existentes? Hay todavía un largo camino a recorrer en Europa en la dirección de democratizar la gobernanza global.

No obstante hay otra pregunta que me hago: El camino de la gobernanza global, ¿es el camino?. Cuando las decisiones de política económica, en un contexto de crisis, han sido y son eminentemente nacionales hay muchas tentaciones para salirse del camino global, lo que hace dudar respecto al futuro modelo de Estado transnacional en el vivan nuestros nietos, aunque debemos ser optimistas en que el camino, en Europa, hay que recorrerlo juntos o no habrá camino.

(*) Economista

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este economista no merece mucho credito. Es el proncipal responsable del regalo de los terrenos de la nueva condomina por los que Samper recibio en plusvalias cientos de veces lo que pago.