sábado, 11 de julio de 2015

Carta abierta a Palinuro / Ramón Cotarelo *

Desde que te has hecho tan famoso, Palinuro, es difícil hablar a solas contigo. Tengo que aprovechar estos viejos usos de las "cartas abiertas" para conseguir tu atención, distraída por las furias, las pasiones y quisicosas del momento.

No te hablaré de lo que, a mi juicio, haces bien. Suficientes enemigos tienes que ya se encargan de evidenciarlo a base de copiar tus juicios y propuestas sin citarte. Prefiero concentrarme en tus deficiencias, que son importantes y conozco muy bien. No en balde somos el uno doble del otro.

Arremetes con frecuencia contra la derecha impresentable que desgobierna este país, pero no eres suficientemente incisivo ni contundente y, como no será por miedo a que los psicópatas del ministerio del Interior te apliquen esa Ley Mordaza que se han sacado de sus enfermas mentes, será a causa de tu natural comedido, fuera de lugar aquí. Sigues incurriendo en el error de tomar a estos bárbaros como gente civilizada respetuosa de las reglas de la sociedad. Eres un pánfilo. 
 
El Tribunal Constitucional, una cuchipanda de carcundas y militantes del partido del gobierno, acaba de reconocer como "derecho a la objeción de conciencia", el atropello y la agresión de un farmacéutico a una clienta al negarse a despacharle la píldora del día después. Que las convicciones de una secta de peligrosos fanáticos del Opus Dei tenga que ser norma de obligado cumplimiento y la misma posibilidad de que los miembros de esta secta sean magistrados del Tribunal Constitucional demuestran que este país sigue en la Edad Media y que sus tribunales siguen siendo los de la Inquisición.
 
Igualmente sería justo que incidieras más en la naturaleza cleptocrática del gobierno. Ya sé que llamas sobresueldos a su presidente, pero no es bastante. Deberías insistir más en el carácter neofranquista de esta banda de corruptos que se han inventado un partido más parecido a una partida de asaltacaminos para esquilmar el erario. El neofranquismo va emparejado con la arrogancia y la estupidez más acrisoladas y, si alguna duda cabe, ahí están Casado y Hernando que en nada desmerecen de Cospedal y Floriano en punto a imbecilidad consumada.
 
No basta con hablar del nacionalcatolicismo. Debe resaltarse que España ha vuelto a ser una hierocracia, un gobierno de curas. Toda la legislación educativa se ha ajustado a sus deseos, sus privilegios se han consolidado y expandido. Hoy la iglesia católica es más rica que nunca y está compulsivamente presente en todos los ámbitos, religiosos, civiles y militares. Los curas mandan; Rouco manda. Mandan hasta los brazos incorruptos, las reliquias y los monigotes policromados que estos fanáticos veneran como los salvajes los tótems.
 
Eres también muy blando con la oposición. No subrayas que IU, el disfraz que se buscó el Partido Comunista de España para tratar de engañar a los votantes, lleva treinta años viviendo de la fábula de erigirse en la verdadera izquierda o izquierda transformadora, no habiendo sido capaz ni de transformarse a sí misma ni de ser algo más que una fuerza testimonial que incluso ha olvidado el testimonio que quiere trasmitir. Y poco mencionas que solo ha servido para restar votos al PSOE, a veces aliándose con la derecha, a veces por libre.
 
Casi te dejas embaucar por los cantos de sirena de Podemos, que parecían inaugurar una época en que, a raíz de la conciencia universal del fracaso del comunismo y del capitalismo, se articulaba el discurso de una nueva izquierda no comunista y no socialdemócrata. En realidad, se trataba de los mismos de IU, sus nuevas generaciones que, hartas de cosechar derrotas, formularon un discurso pragmático, de un leninismo subrepticio. Chupando rueda de los movimientos espontáneos de protesta por la crisis, crearon un partido con el que anhelaban conseguir el viejo sueño del PCE y de IU de desplazar a la socialdemocracia y ponerse en su lugar. A punto estuviste de dejarte engañar por una parafernalia muy vistosa de aparentes novedades en formas, consignas, estilos, juicios, doctrinas que, en realidad, estaban todas plagiadas de las más diversas latitudes.
 
Apenas te has decidido a emitir juicio sobre los intentos de organizar confluencias para formar una especie de frente de las izquierdas residuales que se aprovechen del tirón de Podemos. Estas propuestas, como la de Ahora en Común, en su abrumadora falta de originalidad, son ejemplos de manual de la antigua táctica leninista de las  organizaciones de masas, tras de las que se camuflará una fuerza de vanguardia (obviamente, IU, es decir, el PCE de toda la vida) que será su nervio y cerebro gris. Su insistencia en ir del brazo de Podemos (que, muy sabiamente, no quiere saber nada de este coro de egos y narcisos desaforados, pues ya tiene los propios y desmesurados) solo prueba que son muy conscientes de que no sirven más que para dividir el voto de la izquierda. Y tampoco mucho porque, si así fuera, quizá tuvieran alguna esperanza mayor de que los de los círculos les hicieran algún caso.
 
Eres muy contemporizador con la deriva del PSOE no solo hacia la moderación sino hacia la condición de partido dinástico, monárquico y bien avenido con la carcunda hispana, de la que participan algunos de sus chupacirios más conocidos, como Fernández de la Vega, Bono o Paco Vázquez. No subrayas suficientemente que la coyunda entre la socialdemocracia y el neoliberalismo, propia de Europa y extensiva a España, demuestra que el PSOE ha perdido no ya su vena revolucionaria sino la tímidamente reformista. 
 
Apenas señalas que el partido, dirigido por una coterie de burócratas y paniaguados, carece de iniciativa política, de ideas y empuje porque los beneficiarios de los intereses creados, los enchufados de las jefaturas, no permiten una vida de debate interno real, ni una crítica, ni una discrepancia. Un partido apoltronado, complaciente y acobardado, incapaz de hacer verdadera oposición parlamentaria y mucho menos de presentar una moción de censura al gobierno más corrupto, desacreditado, impopular y reaccionario desde la muerte de Franco. Quizá desde antes.
 
Por último, impulsado por tu apoyo al derecho a decidir de los catalanes, te acomodas a una visión acrítica del proceso soberanista. Escurres el bulto cuando, en el curso de la controversia, se producen conflictos generados en la manía de los seres humanos de imponer criterios propios con fines partidistas. Justo lo peor para el objetivo independentista. La idea de la lista única por la independencia es buena, pero no puede convertirse en la moneda de cambio para que unos u otros, desde Mas a las CUP, pasando por todos los demás, traten de imponer sus criterios particulares. Todas las propuestas para esa lista pueden debatirse, pero ninguna debe imponerse sin consenso general. Y menos sacralizarse. Si su articulación es difícil, hay otras formas de proceder a instrumentalizar el objetivo, que es la unidad en unas elecciones plebiscitarias. La unidad ha de estar por encima de todo. Cueste lo que cueste.

Y eso reza también con las izquierdas españolas.

En fin, Palinuro, que tienes que ser más contundente.
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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