Imaginamos que Artur Mas y Oriol Junqueras tienen en alguna parte de
Cataluña un departamento dedicado a urdir sus provocaciones varias y
diarias en relación con el llamado proceso secesionistas del 27-S, para
mantener viva la llama de la tensión permanente con Madrid. O, dicho de
otro modo, con el Gobierno de Rajoy y sus medios de comunicación a fin de que no se desmovilicen los seguidores y votantes secesionistas, que
por lo que dicen las encuestas cada vez son menos, vayan juntos o por
separados en las listas de Convergencia y ERC.
Una última encuesta de El País asegura que sólo el 32 % de catalanes cree en la posibilidad de la independencia, y otra encuesta de La Razón
asegura que la lista unitaria de Convergencia y ERC solo suma el 35% de
los votos, lo que les dejaría en 56 escaños, que sumados a los 3 de la
CUP los coloca en 59 a 9 escaños de la mayoría absoluta.
Como se ve un empeño inútil que marca una importante tendencia a la
baja de los partidos independentistas, y especialmente de lo que queda
de Artur Mas y Oriol Junqueras que en las elecciones de 2012 sumaron
respectivamente 50 y 21 escaños y ahora entre los dos solo llegan a 56.
Y en medio de semejante desastre, que continúan jaleando con sus
propuestas de modelo fiscal y otras ocurrencias, los dirigentes de este
proceso a ninguna parte se han quedado sin discurso político, porque son
muchos los catalanes que le han visto las orejas al lobo griego en la
puerta de salida del euro y de la UE. Y más aún los que son conscientes
del caos y pésimas consecuencias económicas y sociales que tendría para
Cataluña una declaración unilateral de independencia, como la que aún
pretenden Mas y Junqueras.
Sería tal el desastre económico, fuga de profesionales, empresas, de
capitales -ante el riesgo de inseguridad jurídica- y de ayudas de la UE,
que las cuentas de la lechera que se hace Artur Mas con su pretendida
Agencia Tributaria quedarían en ruinosa posición porque perderían los
primeros y más importantes cotizantes del territorio catalán. Además de
salir del euro y perder el amparo del BCE. Sin duda un desastre que
saben los ciudadanos sensatos de Cataluña y ocultan los promotores de la
independencia.
Sin embargo la disyuntiva que se plantea ante el continuo desafío de
los gobernantes secesionistas es la de su hacerles caso omiso, o hacer
cumplir la ley. La solución razonable es la intermedia y ha de conducir a
‘poco ruido y muchas nueces’. Es decir hay que ser implacables a la
hora de exigir el cumplimiento de la legalidad, pero sin exhibicionismos
innecesarios como los que ellos buscan para jugar al victimismo.
Sin duda el tema económico es fundamental sobre todo para partidos
nacionalistas en los que el dinero suele ser lo único que colocan por
encima de su patria. De hecho la campaña del ‘España nos roba’, que les
funcionó, hasta que entraron en la escena los Pujol, venía a decir, sin
ser cierto, que Cataluña fuera de España sería más rica y pagaría menos
impuestos, lo que es absolutamente falso. Sería una gran ruina fuera de
la UE en la que el gobierno de turno tendría muy poco que recaudar.
De manera que a los nacionalistas independentistas las cuentas no les
salen, ni tampoco las encuestas sobre la intención de voto. Y a la
espera estamos del decreto de la convocatoria electoral que sigue sin
fecha, aunque los plazos se van acabando y algo y muy pronto deberá
decir Artur Mas, si no encuentra una excusa para echar marcha atrás.
(*) Periodista
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