lunes, 13 de julio de 2015

La traición de Tsipras / José Sánchez Mendoza *

En otra vida, Yanis Varoufakis debió ser un ángel del infierno o una estrella de rock. Acabada ya su etapa de ministro de finanzas motero y mojabragas, su próxima reencarnación está clara: será el espíritu maligno que atormente los sueños de su ex jefe Alexis Tsipras. No se merece menos el presidente griego, que ha acabado tragando con todo lo que Varoufakis, su otrora Sancho Panza, consideraba inaceptable.

Tsipras se ha re­ve­lado como un autor de sai­netes de se­gunda, bra­vucón y bo­ca­zas, pero de col­millo romo. La úl­tima oferta de pacto que el Gobierno he­leno ha man­dado a los acree­do­res, ge­né­ti­ca­mente idén­tica a la que éstos pro­pu­sieron antes del re­fe­rén­dum, deja a la con­sulta como una mas­ca­rada inú­til, un chusco reloj de ho­ja­lata que ni si­quiera da la hora . El te­mido 5 de ju­lio, que tuvo en vilo a toda Europa, ha te­nido menos efecto en la po­lí­tica del man­da­tario griego que la úl­tima reunión de su co­mu­nidad de ve­ci­nos. El pueblo griego dijo ‘no’, pero Tsipras se com­porta como si hu­biera dicho ‘sí’. Doble to­ma­dura de pelo: a sus elec­tores y a su propio par­tido.

Se to­carán las pen­sio­nes, se to­cará el IVA y se re­du­cirá el gasto mi­li­tar, en­fa­dando a la OTAN y ha­ciendo re­la­merse de gusto al ogro turco. Se pri­va­ti­zarán ser­vi­cios pú­bli­cos. Se ren­di­rán, pues, todas las plazas que Varoufakis juró de­fen­der. Todo ello es­crito, fir­mado y con el mem­brete del Ejecutivo he­leno. Las Termópilas han caído y Tsipras ha sido Efialtes.

Con esta trai­ción, el líder de Syriza ha des­truido el re­cuerdo de su ca­ma­rada. Lo ha ma­cha­cado hasta con­ver­tirlo en polvo, dis­perso por el viento del Egeo. Qué lejos quedan los sus­piros de las señoras de iz­quier­das, arro­badas ante el arrojo del ex mi­nistro al en­fren­tarse al po­derío de la Troika.

Han lle­gado los tiempos de la re­sig­na­ción su­misa. El alma del bur­lado Varoufakis clama por Justicia. Que, en­vuelto en los ro­pajes cor­pó­reos del cuervo de Poe, se pre­sente cada noche en la ven­tana de aquel al que una vez sir­vió. Y que dos pa­la­bras re­tumben en la al­coba del per­pe­trador de re­fe­rén­dum­s-­pan­to­mima hasta ha­cerle en­lo­que­cer: “Nunca más”.

(*) Periodista

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