Hace bien el PP sustituyendo a Sánchez
Camacho por Garcia Albiol en Cataluña. Cuanto más absurda, más
inverosímil, más inmoral sea una medida, más atención mediática
recibirá. Ya solo la corpulencia y la altura, de 2,04 metros de este
chavalón le hace ocupar toda la pantalla, lo cual es esencial en la era
de la imagen. Le ayuda su sonrisa picarona y su rostro de pillastre del
barrio, de quien nadie puede esperarse nada malo. Todo ello sirve para
neutralizar la evidencia de que se está defendiendo y amparando la
xenofobia, cosa hasta la fecha poco recomendada. La noticia está en la
xenofobia pero una xenofobia popular, alegre, nada de campo de
concentración o vallas con cuchillas. Una resistencia al dark stranger
que se alimenta con los sanos prejuicios de la calle. El nombramiento
es casi una provocación equivalente a decir que la opción propugna el
maltrato animal. Lo malo siempre es noticia.
El
diputado que se toca los huevos es también pura noticia. De no haber
hecho ni dicho nada relevante, este hombre sería un don nadie. De haber
robado algunos millones que es, al parecer, de lo se se le acusa,
pasaría a ser un nombre que sus compañeros de partido olvidarían al
instante, como le sucedía a Rajoy con los de Bárcenas y Rato. Pero, si
además de robar, dice algo suficientemente absurdo, tiene asegurada la
publicidad y el alborozo popular. O sea, audiencia. La audiencia de los
huevos.
Aguirre,
que anda siempe aplicando la disciplina de las disciplinas si son otras
las espaldas pide la dimisión del diputado huevón porque sus
expresiones (la de que se toca los huevos y la de que chupa la polla al
jefe), según ella, la avergüenzan y abochornan. Sin embargo, ella no
parece mucho mejor hablada. En cierta ocasión, de esas de micrófono
abierto inadvertidamente, presumía de haberle quitado un puesto
de designación en algún órgano de Cajamadrid, esa entidad que acabaron
quebrando por su fabulosa incompetencia, al hijo puta, en el que los conocedores de las bambalinas creían detectar al mínimo, pío y devoto Ruiz Gallardón.
Es
un mecanismo bastante conocido. Los políticos viven de la política.
Para ello necesitan ser elegidos y, para ser elegido es necesario ser
conocido. La política dilucida entre publicidades alternativas. Por eso
se pregunta a la gente en los sondeos de opinión si conoce a los
candidatos y estos tienen garantizado el conocimiento si dicen
disparates; otra cosa será la valoración, pero esa es aquí poco
relevante. ¿Quién imaginaría que un menda, alcalde de un pueblo gallego,
diría que los asesinados de Franco se lo merecían? Igualmente el cura
que canta misa en los Jerónimos el 18 de julio impetra la aparición de
una figura cristiana, mesiánica, que rescate al país de nuevo del
marasmo desastroso en que se halla. O sea, un cura pidiendo un golpe de
Estado. Pura noticia: la esencia misma de la raza.
¿Cuándo
te llaman dede los medios? Cuando eres noticia. Si un empresario dice,
por ejemplo, que los trabajadores, en vez de cobrar salarios, debieran
pagar a la empresa a cambio de trabajar, sería noticia inmediata, entre
otras cosas porque, de ponerse en práctica tan ingeniosa doctrina, por
fin se habría demostrado la falsedad de la teoría marxista de la
plusvalía. Aunque alguien del partido popular, siempre relacionado con
los huevos, pudiera pensar: "¡manda huevos, acabar con los huevos de oro
asesinando a la gallina!"
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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