jueves, 23 de julio de 2015

Mejora el empleo y empeora la política / Pablo Sebastián *

La economía y el paro mejoran pero la situación política empeora. Esa es la conclusión que enmarca el inicio de las vacaciones del verano a cuya vuelta se prepara un auténtico zafarrancho de combate político en un tiempo otoño-invierno en el que generalmente los datos del paro y del crecimiento económico suelen ser peores que los del semestre inicial del curso político. Y esta vez en coincidencia con las campañas electorales de Cataluña y las generales españolas donde todo está por decidir ante la incertidumbre que revelan las encuestas y la tendencia que se desprende de los últimos comicios municipales y autonómicos del pasado 24 de mayo.

Sin embargo y al día de hoy tenemos que subrayar que la tasa de paro en España ha quedado establecida a finales de junio en el 22,37%, lo que la sitúa a tan solo dos décimas de la que dejó a finales de 2011 el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque luego ascendió en los dos primeros años del gobierno de Mariano Rajoy hasta el 27% a primeros de 2013, fecha en la que empezó el descenso actual. Ahora la recuperación del empleo en el segundo trimestre del año -de abril a junio- fue 411.000 personas, aunque de ellos 307.000 son temporales y solo 60.000 son fijos. El número de parados en España se sitúa pues en los 5.147.000, y el de empleados en 17.866.000.

La noticia permite lecturas diferentes aunque en principio es buena porque confirma una tendencia positiva en la recuperación del empleo y la economía. Lo que constituye un triunfo del Ejecutivo de Mariano Rajoy a quien los resultados le empiezan a dar la razón en las políticas relativas a la reforma laboral y ajuste del déficit, del que se desprende el crecimiento de la economía española al 3% en 2015, lo que nos sitúa en la pista segura de despegue aunque aún no llega a los sectores más deprimidos de la sociedad.

Se podrá decir que el Gobierno de Rajoy, después de tres años y medio de legislatura, llevó la tasa de paro a donde se la encontró a finales de 2011, aunque puede que en noviembre haya superado esa tan fatídica barrera, lo que tampoco es para tirar muchos cohetes de fiesta. Pero lo importante -si se consiguen los objetivos de déficit del 4,2 % pedidos por la UE- es que estamos en el buen camino de la recuperación.

Con estos mimbres económico-sociales el Gobierno de Rajoy pondrá el acento electoral en la recuperación económica y advertirá al conjunto de los ciudadanos -como ya lo está haciendo- del riesgo de involución de la situación económica y social del país si llegan al Gobierno otras opciones políticas e ideológicas no comprometidas con el ajuste del déficit. El que para el 2016 deberá situarse por debajo del 3 % según las previsiones y compromisos pactados con la UE.

Sin embargo, desde el PSOE se dirá que después de cuatro años de PP en el Gobierno el país está más o menos donde estaba cuando Zapatero dejó el poder en 2011 y que se ha perdido una legislatura. Lo que no es verdad porque las reformas estructurales que se han hecho y el control del gasto público nacional, autonómico y local constituyen una base de partida buena y preparada para un nuevo ciclo de crecimiento español que no tendrá los picos de euforia de tiempos anteriores, pero que sí será más sostenible y alejado de los riesgos de la burbuja inmobiliaria y de la economía y las finanzas especulativas de los pasados años.

En cuanto al riesgo de la inestabilidad política, que pasa por las crisis de Cataluña, y que se proyecta sobre un futuro gobierno de coalición en torno al centro político, todo está por decidir. Y ahí entran en juego -además de las secuelas de la corrupción- cuestiones políticas de fondo que separan al PP de sus posibles futuros socios de gobierno como son las innecesarias (mientras se hacía el duro ajuste social del déficit) y muy conservadoras reformas legislativas que han expulsado al PP del centro de la política y divido a la sociedad española sobre el aborto, la Educación, la llamada ‘ley mordaza’, reforma del Poder Judicial, etc.

Y no digamos de cara a la que se presenta como inevitable reforma de la Constitución Española en la próxima legislatura como lo defienden los partidos de la Oposición y a lo que se opone frontalmente el PP. La mejora económica y las importantes divergencias políticas están sobre el tablero del otoño donde la batalla electoral se librará en el centro de la política y en pos de una difícil y necesaria estabilidad.

(*) Periodista

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