Se marchó en silencio con la prudencia, modestia y sencillez que le
caracterizaban. No quiso contarle nada más que a los más íntimos, los
más cercanos, la lucha que hace poco más de un año y medio emprendió
contra la enfermedad. La única que consiguió separarla, privarla, de lo
que más deseaba, estar con los que menos tenían, con los más humildes,
sencillos, con los que carecían prácticamente de todo.
La Hija de la Caridad Sor Berta Tena Nogales llegó a Lorca en los
primeros días de 2000. Desde el principio esta mujer de eterna sonrisa
supo conquistar a los más pequeños. A cientos de ellos logró sacarlos de
la calle, sentarlos en un aula y evitar que dejaran sus estudios por
falta de una persona que guiara, apoyase, sus pasos. Nueve años estuvo
al frente de la Obra Social y de la Escuela Infantil de San José de
Calasanz y consiguió impulsar proyectos como el 'Alca', Alternativa a la
calle, del que se benefician cada año 120 niños.
No dudaba en llamar a cuantas puertas fueran necesarias para
conseguir los suficientes recursos para dar educación, alimentación y
juguetes, a los niños de las familias más desfavorecidas. Pero Sor Berta
era mucho más. Era una mujer, divertida, simpática, dichosa,
satisfecha, de fe y alegría, que no dudaba en expresar a todo el mundo
lo afortunada que se sentía por poder hacer lo que más le gustaba,
ayudar a los demás.
Siempre andaba de un lado para otro y a cada paso alguien le
paraba para darle ánimos en sus proyectos o para solicitarle una palabra
de aliento o consuelo. Nunca frunció el ceño, nunca mostró un mal
gesto, aunque en muchas ocasiones se mostró tajante a la hora de
demandar o pedir ayuda 'para sus niños'. Sus sueños, sus anhelos, los
compartía con decenas de lorquinos que se unieron a su causa y San José
de Calasanz dejó de ser un lugar apartado del barrio de San Pedro para
estar más presente que nunca en la vida de la ciudad.
Su máxima era dar a conocer a las Hijas de la Caridad y sumar
apoyos con los que poder poner en marcha nuevos proyectos de ayuda a los
demás. Y lo consiguió. Hoy su labor sigue más viva que nunca y aunque
su marcha en septiembre de 2009 la alejó de la ciudad, continuó
regresando cada vez que sus ocupaciones se lo posibilitaban. Aquella
tarde del 11 de mayo de 2011 fue una de las primeras en levantar el
teléfono para saber en que situación se encontraban los lorquinos tras
el terremoto.
Volvió a la ciudad en varias ocasiones hasta que la casa de las
Hijas de la Caridad recuperó la normalidad. Y hasta el final de sus días
estuvo pendiente de la reconstrucción. A pesar de la enfermedad
preguntaba por sus niños, los niños de Lorca, a los que durante años
atendió, cuidó y mimó como solo sabe hacerlo una madre. El cariño que
los lorquinos le tenían se puso de manifiesto el pasado sábado en una
misa que se celebró en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen en su
memoria. Instantes antes las campanas doblaban y lo hacían con un halo
de tristeza recordando a una mujer que regaló su vida sin medida.
Allí estuvieron las Hijas de la Caridad, arropadas por el
personal de la casa, los miembros de la Asociación de la Medalla
Milagrosa, los Amigos de la Virgen de Lourdes... y decenas de lorquinos
anónimos que quisieron darle el último adiós a Sor Berta. También
estuvieron las Madres Mercedarias que tras el terremoto pusieron su casa
a disposición de las Hijas de la Caridad. Su fotografía ocupaba un
lugar destacado en el altar mayor y junto a ella un cuenco de barro con
flores 'siemprevivas', como símbolo de la vida eterna de la que Sor
Berta ya goza.
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