jueves, 18 de junio de 2015

Pobre delegado / José Alberto Pardo *

Las cosas no le han ido bien a este pobre delegado. ¿Cómo se iba a imaginar lo que se le venía encima, a él, que presidió desfiles tras desfiles de fuerzas de seguridad del Estado armadas hasta los dientes, cuadrándose a su paso? ¿Cómo no se iba a sentir fuerte, poderoso, respetado, con toda una carrera política que se abría al ritmo de sus pasos?

Primero aquellos trapos sucios, presuntos, que se remontaban a los años en los que se sentaba en el despacho de la consejería de Obras Públicas. Era junio del año pasado y el juez lo llamaba a declarar como imputado por un caso con un apelativo épico, Novo Carthago. Pobre Bascuñana, la carrera empezaba a ir cuesta abajo.

Pero no había de qué preocuparse. La sociedad estaba ya hecha a nombres y nombres de tramas y causas judiciales: Umbra, Biblioteca, Totem, Zerrichera,… Y además, aquí él no estaba solo. Le acompañaban en el listado de políticos señalados por Novo Carthago otros rostros conocidos como el de Antonio Cerdá y una nutrida representación de ex altos cargos del Gobierno regional. Hasta se le debió de dibujar una sonrisa cuando el juez apuntó después a Pilar Barreiro y, para más inri, al omnipotente y omnívoro Ramón Luis Valcárcel. Estos dos últimos salieron, por el momento, de rositas. Y el tiempo no jugó a tu favor, pobre delegado.

Cerdá, tu único compañero de cuitas en activo, fue devorado por su padre Saturno, omnímodo Valcárcel, en una estrategia de partido para allanar el camino de la nueva promesa, a quien se le dibuja, ladrillo a ladrillo, toda una esperanzadora carrera política. Y entonces te quedaste solo en Novo Carthago. Y las voces pidiendo tu dimisión no cesarían desde entonces de resonar en tu cabeza. Pero tú te aferrabas. Tú seguías siendo el delegado del Gobierno.

Y para colmo aquel incidente. Mira que debió de ponerte nervioso. Si al fin y al cabo no fue nada, pensabas. Pero la prensa se había enterado. Y ahí sí, ahí tuviste que empezar a pensar por vez primera que aquella prometedora carrera que te construiste estaba en peligro. Por eso, cuando alguien de este periódico llamó a tu gabinete de prensa a preguntar por lo sucedido de madrugada en la rotonda de Isla Grosa tú movilizaste a tus altos cargos en la Guardia Civil. Fue uno de ellos, un muy alto cargo, el que respondió después al periodista. No pasó nada. No hay constancia. No existe informe de nada.

Pero tú sí sabes que existe informe. Y también sabes que te equivocaste. Pero cómo lo ibas a prever. Venías de Molina, de las fiestas patronales, un sábado dedicado al ocio. Y era ya de madrugada cuando os encontrasteis con el control de tráfico. Tú ibas de copiloto, sí, pero por qué tenías que suponer que el agente debía reconocerte de inmediato, cuadrarse y dejarte marchar. Eso no nos pasa a casi nadie, pobre delegado.Demasiados desfiles y caminos abriéndose a tu paso.

¿Alguna novedad?, le preguntaste. Y la cara del guardia civil se debió de quedar a cuadros. ¿Alguna novedad? Yo no tengo por qué darle novedades. Y tres amigos tuyos de testigo, y tú saliste del coche, esto lo arreglo yo. Soy Joaquín Bascuñana, delegado del Gobierno. Y el agente que te pide el dni. Y tú que no cedes y que insistes. Con lo fácil que hubiera sido, como todo hijo de madre. Pero no, páseme a un superior. Y al final los agentes acceden. Y llaman al capitán de tráfico. Y el capitán lo arregla todo y te deja ir. Y por eso acaba envuelto, como tú, en otra causa judicial. Él, por actuar mal a sabiendas; tú, por no obedecer las órdenes de la Guardia Civil, precisamente tú, pobre delegado del Gobierno.

Digamos que quizá pecaron de exceso de celo, o quizá de precavidos, porque nunca se sabe lo que puede pasar dentro del cuerpo en un incidente con el delegado. Pero el hecho es que, pese a que no se hizo referencia en el parte diario a lo ocurrido, al parecer por orden superior, los agentes sí relataron lo ocurrido en un informe interno. Y quizá se habló de otras cosas que no son delito, como lo de ir con alguna copa de más, pero que no ayudaban a tu imagen.

Al día siguiente, cuando llamó la prensa, cuando llamaron desde este periódico, comenzó la caza de brujas. Y el informe llegó a tus manos. Y lo leíste. Y se ordenó su desaparición. Y se buscó a los agentes. Y se les localizó. Y se les intimidó.

Y volviste a dejar pasar el tiempo. Hasta que la lucha política no te dejó más opción. Y fueron Novo Carthago y el nuevo mapa político los que te dejaron fuera de juego. No puede haber altos cargos imputados. De eso depende el nuevo Gobierno del PP. Eran demasiadas las voces pidiendo tu dimisión. Y tú, aferrado, postergando. Hasta que no hubo más vuelta de hoja. Pero eso sí, por la puerta grande, como el político que hubieras deseado llegar a ser de no encontrar tantas piedras en esa carrera que soñaste (¿qué tendrá el poder que el que lo prueba se engancha tanto?). Chafando las portadas de los diarios a todos los demás discursos con motivo del Día de la Región, el momento que elegiste para decir adiós. ¿Qué guardia civil te va a preguntar ahora quién eres? ¿Cómo no te va a reconocer?

Pero sigues empeñado en decir que no pasó nada en ese control de la rotonda de Isla Grosa. Y lo que es peor. En que los agentes nunca redactaron un informe contando lo sucedido. Sí no lo leo no lo creo. Es cierto que lo borrasteis de los ordenadores. Es cierto. Pero, ¿has pensado, pobre delegado, en que alguien hubiera guardado una copia, una copia que todavía duerme en un cajón de un domicilio particular?

(*) Periodista

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