En el seno de Podemos hay una
controversia. Será mejor o peor para el partido según la gestione pero
lo indudable es que la hay. De un lado, los de la antigua Izquierda Anticapitalista,
autodisuelta en Podemos por exigencias del guión, conservan un fuerte
espíritu comunitario, lo que les da personalidad, a la par que los
mantiene como uno de los puntales de la organización. Su opinión se oye.
Y, para estos anticapitalistas, Podemos debe replantear su estrategia para las generales en plan muy abierto, incluyente, fomentando el espontaneísmo.
En las bases del partido, que no se llaman bases sino círculos, hay
un clima de permanente discusión sobre la táctica, la estrategia del
partido y, sobre todo, una vigilancia crítica al comportamiento de los
dirigentes muy especialmente en las redes. Por último, la dirigencia
lleva unos días girando hacia la moderación, sin parar de hablar de la
socialdemocracia, fomentando contactos con el PSOE que, obviamente, ya
no es "la misma mierda que el PP". Al contrario, en alguna ocasión, los
líderes de Podemos han dejado claro que si están en el mundo es, en
primerísimo lugar, para desalojar al PP. El PP es el enemigo por batir.
Luego, ya se verá.
Pero ahí retorna a la palestra Anguita, alarmado, a recordar a sus ahijados que el enemigo no es el PP, sino el bipartidismo. En plata, el PSOE.
Aquí se masca la tragedia. O la dirección de Podemos convence al viejo
luchador de que el PSOE no es Satanás, con sus pompas y sus obras
(incluidas las públicas) o el viejo luchador alza bandería de nuevo
contra el socialismo traidor. Aunque dirija una organización nueva con
un nombre desiderativo Frente Cívico Somos Mayoría, se ha
encastillado en su querido baluarte de IU y sostiene al tambaleante
Garzón en su propuesta de ir todos a una candidatura de unidad popular,
cada uno con sus siglas, según el antiguo uso cristiano, tan familiar a
todos los españoles, "cada uno en su casa y Dios en la de todos". Por
supuesto, la unidad sería un ariete contra el PP y contra el PSOE.
Quizá
por no ser tan reciamente español, Iglesias rechaza la fórmula, quiere
ir a las generales con su marca y acepta a todos los afuereños, vengan
de donde vengan, siempre que dejen el armamento a la entrada. Y en
cuanto a que la campaña sea contra el PSOE, está por ver. No es
previsible una alianza Podemos-PSOE antes de las elecciones pero sí
después de ellas, cosa que Palinuro considera conveniente en interés de
ambas partes. Y no parece sensato atacar a aquel con quien vas a
sentarte a negociar un mes más tarde. Aunque a veces las campañas
electorales quieren fuegos de artificio.
Pero Anguita prefiere el fuego
real. Nada de artificio: sorpasso o muerte. Por eso se
encalabrina y denuncia en Iglesias cierta prepotencia. La verdad, yo
también encontré el tono del de Podemos hacia Garzón innecesariamente
hiriente y poco caballeroso por hacer leña del árbol caído. Aunque en la
política esto de la caballerosidad es como lo de pedir cotufas en el
golfo, que tanto se cita en El Quijote. Pero Anguita, sin duda por
considerarse de la familia, reclama de Iglesias más humildad y tacto. Justo lo mismo que Iglesias reclamaba de Sánchez hace unos días: más humildad. De Anguita a Iglesias, de Iglesias a Sánchez.
Este
Sánchez empieza a parecerse al príncipe troyano Paris a quien los
dioses sacaron de una especie de idiocia pastoril y lo destinaron a
llevarse el premio que él más anhelaba: la mujer más hermosa del mundo.
Hágase una transferencia algo forzada sustituyendo el goce de la
hermosura por el del poder. No son pocos los filosófos que han aceptado
la idea nietzscheana de que la voluntad de poder es la esencia del
hombre. Prácticamente sin hacer nada, solo por su presencia, Sánchez
acaba de recibir un espaldarazo trascendental al ser invitado a la 63ª edición del selecto Club Bilderberg, junto con Ana Botín y Juan Luis Cebrián.
Este año no va la reina Sofía que, la verdad, no se sabe qué pintaba
los anteriores, ni Esperanza Aguirre, que sí se sabe lo que pintaba y
por eso ya no la invitan. Estos del Bilderberg son como una especie de
Rosacruces con una pátina de intelectuales, políticos, empresarios y
financieros. Su peso y prestigio viene de su absoluta opacidad. Los
periodistas pueden informar de lo que se habla y acuerda, pero sin
identificar fuentes. Las informaciones son así parecidas al oráculo de
Delfos. La presencia de Sánchez es un claro pronunciamiento de los
poderes internacionales por su candidatura. Es el Olimpo el que lo unge.
Frente a ello, Rajoy sostiene en público que Sánchez está en una "deriva radical", entregado a Podemos.
Y, para asustar a las gentes y que los padres hagan entrar a los niños
en casa, añade que, después de noviembre el presidente será él o
Iglesias. Elijan ustedes: yo o el caos. "Don Carlos o el petróleo".
Rajoy no es consciente del nulo crédito que tienen sus afirmaciones,
casi tan nulo como su audiencia. Por fortuna, porque, si lo escuchan
muchos, pueden elegir el caos, como en el chiste de Chumy Chúmez.
Ahora
en serio: ¿cabe mayor majadería que llamar "izquierdista radical" a uno
que va al Club Bilderberg del brazo con Ana Botín y Juan Luis Cebrián?
Rivera
y sus Ciudadanos tienen un verdadero problema de identificación como
grupo de más de uno. El fotomontaje de la revista Mongolia, de Albert Rivera como Primo de Rivera
es una diana. En realidad, al Ciudadanos le sobra la ese. Es el
Ciudadano; el Ciudadano guía o caudillo. El otro día destituyó de golpe a
toda la comisión ejecutiva (u órgano similar) de Madrid. Franco mandaba
los ceses personalizados con un motorista. Este lo hace por whatsap y
en grupo. Pero la actitud no deja lugar a dudas: ordeno y mando en
nombre de la lucha contra la corrupción y por la democracia interna de
los partidos, lo cual no incluye el suyo.
Estamos en mitad del baile y ahora entra el verano, época dada a las demasías.
(*) Profesor emérito de Ciencia Política en la UNED
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