jueves, 25 de junio de 2015

El carné de baile / Ramón Cotarelo *

El de Podemos es el más codiciado. Todo el mundo quiere bailar con la nueva formación. Valses, rigodones, lo que sea, pero agarrado a la nueva promesa. Esta, velay, se hace querer. El encuentro de Garzón e Iglesias tiene lectura en clave de la más vieja política. Varian los atuendos, el mobiliario, el atrezzo, pero los mensajes y los significados son de protocolo de toda la vida. Entrevista en campo Podemos, no neutral. Signo inequívoco de debilidad negociadora del pretendiente. Comparecencia conjunta, pero comunicados de prensa por separado. Las explicaciones de ambos, una verborrea perfectamente prescindible: somos amigos, pero no amantes; coincidimos, pero discrepamos; nos vemos con gran simpatía, pero a distancia. La prueba de nuestra gran unión de espíritu es que no vamos a apuntarnos ni un baile en el carné.
 
El más claro y rotundo ha sido Iglesias. Sigue considerando a IU un proyecto acabado y carece de sentido empezar algo cargando con un cadáver, por muy exquisito que sea. IU puede ser la madre o la abuela de Podemos, pero no está ya en este mundo. Su vinculación con el comunismo, que acaba apareciendo siempre, es suficiente para mojar toda la pólvora que Iglesias pueda acumular en la santabárbara electoral de Podemos. Y no es una actitud errónea. Los proyectos sobreviven si quienes los impulsan no ceden a sentimentalismos. Presentarse a las elecciones en unidad popular pero bajo la sola marca Podemos juega con la conexión mediática entre el título y la figura de Iglesias, que se difuminaría en un frente de siglas. Además, en un plano de proyectos políticos personales, es legítimo que el de Podemos quiera medirse singularmente con los adalides de otras opciones, todos ellos hombres. Hay quien murmura sobre los riesgos del culto a la personalidad, una crítica que ha quedado triturada en la era de la imagen en la que los medios dan preferencia a los rostros y su capacidad de trasmutarse en núcleos de irradiación de mensajes subliminales.
 
Iglesias ha añadido una carga de profundidad. Con IU ni a la vuelta de la esquina. A Alberto Garzón se le abren los brazos in tuitu personae, como dicen los juristas. La faramalla de IU quédese fuera y entre Garzón, con quien hay una relación personal e intransferible. En definitiva, súmese la persona Garzón al proyecto Podemos y tendrá el carné abierto.
 
La oferta pone a Garzón ante una dura alternativa personal. Se mantiene en IU y sigue acumulando quejumbrosas razones a favor de la confluencia de siglas, pretensión que comparten los que ocupan el sidecar de IU, o bien rompe con IU y se integra en el proyecto de asaltar los cielos que, en la actualidad, ya incluye asimismo un atareado departamento de consensos a la más clásica usanza con el carné de baile casi a rebosar.
 
Garzón lo tiene fácil. Le basta con invocar esa conclusión tan frecuente en la vida cuando alguien se apresta a cambiar de bando de es más lo que nos une que lo que nos separa. Pero quizá no sea hombre dado a las soluciones fáciles. En todo caso, podrá comprender que los problemas de Podemos a la hora de conformar una opción verosímil de gobierno en España son de otra índole. 
 
En primer lugar tiene que resolver la tensión interna entre su sector leninista y el asambleario, no a base de yugularlo sino de impedir que genere conflicto interno y faltas de coherencia en lo externo. En segundo lugar, tiene que aclarar su posición respecto al soberanismo catalán que amenaza con provocar otra fractura interna en la organización, sobre todo ahora que está fraguándose una unión sagrada del nacionalismo español, como ha demostrado el PSOE sacando la rojigualda para sumarse al baluarte español de los otros dos partidos, el PP y C's.
 
Como para enzarzarse en el habitual guirigay de IU. 
 
 
Monólogo del indeciso
 
¿Qué hacer, Señor? ¿Adelantar o retrasar? Dame una señal para orientarme entre tanta confusión. Los barones están de acuerdo en pedir el adelanto. Pero mi corazón y mi natural pausado me aconsejan retrasar. Están aquí ya los Presupuestos Generales del Estado (PGE). No sé a quién se le ha ocurrido que son como el milagro de los panes y los peces y ha anunciado que vamos a devolver las pagas que sisamos a los funcionarios al comienzo. Ha sido preciso desmentir y hemos quedado fatal, por más incompetentes de lo que somos. Si presentamos los PGE y no nos pillamos los dedos, dejando las promesas para 2016, les damos más seriedad y no nos comprometemos a nada. En verano se coloca mucha gente y las cifras del empleo serán buenas en septiembre. Y en noviembre recogemos los frutos. Si retrasamos a enero de 2016, los datos del paro pueden ser malos de nuevo. Es decir, quizá sea mejor no adelantar ni retrasar sino dejar las elecciones en noviembre. 
 
¡Qué confuso y difícil es todo! Claro está ya sin embargo que, se adelanten las elecciones o se atrasen o se queden en lo previsto, el candidato seré yo. Eso no hay barón que lo niegue. El adelanto tiene también valedores entre los empresarios catalanes, al menos los que me hablan. Quieren neutralizar la convocatoria secesionista de Mas. Suponen que la coincidencia hará desmerecer la convocatoria catalana o, incluso, obligará a aplazarla a mejores fechas. A diferencia de los andaluces, los catalanes siempre han celebrado sus consultas al margen de las españolas. Es una de las formas de lo que llaman el desenganche y que puede coronarse en las elecciones de noviembre si los soberanistas no presentan candidatos a las elecciones legislativas. 
 
También es pensable que las elecciones coincidan. ¿Por qué no? Son convocatorias distintas con finalidades distintas. Cada vez más confusión y desconcierto. Entonces, ¿no es bueno adelantar las elecciones? Por supuesto. Es óptimo si se obliga a las dos opciones emergentes, Podemos y C's a concentrarse en la campaña electoral sin tiempo para capitalizar sus experiencias de gobierno consorte en donde se den. Hay una solidaridad de partidos dinásticos, sobre todo ahora que los socialistas ya están formados como un solo hombre detrás de la enseña nacional, la que une a todos los españoles, catalanes incluidos. No vamos a permitir que los advenedizos  nos estropeen la fiesta. 
 
Pero, si se atrasan los comicios, tenemos tiempo de sobra para recuperar nuestras expectativas electorales a lomos de la recuperación económica, mientras los emergentes lidian con las crisis de implantación y crecimiento y el PSOE termina de liquidar sus expectativas en Cataluña con un PSC literalmente sepultado por una banderaza española que le ha caído encima de repente, como el pedrisco en el verano. El peso de esta Gran Nación es considerable. Que me lo digan a mí que ahora ya no sé si adelantar o atrasar las elecciones o dejarlas como están. San Cristobalón me valga, qué dificil es gobernar. Y con Cospedal a mi vera diciendo que no solo es preciso retrasar sino también cambiar la ley electoral para no perder. Y me lo dice ella, que perdió las elecciones a pesar de haber modificado la ley electoral de su Comunidad.   

(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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