En las mejores novelas y películas, los personajes protagonistas suelen
ser seres complejos, a menudo contradictorios, con un pasado que
condiciona su presente, pero con capacidad para ir cambiando a medida
que transcurre la acción en el libro, el escenario o la pantalla. En ‘El
hombre tranquilo’, el pacífico Sean Thornton (John Wayne) acaba
convirtiéndose en un valiente.
Y en Casablanca, Rick Blaine (Humphrey
Bogart), un descreído propietario de un local nocturno termina por ser
un activo luchador antifascista por el amor a una mujer. En la narrativa
literaria y audiovisual se conoce a ese proceso con el nombre de ‘arco
de transformación’. Aunque no son personajes de ficción, los políticos
de larga trayectoria también sufren sus transformaciones. A veces
movidos por convicciones, a veces porque la trama lo exige.
Pedro
Antonio Sánchez no es un recién llegado a este terreno. El próximo
presidente de la Región lleva décadas en el ajo de la política, aunque
ahora asume el papel protagonista. Y se estrena con un discurso de
investidura en la Asamblea que fue todo un alegato en favor de la
regeneración, una especie de carta fundacional de «una nueva etapa con
una nueva forma de hacer política».
Pocos reproches se pueden hacer a su
discurso programático. Al contrario, fue quizá uno de los más
acertados, profusos en medidas reformistas y en consonancia con lo que
pide la sociedad murciana. Un discurso de máximos en cuanto a objetivos
ambiciosos en materia social, política y económica, tanto que hay que
ser más que prudentes sobre su posible viabilidad. La cuestión clave es
pues la credibilidad del mensaje. Sánchez tendrá que ganársela día a día
porque, como con lógica apunta la oposición, el nuevo presidente formó
parte del núcleo duro del ‘viejo PP’ y del anterior Gobierno.
A sus
adversarios no les ha faltado tiempo para pensar y clamar,
legítimamente, que todas estas medidas de regeneración no son producto
de una reflexión personal o de una súbita caída del caballo camino a
Damasco, sino la consecuencia de compromisos arrancados por Ciudadanos
en la negociación para apoyar su investidura. En su favor juega el hecho
de que su discurso en campaña, como Pedro Antonio (a secas), no dista
en el tono general del pronunciado ayer, y del que le han oído personas
de su entorno y él ha confesado en los últimos años en ámbitos privados.
Un mensaje rupturista que habría sido imposible con la batuta del
partido en manos de Valcárcel.
El mejor político del PP regional en
activo sabe que no lo va a tener fácil ante una ciudadanía cada más
exigente con sus dirigentes. Con él lo será especialmente. No se puede
analizar la figura del nuevo presidente sin contextualizarla en su
particular situación, sin mayoría absoluta y con una querella del Fiscal
Jefe por la tramitación y recepción del Auditorio de Puerto Lumbreras.
Quizá por la ansiedad de prometerlo todo, detalló que impulsará la
reforma del Estatuto para eliminar los aforamientos de los diputados. Y
la pregunta inmediata es si, llegado el caso, él renunciaría voluntaria y
ejemplarizantemente al suyo antes de la citada reforma.
Con una sabia
advertencia, el escritor ruso Antón Chéjov abogaba por no introducir
elementos superfluos en una historia: «No se debe introducir un rifle
cargado en un escenario si no se tiene intención de dispararlo».
Inadvertidamente o no, Sánchez incorporó a su relato una medida muy
recomendable pero que, a corto plazo, puede ser un arma en manos de la
oposición. Como es sabido, lo delicado de su posición deviene de que la
mera citación ante un juez como imputado (a lo que no renunciará el
fiscal) implica su dimisión.
O se aclara todo a las primeras de cambio
o, en términos teatrales, Sánchez necesitará un ‘Deus ex machina’, una
intervención inesperada en el último acto que solucione su problema
narrativo, como sucedía en las tragedias griegas o en los western donde
aparecía el Quinto de Caballería cuando los indios estaban a tris de
empezar a rebanar cabelleras. Como persona y presidente de todos los
murcianos, le deseo la mejor de las fortunas. Por la estabilidad y el
bien de todos. A nosotros no nos quedará París.
(*) Director de 'La Verdad'
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