Vladimiro?
– Buenos días, Albertov.
– Que te llamo porque quiero hacerte una protesta formal, de presidente a presidente, por la prohibición a Valcarcelovich para entrar a Rusia.
– ¿Y qué vas a hacer si no acepto la protesta?
– Lo mismo te mando p’allá a Bascuñanikov. Y este se te planta allí y no habrá manera de que lo eches.
– Vas fuerte, tío. Me lo tendré que pensar.
– No lo pienses más y levanta el veto ya.
– Es que lo que hizo estuvo muy mal hecho.
– Ya sé, ya sé. Se compró un jersey fashion y se fue a Ucrania a hacer de perroflauta en una plaza en plan ‘sí se puede’ y ‘no nos representan’. Las cosas que ha aprendido en San Esteban mirando por la ventana. Él es así. Si yo te contara lo que hace por aquí y todavía no hemos conseguido que se vaya…
– Lo que estuvo muy mal es que no me invitara a la boda de su hija.
– Ah, que es por eso. Míralo por el lado positivo: te ahorraste un pastón en el regalo.
– ¿Pero tú sabes que va por Europa hablando de sostenibilidad, que es algo que a los rusos nos toca los cojones, especialmente a los de Marbella? Y hay que frotarse los ojos, porque es el mismo de Marina de Cope, de la autopista a Vera, de Novo Carthago, de la Zerrichera…
– Habría que ver cómo financias tú a tu partido y a tu comiterm. Levántale el veto ya, hombre, o te mando para allá a Camarasnikov y te pone un tranvía a la estepa de esos que no van a costar un euro y que luego hay que estar pagando toda la vida.
– Esa amenaza es gorda, te lo admito. Pero, mi querido Albertov, tú empezaste primero. Lo nombraste en secreto comisionado para asuntos europeos y lo cesaste al mes.
– Pero eso fue para que no perdiera la condición de vip en los aeropuertos mientras no salía eurodiputado.
– Los caprichitos del nene, ¿eh?
– ¿Por qué no te callas?
– ¿Comooor?
– No puedo consentir que un presidente extranjero haga ironías sobre mi amigo (¡ejem!) Valcarcelovich, que ha sido presidente de Murcia y como tal merece un respeto.
– Yo respeto a todo el mundo. Fíjate si tendré remilgos que he apoyado hasta a Blatter para la FIFA
– Eso es un menosprecio, porque el PP murciano, con todo lo que se diga, todavía no está a la altura de la FIFA.
– Al menos me reconocerás que la situación por la que estáis pasando, con los mataos de Ciudadanos sacandoos los colores con los imputados, es para risa.
– Por reconocerte te reconozco que si no fuera por el paro, el aeropuerto, la desaladora, el Ave sin soterrar, el Memorándum del agua, los índices de pobreza, la financiación, la deuda y el déficit, entre una docena de cosas más, la situación sería, como tú dices, de risa.
– ¿Entonces, qué? ¿Le levanto el veto o no se lo levanto?
– Vladimiro, joder, hay que ver lo cuadriculados que sois los rusos. No pilláis las sutilezas diplomáticas. Hay que decíroslo todo.
– ¿Eing?
– Lo has hecho el revés. Tenías que haberlo dejado entrar a Rusia y prohibirle la salida después.
– Buenos días, Albertov.
– Que te llamo porque quiero hacerte una protesta formal, de presidente a presidente, por la prohibición a Valcarcelovich para entrar a Rusia.
– ¿Y qué vas a hacer si no acepto la protesta?
– Lo mismo te mando p’allá a Bascuñanikov. Y este se te planta allí y no habrá manera de que lo eches.
– Vas fuerte, tío. Me lo tendré que pensar.
– No lo pienses más y levanta el veto ya.
– Es que lo que hizo estuvo muy mal hecho.
– Ya sé, ya sé. Se compró un jersey fashion y se fue a Ucrania a hacer de perroflauta en una plaza en plan ‘sí se puede’ y ‘no nos representan’. Las cosas que ha aprendido en San Esteban mirando por la ventana. Él es así. Si yo te contara lo que hace por aquí y todavía no hemos conseguido que se vaya…
– Lo que estuvo muy mal es que no me invitara a la boda de su hija.
– Ah, que es por eso. Míralo por el lado positivo: te ahorraste un pastón en el regalo.
– ¿Pero tú sabes que va por Europa hablando de sostenibilidad, que es algo que a los rusos nos toca los cojones, especialmente a los de Marbella? Y hay que frotarse los ojos, porque es el mismo de Marina de Cope, de la autopista a Vera, de Novo Carthago, de la Zerrichera…
– Habría que ver cómo financias tú a tu partido y a tu comiterm. Levántale el veto ya, hombre, o te mando para allá a Camarasnikov y te pone un tranvía a la estepa de esos que no van a costar un euro y que luego hay que estar pagando toda la vida.
– Esa amenaza es gorda, te lo admito. Pero, mi querido Albertov, tú empezaste primero. Lo nombraste en secreto comisionado para asuntos europeos y lo cesaste al mes.
– Pero eso fue para que no perdiera la condición de vip en los aeropuertos mientras no salía eurodiputado.
– Los caprichitos del nene, ¿eh?
– ¿Por qué no te callas?
– ¿Comooor?
– No puedo consentir que un presidente extranjero haga ironías sobre mi amigo (¡ejem!) Valcarcelovich, que ha sido presidente de Murcia y como tal merece un respeto.
– Yo respeto a todo el mundo. Fíjate si tendré remilgos que he apoyado hasta a Blatter para la FIFA
– Eso es un menosprecio, porque el PP murciano, con todo lo que se diga, todavía no está a la altura de la FIFA.
– Al menos me reconocerás que la situación por la que estáis pasando, con los mataos de Ciudadanos sacandoos los colores con los imputados, es para risa.
– Por reconocerte te reconozco que si no fuera por el paro, el aeropuerto, la desaladora, el Ave sin soterrar, el Memorándum del agua, los índices de pobreza, la financiación, la deuda y el déficit, entre una docena de cosas más, la situación sería, como tú dices, de risa.
– ¿Entonces, qué? ¿Le levanto el veto o no se lo levanto?
– Vladimiro, joder, hay que ver lo cuadriculados que sois los rusos. No pilláis las sutilezas diplomáticas. Hay que decíroslo todo.
– ¿Eing?
– Lo has hecho el revés. Tenías que haberlo dejado entrar a Rusia y prohibirle la salida después.
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