Todo consiste en girar un poco la mesita.
El protocolo escénico de la Asamblea Regional exigía a los nuevos
diputados jurar o prometer su cargo ante una mesita situada a ras de los
escaños y enfrentada al trono de mármol en cuya altura se aposentaba la
representación presidencial de edad que dirigía las tomas de posesión.
Los diputados desfilaban ante la mesita y leían la fórmula de compromiso
obligados a hacerlo de espaldas a sus compañeros de escaño y a la zona
donde se instalaba el público asistente a la sesión. Todo transcurría
según lo previsto hasta que llegó el turno de la socialista Rosa
Peñalver, quien se sitúo de perfil y dio un giro a la mesita para que el
libro de la Constitución quedara ante ella en su nueva posición. Lo
justificó asegurando que no quería prometer su cargo de espaldas a los
ciudadanos. El resto de los diputados que tomaron posesión tras ella
dieron el giro a la mesita.
Así de sencillo. Girar la mesita. Ofrecer la cara a la gente. Uno de
esos gestos que pueden acabar no significando nada si la práctica los
desmiente. Pero de entrada significan mucho, pues el valor de los
pequeños detalles es inmenso en ceremonias en que lo que cuenta son
precisamente los pequeños detalles. Durante décadas no hemos reparado en
que los diputados tomaban posesión de espaldas a los ciudadanos en
reverencia al altar institucional.. Y de que esto podía tener un
contenido metafórico. Peñalver nos descubrió el pasado lunes que las
metáforas son sustantivas e invirtió los términos. Una nueva política,
si es que vamos a ella, requiere empezar por girar la mesita.
A la contra de las notas de frescura, la presidenta de la mesa de
edad, doña Ranciedad, dio paso a la proclamación de Peñalver como
segunda autoridad de la Región titulándola en masculino al atender a una
supuesta corrección académica, en todo caso optativa y desde luego
desterrada, como tantas, por el uso común. La primera acepción de
‘presidenta’, según la RAE, es “mujer que preside”, como en el caso de
Peñalver. Hay quienes no se contienen para mostrar sus reflejos
antañosos e insisten en seguir manteniendo la mesita contra la pared.
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