miércoles, 17 de junio de 2015

Girar la Mesita / Ángel Montiel

Todo consiste en girar un poco la mesita.
 
El protocolo escénico de la Asamblea Regional exigía a los nuevos diputados jurar o prometer su cargo ante una mesita situada a ras de los escaños y enfrentada al trono de mármol en cuya altura se aposentaba la representación presidencial de edad que dirigía las tomas de posesión. Los diputados desfilaban ante la mesita y leían la fórmula de compromiso obligados a hacerlo de espaldas a sus compañeros de escaño y a la zona donde se instalaba el público asistente a la sesión. Todo transcurría según lo previsto hasta que llegó el turno de la socialista Rosa Peñalver, quien se sitúo de perfil y dio un giro a la mesita para que el libro de la Constitución quedara ante ella en su nueva posición. Lo justificó asegurando que no quería prometer su cargo de espaldas a los ciudadanos. El resto de los diputados que tomaron posesión tras ella dieron el giro a la mesita.

Así de sencillo. Girar la mesita. Ofrecer la cara a la gente. Uno de esos gestos que pueden acabar no significando nada si la práctica los desmiente. Pero de entrada significan mucho, pues el valor de los pequeños detalles es inmenso en ceremonias en que lo que cuenta son precisamente los pequeños detalles. Durante décadas no hemos reparado en que los diputados tomaban posesión de espaldas a los ciudadanos en reverencia al altar institucional.. Y de que esto podía tener un contenido metafórico. Peñalver nos descubrió el pasado lunes que las metáforas son sustantivas e invirtió los términos. Una nueva política, si es que vamos a ella, requiere empezar por girar la mesita.

A la contra de las notas de frescura, la presidenta de la mesa de edad, doña Ranciedad, dio paso a la proclamación de Peñalver como segunda autoridad de la Región titulándola en masculino al atender a una supuesta corrección académica, en todo caso optativa y desde luego desterrada, como tantas, por el uso común. La primera acepción de ‘presidenta’, según la RAE, es “mujer que preside”, como en el caso de Peñalver. Hay quienes no se contienen para mostrar sus reflejos antañosos e insisten en seguir manteniendo la mesita contra la pared.

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