No han
servido de nada los cambios efectuados por el presidente del Gobierno y
del Partido Popular, Mariano Rajoy, en la estructura del PP que trataban
de relajar las tensas relaciones existentes entre el partido y el
Gobierno. Rajoy paralizó su proyecto de cambio en el Ejecutivo una vez
que la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, le
expresó su deseo de permanecer tanto en el partido, como número dos,
como en Castilla La Mancha para realizar las labores de oposición.
Estas
fueron las razones más recurrentes de Cospedal en su encuentro con
el Presidente del Gobierno a quien recordó que esta decisión la
tomaba sencillamente porque había sido su compromiso durante la
campaña electoral. Se quedaría en la oposición si perdía las
elecciones, y así lo hará.
Pero tras estas razones de peso, que algunos interpretan más como una racionalización que la verdadera causa de la negativa dada al presidente del Gobierno, hay otra causa muy importante. Según comentan personas próximas a la dirección del Partido Popular en Castilla La Mancha, la negativa a formar parte del Gobierno de Mariano Rajoy es la presencia de Soraya Sáenz de Santamaría como vicepresidenta del mismo. Las diferencias entres ambas han hecho la situación insoportable.
Con estos antecedentes el panorama que se presenta de cara a las próximas elecciones generales para el PP no es halagüeño. Las divisiones internas de los partidos se pagan siempre con resultados muy negativos. Todo el mundo recuerda cómo la división interna provocó la posterior desaparición de la UCD. Aunque tenemos más reciente el caso de cómo los problemas internos en UPyD, unidos al fracaso para unirse a Ciudadanos, ha dejado en las últimas elecciones en una situación muy complicada de supervivencia al partido magenta que lidera Rosa Díez.
Además, pese a que el grupo de amigos ministros de Mariano Rajoy, conocido como G-8 compuesto por Jorge Fernández Díaz, Ana Pastor, José Manuel García Margallo, José Manuel Soria, José Ignacio Wert, Rafael Catalá, Isabel García Tejerina y Miguel Arias Cañete suspendió un encuentro después de las elecciones del 24-M por sugerencia directa del Jefe del Ejecutivo, las tensiones permanecen. De hecho, no se paran estos enfrentamientos entre los componentes del Consejo de Ministros.
Con la renovación de la cúpula de Partido Popular, donde la media de edad ha quedado por debajo de los 40 años, una parte muy importante de los cargos del PP han empezado a temer por su futuro. Son todos aquellos de entre 45 y 60 años, que estando en plenitud de facultades, habiendo dado lo mejor que tienen por el partido, empiezan a temer que aunque ganaran las próximas elecciones, ven más difícil que se siga contando con ellos.
El temor de que Cristóbal Montoro, considerado por el presidente del Gobierno como la clave del programa de reordenación de las cuentas del Estado, no se presente a las próximas elecciones, ha puesto a temblar a muchos de los que por su decisión han logrado posiciones relevantes en la gestión de las empresas todavía en manos del Estado.
Esta salida de la vida política y del Gobierno, no es una cuestión menor. La relevante gestión del todavía Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, merece un reconocimiento explícito, aunque en su debe haya que cargarle que haya adoptado en los últimos meses una actitud tan antipática en sus comparecencias públicas.
La resolución de la crisis de Gobierno en Educación con el cambio de José Ignacio Wert por Íñigo Méndez de Vigo, necesita explicación. Si Wert se marcha a París por su cuenta, no debería tener consecuencia política alguna. Si fuera designado embajador ante la OCDE generará un gran malestar entre muchos dirigentes populares y seguro que provocará un clamor contra la decisión, que se acabaría pagando en las urnas.
(*) Periodista
Pero tras estas razones de peso, que algunos interpretan más como una racionalización que la verdadera causa de la negativa dada al presidente del Gobierno, hay otra causa muy importante. Según comentan personas próximas a la dirección del Partido Popular en Castilla La Mancha, la negativa a formar parte del Gobierno de Mariano Rajoy es la presencia de Soraya Sáenz de Santamaría como vicepresidenta del mismo. Las diferencias entres ambas han hecho la situación insoportable.
Con estos antecedentes el panorama que se presenta de cara a las próximas elecciones generales para el PP no es halagüeño. Las divisiones internas de los partidos se pagan siempre con resultados muy negativos. Todo el mundo recuerda cómo la división interna provocó la posterior desaparición de la UCD. Aunque tenemos más reciente el caso de cómo los problemas internos en UPyD, unidos al fracaso para unirse a Ciudadanos, ha dejado en las últimas elecciones en una situación muy complicada de supervivencia al partido magenta que lidera Rosa Díez.
Además, pese a que el grupo de amigos ministros de Mariano Rajoy, conocido como G-8 compuesto por Jorge Fernández Díaz, Ana Pastor, José Manuel García Margallo, José Manuel Soria, José Ignacio Wert, Rafael Catalá, Isabel García Tejerina y Miguel Arias Cañete suspendió un encuentro después de las elecciones del 24-M por sugerencia directa del Jefe del Ejecutivo, las tensiones permanecen. De hecho, no se paran estos enfrentamientos entre los componentes del Consejo de Ministros.
Con la renovación de la cúpula de Partido Popular, donde la media de edad ha quedado por debajo de los 40 años, una parte muy importante de los cargos del PP han empezado a temer por su futuro. Son todos aquellos de entre 45 y 60 años, que estando en plenitud de facultades, habiendo dado lo mejor que tienen por el partido, empiezan a temer que aunque ganaran las próximas elecciones, ven más difícil que se siga contando con ellos.
El temor de que Cristóbal Montoro, considerado por el presidente del Gobierno como la clave del programa de reordenación de las cuentas del Estado, no se presente a las próximas elecciones, ha puesto a temblar a muchos de los que por su decisión han logrado posiciones relevantes en la gestión de las empresas todavía en manos del Estado.
Esta salida de la vida política y del Gobierno, no es una cuestión menor. La relevante gestión del todavía Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, merece un reconocimiento explícito, aunque en su debe haya que cargarle que haya adoptado en los últimos meses una actitud tan antipática en sus comparecencias públicas.
La resolución de la crisis de Gobierno en Educación con el cambio de José Ignacio Wert por Íñigo Méndez de Vigo, necesita explicación. Si Wert se marcha a París por su cuenta, no debería tener consecuencia política alguna. Si fuera designado embajador ante la OCDE generará un gran malestar entre muchos dirigentes populares y seguro que provocará un clamor contra la decisión, que se acabaría pagando en las urnas.
(*) Periodista
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