lunes, 1 de junio de 2015

Unidad popular y cambio político / José de Haro

Muchas son las lecturas que se han hecho de los resultados electorales del pasado 24 de Mayo. De éstos extraigo tres conclusiones que, a mi juicio, determinan el cuadro sociopolítico del país y su evolución a corto y medio plazo. 

En primer lugar, el hecho del varapalo inobjetable sufrido por el bipartidismo. Efectivamente, la suma de PP y PSOE se ha quedado en el 52%, frente al 65% de hace cuatro años. La parte del león de esta pérdida se la ha llevado el PP (dos millones y medio de votos perdidos), mientras que el PSOE ha restado 700.000. 

Por consiguiente, prosigue el desgaste del bipartidismo sostén del Régimen del 78, si bien esta merma queda relativizada por el hecho de la irrupción de una fuerza, Ciudadanos, que vendría a ser una marca blanca de dicho régimen, lanzada al mercado ante el inexorable desgaste de las dos principales. La conclusión es que el sistema político nacido de la transición ha sufrido algunas grietas importantes, pero dista de estar definitivamente tumbado. Con un matiz añadido: conforme nos adentramos en lo que podríamos llamar la España profunda o periférica, de la que nuestra región es uno de sus máximos exponentes, la resistencia del bipartidismo se acrecienta, hasta el punto de que en zonas rurales su desgaste es mínimo, sobre todo en el ámbito municipal. 

Por el contrario, y aquí me adentro en la segunda de las conclusiones, en la España urbana y central, las grandes ciudades han sufrido una auténtica sacudida. En no pocas de aquéllas, candidaturas ciudadanas de unidad popular, alimentadas por Podemos, IU, nacionalistas de izquierda, colectivos sociales y vecinales, de las que sus máximos exponentes han sido Ahora Madrid, Barcelona en Común o las Mareas Atlánticas, se han alzado con el triunfo, a expensas del apoyo socialdemócrata.

Y lo anterior me permite abordar la última de las reflexiones, a mi juicio la más importante, por cuanto hace referencia a las posibilidades de transformación en este país desde la perspectiva de la izquierda. Es un hecho objetivo que el triunfo de las opciones alternativas se ha producido siempre y cuando éstas se han enmarcado en proyectos unitarios, lo que se ha sustanciado casi exclusivamente en el ámbito municipal. Podemos, en solitario en las autonomías o auspiciando candidaturas exclusivas en lo municipal, ha obtenido unos muy buenos resultados, sin duda, pero lejos de las expectativas trazadas. Ha conseguido bastantes votos menos que las candidaturas unitarias municipalistas y en no pocos municipios y circunscripciones autonómicas la izquierda convencional ha sumado tantos o más apoyos que el partido de Pablo Iglesias. 

Ello quiere decir, en mi opinión, que Podemos debe repensar su asalto en solitario a los cielos y reemplazar esta fórmula por un proceso de acumulación de fuerzas sostenido, cuyo eje central sea la unidad popular para crear organización desde la base y la ciudadanía en barrios, pueblos y centros de trabajo, que cristalice en candidaturas electorales en noviembre que aspiren a alcanzar la mayoría en el Congreso de los Diputados. No hay duda de que esta andadura tiene que considerar la posición hegemónica que tiene Podemos en el ámbito rupturista, lo cual ha de ser compatible con el hecho de que la izquierda y la ciudadanía no adscrita se encuentren cómodas y respetadas en los mecanismos organizativos que se articulen. Con un poco de inteligencia, imaginación y generosidad, esto puede ser posible. 

Se trata de superar la situación actual, en la que las fuerzas del cambio se han de conformar con apoyar al PSOE para evitar gobiernos del PP. El planteamiento ha de ser inverso: el PSOE debe encontrarse, a partir de noviembre, en la disyuntiva de apoyar a la izquierda alternativa o forjar la gran coalición con el PP, que ahora invocan Esperanza Aguirre o Rita Barberá a fin de frenar a las fuerzas 'antidemocráticas'. 

La mayoría ciudadana que está por el cambio real debiera encontrarse en noviembre con una candidatura unitaria estatal liderada por Pablo Iglesias y Alberto Garzón.

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