Un mando intermedio en la escala jerárquica de Radio Nacional da la orden conminatoria: No se abre el boletín con la muerte de Pedro Zerolo
y ha habido una especie de plante de la redacción. Censura y uso
partidista de los medios públicos. Y con malos modos. Tan crispado
ambiente de fin d'époque depara momentos tan delirantes como este
en que un sectario carga contra un difunto. Por cierto, qué grande era
Pedro Zerolo que hasta muerto lo persiguen las sabandijas.
Eso
de los malos modos es tan clamoroso que la directora de Informativos de
la cadena pública de Castilla La Mancha, Victoria Vigón, tiene abierto
un expediente en la Dirección General de la Inspección de Trabajo por
“trato degradante y vejatorio” al personal de la casa. Es decir, por
andar insultando a los subordinados por los pasillos. El director
general de esta cadena de agitprop, Nacho Villa, un comisario político tan feo por fuera como por dentro, arremete contra el mensajero y quiere acallar a El Plural, que es el que informó del expediente y de sus circunstancias, del más recio casticismo de la derecha, a base de insultar a los trabajadores.
La
censura está implantada desde el comienzo del mandato de Rajoy. Este
empezó nombrando director de RTVE a un fiel militante de su partido con
el desastroso resultado de todos conocido, en cuestión de audiencia, hoy
por debajo de las dos competidoras privadas mayores. Aun así, debe de
parecerle poco y ha nombrado en el cargo al antiguo director general de
Telemadrid, de forma que el hundimiento definitivo de RTVE está ya
garantizado. Entre tanto, este director general se pavonea en sede
parlamentaria de ser votante del PP. Escolar publica un artículo,
explicando que no
solamente es votante del PP, sino que ha cobrado de la caja B de
Bárcenas, está a sueldo del partido y miente en nombre del partido. Brillante.
La
Ley Mordaza recibe ese sobrenombre por ser de represión y censura. Y
censura gráfica. Está prohibido fotografiar a los policías en plena
faena; ahora también está prohibido fotografiar detenidos. En unos días
se prohibirá fotografiar monumentos como la estatua esa del Comandante
Franco en Melilla en torno a la cual se inmortaliza un grupo de guardias
civiles como muestra de su espíritu democrático. La censura está en el
espíritu de estos gobernantes. Hace poco el ministro de Justicia (sic),
Catalá, insinuaba la posibilidad de establecer una especie de censura
previa en la prensa. Tuvo que recoger velas cuando le hicieron ver que
insinuaba un disparate.
Les
gusta la censura. Les gusta el silencio. Que nadie diga nada. Añoran la
dictadura. Que no se hable de política. De política solo habla el
gobierno. Para no decir nada. Ejemplos paradigmáticos, los alegatos de
Rajoy en los que jamás dice algo concreto. O para llevar el debate a la
corrala, como hace la show-woman Aguirre. O para provocar a la
sana razón, como los dislates de Cospedal. O para hacer reír a la tropa,
como las tonterías de Floriano.
Ese es el discurso que debe prevalecer y, para ello, es preciso censurar los demás, acallarlos, para acabar con el martilleo de las televisiones sobre la corrupción. No acabar con la corrupción, entiéndase, sino con su martilleo.
¿Y qué me dicen de la ampliación de la querella contra Mas por los presuntos delitos de amenazas y coacciones,
además de los de desobediencia, malversación de fondos y prevaricación?
El objetivo manifiesto es inhabilitar al presidente y, en consecuencia,
truncar la posibilidad de unas elecciones plebiscitarias. El objetivo
de fondo es acallar, silenciar a un pueblo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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