Ayer se celebró el cuarto aniversario
del movimiento de los indignados, aquellos miles de personas que se
sentaron en lugares públicos en Madrid, especialmente la Puerta del Sol,
a agitar las manos en silencio y movidas en un primer momento por el
éxito del libro del veterano resistente Stéphane Hessel, Indignez Vous! Cuestionaban
el conjunto del sistema, sostenían que los diputados no los
representaban, se consideraban apartidistas pero no apolíticos, creían
en la acción libre y espontánea de la gente, a través de la
intervención directa, sin cauces intitucionales que todo lo deforman.
Por
entonces, Palinuro dio cuenta del fenómeno en una serie de crónicas
sobre el 15M que abarcaron desde el 18 de junio de 2011 la primera,
titulada Crónicas de la revolución indignada hasta otra, la número XXIII, titulada también Crónica de la revolucion indignada (XXIII),
publicada el 16 de octubre de 2011. Después de estos veintitrés
artículos, vinieron algunos otros esporádicos y diversas críticas de
libros. Porque a los indignados les ocurrió como a los de Podemos: no
habían terminado de hablar y ya muchos editores estaban publicando best-sellers
sobre ellos. Si Palinuro fuera un avispado publicante, estaría buscando
sello para sus cuartillas. No siéndolo, las dejará dormir el sueño del
olvido en la nube de internet. Y eso que, repasando someramente sus
contenidos. comprueba que un porcentaje alto de ellos aguanta
gallardamente el paso del tiempo. Otros no, por supuesto.
Uno
de los aspectos que más se elaboraba en aquellos escritos era el
problema de la institucionalización del movimiento. El 15M era una
crítica al conjunto del sistema, considerado de imposible regeneración.
Era preciso sustituirlo por otro. Pero nunca estuvo claro cómo se hacía
ya que, a pesar de la repugnancia casi instintiva del movimieno a los
partidos, estos son imprescindibles para la acción política y la acción
política se realiza en sede parlamentaria. Sin duda también puede
hacerse en los bancos de las plazas o las terrazas de los McDonalds pero
seguro que no tiene la misma eficacia. Y en este punto había un
conflicto y un impasse: el 15M no tragaba los partidos políticos,
cauces de todas las ponzoñas que corroen la vida pública, pero, al
mismo tiempo, no acababa de averiguar con qué podría sustituirlos. Y
tenía que hacerlo, so pena de vegetar en la inoperancia.
Surgieron
así varios intentos de constituirse en partidos que no acabaron de
cuajar del todo y, finalmente, Podemos echó a andar enarbolando la idea
de ser los "herederos" del 15M que, por cierto, se obstina en su rechazo
a toda disciplina partidista. Esta pretensión de ser herederos del 15M,
quizá una forma de eso que llaman la "ventana de oportunidad", presenta
sin embargo, tres ambigüedades muy características de la organización.
A
saber: 1ª El heredero es alguien distinto del difunto, por
razones biológicamente obvias. El partido trata de salvar el escollo
diciendo de sí mismo que es un "partido-movimiento", un concepto tan
convincente como el del felino vegetariano. 2ª Por razones jurídicamente no menos obvias, el heredero, a pesar de todo, es el difunto
porque, salvas circunstancias extraordinarias, entra en propiedad
universal de sus derechos y deberes. Luego no le queda más remedio de
ser lo que no es. 3ª La experiencia humana muestra que, antes
pronto que tarde, los herederos acaban mirando por sí más que por los
intereses de los finados, porque no son estos. Igual que Podemos no es
heredero del 15M diga lo que diga.
Por
un lado, tenemos a estos últimos tan indignados como siempre, de vuelta
a las plazas, afirmando que nadie los representa y de otra, tenemos a
Podemos asegurando su condición de herederos. La conclusión sensata y
obvia será que Podemos seguirá tirando de la pretendida herencia siempre
que le beneficie pero con la misma legitimidad con que los curas de hoy
afirman ser los herederos de la iglesia de las catacumbas, y eso
mientras va adaptándose a los usos y costumbres parlamentarios a toda
velocidad para evitar que las otras fuerzas políticas la encasillen en
una consideración extraparlamentaria en la que al final quizá le aguarde
la misma aburrida tradición y actividad que tenía su inmediata
antecesora, Izquierda Unida, de la que sí parece ser bastante más
heredero que del 15M.
Y
es aquí en donde, como para hacer realidad la sospecha de que la
indignación no surgiría si alguien no la provocara, reaparece el califa
Anguita lanzando anatemas como siempre pero esta vez en contra del PCE y
de la IU que él mismo creó y en un artículo de Mundo Obrero. Se
ha pasado el tiempo de estas organizaciones, sostiene el que las condujo
de fracaso en fracaso (eso sí, alguno brillante si se comparaba con los
desastrosos resultados que habían obtenido sus antecesores) y hay que
experimentar fórmulas nuevas. Teniendo en cuenta que tampoco parece ya
totalmente feliz con Podemos, probablemente porque atisba en él,
innobles tendencias a negociar o pactar con el infame enemigo, verdadero
paria de la sociedad política, auténtico intocable que es el PSOE, el
panorama que el ilustre zahorí adelanta a la izquierda es el de
desmantelar todas sus formaciones momentos antes de la batalla afirmando
que, de no hacerse ahí, estará perdida.
Sin duda los indignados tienen razones poderosas para sentirse tales y más que van a tener cuando comprueben que estos gobernantes neofranquistas no van a dejarles resollar. Pero una de las más poderosas será comprender cómo algunos sectores y personalidades de la izquierda son neuróticamente incapaces de superar sus odios y rencillas y de poner en práctica una unidad que es tanto más necesaria cuanto más imposible la hace su permanente delirio ególatra.
El de él y el de sus discípulos y seguidores.
Sin duda los indignados tienen razones poderosas para sentirse tales y más que van a tener cuando comprueben que estos gobernantes neofranquistas no van a dejarles resollar. Pero una de las más poderosas será comprender cómo algunos sectores y personalidades de la izquierda son neuróticamente incapaces de superar sus odios y rencillas y de poner en práctica una unidad que es tanto más necesaria cuanto más imposible la hace su permanente delirio ególatra.
El de él y el de sus discípulos y seguidores.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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