jueves, 21 de mayo de 2015

Rajoy se ha hecho zapateriano / Ángel Montiel

Cuando la crisis empezó a hacer estragos, Zapatero no admitía ni su mera existencia. Era el optimista ingenuo que no quería ver el vaso vacío cuando no siquiera había vaso. Rajoy, que tanto y con tanta razón criticó tamaño autismo político, ha acabado parodiando a aquel Zapatero. Ahora ve el vaso lleno.
 
Las dificultades del PP para colocar su mensaje son las mismas de Zapatero para sostener el suyo. Ambos protagonizan, en su respectivo contexto, un desplazamiento de la realidad. El fraccionamiento de las opciones políticas se ha producido por la crisis, sus consecuencias letales más la nefasta gestión de la misma. Y, sobre todo, por lo que la crisis ha desvelado acerca de los intereses que vinculan al estamento político con el económico y financiero a costa de la mayoría social y el correspondiente acarreo de corrupción que conlleva la pérdida del horizonte del interés general. De ahí que las nuevas alternativas políticas, aparte de sus propuestas y programas de un signo o de otro, hayan conseguido instalarse sobre una idea-fuerza que conecta a la perfección con la experiencia cotidiana de un muy grueso conjunto de la ciudadanía. Frente a esto, la idea-fuerza de Rajoy  es todo va bien, la cual carece de muy escasas perchas donde colgarla.

Y dado que ese discurso se pierde en el vacío, le es preciso recurrir a su apuntalamiento con un recurso tradicional: la apelación al miedo. Para Rajoy, el final del bipartidismo conduce al ‘lío’, y esto entretiene de la tarea fundamental a que él y los suyos se aplican: la salida de la crisis. Para que el diseño de situación resultara perfecto habría que borrar la evidencia de que la destrucción de la estabilidad económica se ha producido con la gestión alternativa del ticket bipartidista. El problema no lo han creado Podemos ni Ciudadanos, sino que éstos han surgido a consecuencia del problema.

La estrategia de Rajoy es legítima, pero le faltan las patas para que pueda ser sostenida. Aparte de que contiene una grave desviación moral al apelar al egoísmo individual ante una supuesta recuperación económica sin atajar el baldón insoportable de la corrupción, que queda relativizada como mal menor cuando es causa fundamental de la crisis.

En definitiva, el dilema entre todo va bien o todo va mal es el que decidirá estas elecciones. Y ahí, me parece, Rajoy peca de zapateriano.

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