Cuando la crisis empezó a hacer estragos, Zapatero no admitía ni su
mera existencia. Era el optimista ingenuo que no quería ver el vaso
vacío cuando no siquiera había vaso. Rajoy, que tanto y con tanta razón
criticó tamaño autismo político, ha acabado parodiando a aquel Zapatero.
Ahora ve el vaso lleno.
Las dificultades del PP para colocar su mensaje son las mismas de
Zapatero para sostener el suyo. Ambos protagonizan, en su respectivo
contexto, un desplazamiento de la realidad. El fraccionamiento de las
opciones políticas se ha producido por la crisis, sus consecuencias
letales más la nefasta gestión de la misma. Y, sobre todo, por lo que la
crisis ha desvelado acerca de los intereses que vinculan al estamento
político con el económico y financiero a costa de la mayoría social y el
correspondiente acarreo de corrupción que conlleva la pérdida del
horizonte del interés general. De ahí que las nuevas alternativas
políticas, aparte de sus propuestas y programas de un signo o de otro,
hayan conseguido instalarse sobre una idea-fuerza que conecta a la
perfección con la experiencia cotidiana de un muy grueso conjunto de la
ciudadanía. Frente a esto, la idea-fuerza de Rajoy es todo va bien, la
cual carece de muy escasas perchas donde colgarla.
Y dado que ese discurso se pierde en el vacío, le es preciso recurrir
a su apuntalamiento con un recurso tradicional: la apelación al miedo.
Para Rajoy, el final del bipartidismo conduce al ‘lío’, y esto
entretiene de la tarea fundamental a que él y los suyos se aplican: la
salida de la crisis. Para que el diseño de situación resultara perfecto
habría que borrar la evidencia de que la destrucción de la estabilidad
económica se ha producido con la gestión alternativa del ticket
bipartidista. El problema no lo han creado Podemos ni Ciudadanos, sino
que éstos han surgido a consecuencia del problema.
La estrategia de Rajoy es legítima, pero le faltan las patas para que
pueda ser sostenida. Aparte de que contiene una grave desviación moral
al apelar al egoísmo individual ante una supuesta recuperación económica
sin atajar el baldón insoportable de la corrupción, que queda
relativizada como mal menor cuando es causa fundamental de la crisis.
En definitiva, el dilema entre todo va bien o todo va mal es el que
decidirá estas elecciones. Y ahí, me parece, Rajoy peca de zapateriano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario