La palabra mágica que toca ahora es
estabilidad. Significa que son precisos Gobiernos de mayoría para
garantizar la recuperación económica. El fraccionamiento multicolor de
los Parlamentos autonómicos y de los plenos municipales sería
contraproducente porque las políticas estarían sometidas a vaivenes e
incertidumbres, lo contrario de lo que reclama la economía. Y exhiben el
ejemplo de Andalucía, donde aún no ha sido posible formar Gobierno.
La teoría es impecable: en tiempos de crisis son necesarios Gobiernos
fuertes. El problema es que la práctica nos muestra que con Gobiernos
fuertes nos aplastó la crisis. Primero, con Zapatero, y después, con Rajoy.
La crisis, la mala gestión de la crisis y sus consecuencias se han
producido con Gobiernos monocolor como el de la Región de Murcia.
Los
Gobiernos estables son los que han traído inestabilidad a las personas, a
las familias, a las empresas. Con Gobiernos estables se han
desestabilizado el empleo, la propiedad de las viviendas o los derechos
sociales básicos y se ha regresado a la sociedad dual de ricos y pobres.
Los Gobiernos estables son los que han institucionalizado la
corrupción.
Andalucía. Si tanto les preocupa la estabilidad ¿por qué el PP no vota a favor de la investidura de Susana Díaz
o se abstiene? ¿Por qué estarían más obligados a hacerlo IU, Podemos o
Ciudadanos? Ahí tienen los populares una prueba para manifestar la
importancia que prestan a la estabilidad.
No quieren estabilidad para salir de la crisis. La necesitan para, en
efecto, estabilizar definitivamente las rebajas sociales y las nuevas
estructuras precarias que ha acarreado la crisis tal y como la han
gestionado con impecable estabilidad.
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