Mantenía una charla hace años con un político entonces muy importante
cuando inesperadamente se abrió la puerta del despacho y accedió, muy
excitado, uno de sus colaboradores, quien sin reparar en mi presencia
anunció: “Jefe, ya está todo resuelto”, e inició un relato torrencial de
cómo entre él y otros habían conseguido manipular una asamblea de su
partido en favor del jefe. Éste lo interrumpió, contrariado, y dijo una
frase sensacional que no he olvidado después de tantos años: “Pero ¿no
te das cuenta, capullo, de que yo no puedo saber eso?”.
En una de las escenas de la serie House of cards, la Biblia
donde está todo, el presidente de los EE UU, advertido de que algo muy
confuso se cuece en su entorno de lo que sus colaboradores no quieren
hacerlo partícipe, pregunta a su hombre de confianza: “¿Debo saber algo
de esto?”, a lo que el otro le responde que ni siquiera es conveniente
que haya preguntado por ello.
Hay liderazgos y jefaturas sustentados sobre letrinas, pero quienes
ostentan el mando no quieren ni deben saber lo que hay en ellas. Esto es
por lo que creo firmemente que Chaves y Griñán desconocían por completo
los mecanismos del sistema de corrupción ingeniado para mantenerlos en
el poder. Por supuesto, es verdad que nadie les puso a leer los informes
que denunciaban el saqueo de los ERE y todo lo demás. La función de sus
colaboradores consistía precisamente en aislarlos del juego sucio, y
eran elegidos para que fueran eficaces en ese desempeño. Chaves y Griñán
sólo sabían que no debían saber. Esto es el catón.
Pero, claro, hay quienes fuerzan demasiado la regla. Hace unos días,
un cuñado del exjefe de Planeamiento municipal de Murcia, acusado de
concertar ventajosamente operaciones urbanísticas con éste, declaraba
ante el juez del caso Barraca que no tenía ni idea de en qué trabajaba
su pariente en el Ayuntamiento. Ahí le has dado. Un paso más y acabaría
alegando que ni siquiera sabía que era su cuñado. Chaves y Griñán no
tienen inconveniente en aparecer como cínicos, pero al menos mantienen
la dignidad de no pretender hacerse pasar por tontos.
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