sábado, 18 de abril de 2015

Los muertos dominan a los vivos / Ramón Cotarelo *

El gobierno del PP nació muerto. Al aplicar de inicio un programa electoral contrario al ofrecido, fue sustituido por otro, cuyos miembros eran espectros del pasado, revenants. El propio Rajoy, tras reconocer que carecía de palabra, solo osaba aparecer en público a través del plasma por temor a mostrar sus rasgos cadavéricos.

Toda la gestión del ejecutivo en la Xª Legislatura ha consistido en mantenerse insepulto, sin poder evitar que el hedor se expanda por doquiera. Los sucesivos escándalos de corrupción y los que todo el mundo sabe seguirán estallando como bombas fétidas tiñen el panorama con colores cárdenos y pardos bastante repugnantes.

Además de haber incumplido sus compromisos, el presidente ha mentido en sede parlamentaria; se ha negado sistemáticamente a dar explicaciones ni cuentas de sus actos; ha censurado y manipulado los medios de comunicación convirtiéndolos en una máquina de propaganda; ha gobernado por decreto con desprecio del legislativo; ha politizado todas las intituciones del Estado incluida, en parte, la Justicia; ha corrompido la administración pública a través de unas relaciones a cuatro bandas entre cargos públicos del partido, funcionarios venales, empresarios corruptores y corruptos y delincuentes; ha promovido una legislación autoritaria y represiva en materia de orden público con el fin de sofocar por la fuerza las manifestaciones de descontento.

Todo eso sin conseguir lavar su imagen ni eliminar el hedor de todas sus actuaciones. La última, esa vergonzosa privatización del registro civil que lo beneficia a él personalmente y a sus hermanos, todos registradores de profesión. Ignoro si cabe aducir un caso de desvergüenza individual más claro. Colectiva, desde luego. Sin ir más lejos, la negativa de ayer del gobierno insepulto a publicar la lista de los 705 sospechosos de blanqueo de dinero , cosa propiciada por él mismo merced a su amnistía fiscal.

Ya solo son unos zombies, dirigidos por una sombra espectral que únicamente aparece en recepciones a dignatarios extranjeros y hay quien dice que, en realidad, es un doble. Y cuando ven que van a perder las elecciones por goleada, como en Andalucía, se ponen nerviosos y montan espectáculos como el del roto Rato de ayer, quien ha pasado de autor del milagro económico a villano, enemigo público número uno, pero solo para dejar bien claro dos horas más tarde que la ley no es, ni será con esta gente, igual para todos. Hay personas en la cárcel por haberse manifestado pacíficamente frente a un banco. Pero el que esquilmó el banco en su provecho duerme en su casa, con su familia. Está libre.

Pero es otro cadaver insepulto. Casi convendría que lo llevaran a la morgue de Soto del Real, a hacer compañía a los otros difuntos de este velatorio español, animado por las procesiones del Corpus y los escraches de cristianos de base a esos jardines colgantes de Babilonia en los que hace penitencia Rouco Varela. Un sepelio que empezó al día siguiente de las elecciones de 20111 y no acabará hasta las próximas legislativas, que ya veremos cuándo son.

La vana esperanza. Si estamos esperando a que alguien ponga fin a este fúnebre esperpento, vayamos pensando en otra cosa. Es una vana esperanza. La función la dicta el gobierno. La danza de los muertos marca los ritmos y tiempos de la de los vivos que quizá no estén tan vivos. El gobierno determina lo que se hace, no se hace, se dice o no se dice. Es un dominio absoluto. Y la oposición, supuestamente los vivos, baila a la música que le tocan y recita el papel que le asignan.

El gobierno zombie se enfrenta a dos oposiciones, la parlamentaria y la extraparlamentaria. Pero solo habla y con voz cavernosa de la extraparlamentaria y de las desgracias seguras, el Armagedón que llegará si se vota a los adanes descamisados o a los de chaqueta y corbata. Prueba de que la oposición parlamentaria no le preocupa. Y hace bien. Llegará esta como triste plañidera a recitar la salmodia de que comparezca el presidente que cobraba en sobresueldos y dimita el ministro de Hacienda causante directo de este desaguisado. Se oirán unos gemidos, unas carcajadas sardónicas al fondo de un pasillo tras un plasma y, luego, se hará el silencio. Hasta la próxima en que al séquito socialista le toque volver a hacer de comparsa de esta burla de la sede de la soberanía popular y de los grandes expresos europeos.
 
Pedro Sánchez no se atreve a presentar una moción de censura, que sería lo único que abriría puertas y ventanas, airearía la peste, ventilaría este pudridero politico. Lo disfraza de prudencia y sentido de Estado pero es puro cálculo temeroso, miedo. Miedo a salir trasquilado o algo peor. Pedro no es Daniel. Ni siquiera ve que estos leones no tienen dientes y son espectros, sombras de lo que fueron. Una moción de censura que desgrane ante los españoles la vergüenza de una legislatura consagrada a perfumar el hedor de un cadaver insepulto durante tres años.  
 
Una moción de censura. El mero anuncio de una moción de censura, consolidaría el titubeante liderazgo de Sánchez en su partido y seguramente aumentaría mucho las expectativas del PSOE en estas elecciones porque mostraría a los votantes un puente de mando con alguien al timón.
 
Pero es una vana esperanza, porque no se atreven. Los muertos dominan a los vivos. 
 
 La chulería del PP
 
 

¿Se entiende o hay que explicar la chulería estilo Al Capone de este imbécil rematado?

En Chicago, años 30: Puedo saltarme la ley cuando me dé la gana. Puedo quemarte el negocio, darte una paliza, matar a tu cónyuge, secuestrar a tu hijo. Pero no lo hago porque soy generoso.

En España, 2015: Podemos obstruir la justicia, amenazar a los jueces, destituir a los policías, amordazar a los periodistas, hostigar y amedrentar a los ciudadanos, pero no lo hacemos porque somos así de generosos.

Solo un chulo fascista puede pensar que cabe vender como un mérito especial el mero cumplimiento de la ley. ¿O hemos llegado tan bajo que tenemos que agradecer a esta banda de forajidos que no obstaculice la acción de la justicia?

Pues, sí, reconozcámoslo, hemos llegado tan bajo. Y seguiremos bajando mientras toleremos que nos gobierne una cuadrilla de sinvergüenzas. Y no se crea que es de ahora. Viene de antiguo. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa vergonzosa y humillante observación de que debíamos agradecer a Fraga que hubiese civilizado a la derecha? Una observación que mide la abyección en que vivimos. En primer lugar, es falsa. Esta derecha es tan agresiva, cavernícola e insoportable como siempre. Basta con escuchar a Rafael Hernando o Martínez Pujalte. En segundo lugar: ¿por qué hay que agradecer a nadie que cumpla con su deber de ser educado, civilizado?
 
¿Por qué hay que agradecer a una organización que no obstaculice la acción de la justicia? ¿Porque lo dice un mangante, de esos que cobran ayudas indebidas a la vivienda que tenemos que pagarle todos?
 
A estas alturas este chulo todavía no ha presentado su dimisión. Y debiera. No por lo que dice, que es lo que piensan todos en esa asociación de presuntos delincuentes, sino por lo que trata de ocultar, esto es, que tampoco es verdad: no han impedido la detención de Rato por respeto a la legalidad (que les importa una higa) sino porque no han podido, ya que la Agencia Tributaria actuó por sorpresa, sin avisar. Porque los conocen. 
 
Si lo hubiera hecho, esta pandilla con el sobresueldos a la cabeza hubiera tratado de impedirlo por sus habituales procedimientos de obstrucción de la justicia: destruyendo pruebas, borrando discos, desoyendo notificaciones, falseando cuentas y datos, embarullándolo todo, al inimitable estilo de Cospedal y Floriano.
 
Es decir, además de chulos, embusteros por partida doble.
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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