Rajoy es un político que gana en la distancia corta. Le ocurre, sin
embargo, lo que a muchos toreros. Puede hacer faenas aseadas con
regularidad pero no transmite. Ni le adorna la estética ni emociona. Da
igual que sea en una pantalla de plasma o en directo en un mitin rodeado
de fieles. Después de haber abusado del tancredismo, para vencer a cada
toro por puro cansancio mientras permanecía inmóvil en la plaza
pública, ahora parece querer reaccionar ante la evidencia de que los
pitonazos de la corrupción le están dejando el traje de luces hecho unos
zorros.
Pero no encuentra la forma de centrar al morlaco para cargar la
suerte en la recuperación económica. De los toriles van saliendo los
bichos negros sin solución de continuidad. No se han acabado los ecos de
la detención de Rato, y el papelón de descoordinación de su Gobierno, y
aparece la revelación de que hay otras 714 ‘personas políticamente
expuestas’, en la lista de los acogidos a la amnistía fiscal, con
indicios de blanqueo y fraude fiscal.
Y para terminar la semana surge la
revelación de los cobros por asesorías de Martínez-Pujalte y Trillo. Un
asunto de ética discutible en el marco de una públicamente opaca
gestión de la compatibilidad de los diputados con actividades privadas
remuneradas. En el PP son plenamente conscientes de dónde está su talón
de Aquiles. En realidad, lo sabe todo el mundo. Y la oposición está
haciendo presa en ese flanco débil. También en la Región. De ahí la
relevancia del pacto por la regeneración gestado por cinco partidos de
la oposición sobre la base de tres puntos con amplio apoyo social
(reforma electoral para mejorar la representatividad en la Asamblea,
más participación directa de la ciudadanía en la toma de decisiones y
lucha contra la corrupción).
El tercer punto es el mollar. Las cinco
formaciones se comprometían a no alcanzar acuerdos de gobierno ni de
investidura con partidos que tengan imputados. De haber invitado de
inicio al PP a sumarse al pacto, este punto habría luego dejado en
evidencia y aislado a los populares en el laberinto en el que entraron
sin ayuda de nadie. Rehenes de la comprometida situación judicial de su
cúpula, los populares, con la excepción del alcalde de Molina, ni
siquiera han podido firmar el Pacto por la Transparencia, una iniciativa
de la sociedad civil a la que han sido reiteradamente invitados y que
han suscrito organizaciones empresariales, universidades, colegios
profesionales y plataformas sociales.
Pero al cometer el error de
excluir al PP de una negociación llevada en secreto, el acuerdo adquirió
tintes frentistas y de estrategia para cambiar el signo del gobierno.
Para colmo, Ciudadanos se descolgó a última hora, por orden de Albert
Rivera. En el mayor de los ridículos, su candidato autonómico justificó
la marcha atrás haciendo suyos los argumentos de Pedro Antonio Sánchez.
Al PP le ha caído un regalo del cielo con la franquicia regional de
Ciudadanos, controlada por tránsfugas de UPyD y liderada por un
candidato que no da la talla mínima. No todo son toros. A veces aparece
un manso.
(*) Director de 'La Verdad'
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