Es un hecho que el resultado de las
elecciones andaluzas se está escrutando minuciosamente para apreciar las
tendencias electorales que pueden aflorar en las elecciones que se
celebrarán dentro de poco más de mes y medio, así como en las generales
posteriores. He de decir que lo que más me ha llamado la atención de las
valoraciones realizadas es el espejismo colectivo en el que parece
haber caído casi todo el mundo a cuenta de los resultados del PSOE.
Se
asegura que han sido buenos para Susana Díaz y que ello revelaría una
cierta recuperación general del PSOE. Justo al revés. Los socialistas
andaluces han perdido casi 120.000 votos respecto de 2012, cuando fueron
derrotados por el PP y cuando el partido acababa de salir del desastre
de noviembre de 2011. Si mantienen 47 diputados en la cámara andaluza es
por el derrumbre del PP, así como por la ley electoral.
Extrapolando de
manera proporcional esos datos a resultados de ámbito nacional, el PSOE
perdería entre tres y cuatro puntos respecto de las autonómicas de
2011. Exactamente lo que el Cemop fija para el socialismo murciano de
cara al próximo mayo. Por consiguiente, no hay motivo alguno para
euforia en el PSOE, ni en Andalucía ni en España, pues todo apunta a esa
pérdida de unos tres puntos. Y si en Andalucía mantiene un nivel
superior al del resto del Estado, la explicación quizá podríamos
encontrarla en esa grabación publicada poco después de las elecciones
que hacía referencia a las amenazas de la mujer que ocupaba el lugar
noveno en la lista de Susana Díaz a empleados de la Junta, vinculando la
permanencia de éstos en su puesto al sentido de su voto. Es decir, un
amplio voto cautivo explicaría que el PSOE andaluz estuviera diez puntos
por encima del resto del socialismo.
Respecto del PP, la suerte
que ha corrido en Andalucía es extrapolable al resto de autonomías,
perdiendo 14 puntos. Aquí, en nuestra región, el PP pierde más según el
Cemop, unos 21 puntos, pero se mantiene en un nivel extraordinariamente
alto de voto, más de un 37%. Podríamos afirmar que la resistencia
electoral del PP murciano guarda cierto paralelismo con la del PSOE
andaluz. En ambos casos, después de un largo período de gobierno (más en
Andalucía), los dos partidos estarían por encima del 35% del voto.
Conservadurismo, miedo al cambio y fuertes redes clientelares son
factores transversales a las dos Comunidades autónomas y a los dos
partidos que las gobiernan.
Respecto de Podemos, si bien en
Andalucía partían de un nivel inferior al del conjunto del Estado, ese
15% de votos (y 15 escaños) refleja a mi juicio un cierto estancamiento
del partido de Pablo Iglesias. Intuyo que la fuerte campaña de acoso
mediático que está sufriendo, así como la irrupción de Ciudadanos, han
hecho mella en las posibilidades de una organización que crecía día a
día en los últimos meses. El Cemop le atribuye en Murcia poco más del
15%, algo lejos de sus expectativas iniciales. No obstante, Podemos
consolida un voto urbano de rebeldía y de izquierda, surgido de la
crisis social, que ha frenado en seco el crecimiento de IU, que en
Andalucía ha llegado al 7%.
Y es que en esa tierra le ha resultado a la
coalición encabezada por Maíllo difícil presentarse como alternativa a
un Gobierno del que acababa de apearse para abordar la campaña
electoral. Con todo, lo que ha mermado las posibilidades de IU Andalucía
no ha sido tanto su pacto de gobierno con Susana Díaz como la eclosión
de Podemos, al igual que ocurrirá en Murcia y en todo el país. A IU no
le queda otra que el camino de la convergencia con Podemos y otros
movimientos, a quienes aportará su capacidad de trabajo, su consistencia
ideológica y el prestigio de sus cuadros, tal como acabamos de ver en
las primarias de Cambiemos Murcia, experiencia de unidad popular y
ciudadana en la capital de nuestra región. Ése es el camino.
(*) Profesor
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