Se ha creado una leyenda sobre Podemos que los identifica como los más
listos de la clase y les atribuye un laboratorio estratégico infalible
para ‘alcanzar el cielo’. De ahí que cuando cometen errores o se les ve
bracear con ansiedad cunda la sensación de que son frágiles y novatos,
lo que, si bien les da humanidad, también les resta carisma.
Por otro
lado, el acentuado tactismo del líder nacional, Pablo Iglesias, empieza a
dar ya un poco de asquito, pues transmite la impresión de un exceso de
cálculo y de considerar al elector maduro como un objeto maleable. Que
no digo yo que no lo seamos todos, pues para eso estamos, para escuchar,
ver y decidir sobre lo visto y escuchado, pero hemos de tener la
convicción de que la propaganda electoral nos trata con respeto.
Nadie entiende todavía que Podemos no se presente como tal a las
municipales, y todo por salvar la sacrosanta marca de malas
impregnaciones cuando a estas alturas la marca ya ha sufrido un
considerable manoseo, y de todas formas se presenta con otro nombre, lo
que carece de sentido y en principio revela desconfianza en sus propias
bases y en sus dirigentes locales, no vaya a ser que éstos manchen el
genial invento de los chicos de la Complutense.
Cercano a la falta de
respeto está, por ejemplo, el tratar de camuflar el partido en supuestas
plataformas ciudadanas que, cuando existen, aunque sea integradas por
simpatizantes de Podemos y de otros partidos, y producen un resultado
adverso a sus intereses (Cambiemos Murcia) son abandonadas para
constituir otra, en este caso falsa, en la que sólo están los podemistas
y algunos independientes de su cuerda.
Sin embargo, no se presentan
como podemistas, sino como plataforma. “Somos Podemos, pero no Podemos
decirlo” sería un buen eslogan. No es serio y, además, es absurdo. Si el
votante de Podemos no supiera que en Murcia su lista se denomina Ahora
no la votaría nadie. Tampoco se entiende, por ejemplo, que quien ha sido
elegido en primarias presidente del partido en Murcia capital se
presente en la lista autonómica y no en la municipal. Dejo aparte el
argumento de que las elecciones generales se empiezan ganando en las
municipales, que es donde a un partido se le ven las trazas.
Sólo faltaba el susto que ha producido el caso Urralburu. Si
atendemos a la leyenda de Podemos casi estamos por deducir que lo han
hecho a propósito, pues es indudable que les ha servido para obtener
notoriedad, y al día de hoy ya son más los murcianos que saben deletrear
ese apellido sin cambiar de sitio la ele y las eres. La cosa ha tenido
un final feliz pero, aun así, ha dejado un mal regusto, pues queda de
manifiesto que la implicación electoral del líder de Podemos en la
Región de Murcia se produce ahora y a destiempo sólo porque él se
presenta. Y había sobrevolado el fantasma fiscal, pues Navarra, donde
está empadronado, no es Cuenca a estos efectos, no sé si me explico.
Pero, en fin, vale, pueden respirar tranquilos. De paso habrá que
aceptar que, en ocasiones, el ‘sistema’ no es tan malvado como se le
pinta.
Pueden respirar tranquilos los de Podemos y los murcianos en general,
porque Urralburu es un buen político. De partida, digo, al margen de
lo que luego venga, pues apenas está entrenando fuera del campeonato
sindical en que hasta ahora ha jugado. Empieza por reunir cualidades
importantes para lo mediático: es un tipo atractivo, con buena planta y
mejor labia, capacidad dialéctica y flexibilidad argumentativa, que se
desenvuelve a la perfección tanto en los ámbitos ortodoxos de la
izquierda como en el espacio abierto de la política. Es, junto a Pedro
Antonio Sánchez, del PP, el candidato autonómico con más fondo,
versatilidad y habilidades natas. Apuesto a que si las urnas le son
propicias dará un juego espectacular. Pero para asaltar el cielo aún
queda un rato y es preciso modular el trabalenguas, pues el cielo está
urralburuado, quién lo deseurralburuará, el deseurralburuador… Etc.
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