Tomo prestado el título del libro de
Jaume Barberà, éxito de ventas, aunque con una intencionalidad distinta.
El broquil que aquí s'acabat es de otra naturaleza. Se ha acabado la
broma, vaya. Eso de tener a un rojeras descorbatado batiendo marcas de
audiencia, dando voz a los adanes, dejando en evidencia a este
gobierno, cuyo talante democrático raya en cero, no es justificable.
Presión de la autoridad sobre la cadena privada y puntapié al
presentador incómodo. El programa seguirá pero es de presuponer que con
una orientación distinta, más respetuosa con los poderes constituidos.
La empresa justifica la medida en la falta de objetividad de Cintora.
Lo hace de modo ritual pues la nota no explica nada, sino que comunica
una decisión adoptada. Es un poco cómico porque, según convicción
universal, la objetividad no existe. Lo cual no implica que no sea
necesario tratar de conseguirla. Pero, además, comparado con lo que se
ve por ahí, el espacio de Cintora era bastante objetivo.
En
el fondo, estos asuntos son irrelevantes. La cuestión esencial es que
la derecha considera esencial la lucha en el campo ideológico en donde
de lo que se trata es de imponer nuestro discurso y silenciar el
contrario o disidente. Lo demás, sobra. La imbricación entre elementos
ideológicos y el espíritu del mercado es evidente: ninguna empresa en su
sano juicio prescindiría de un empleado que incrementara el beneficio.
Salvo que la empresa comercie con la ideología. Como es el caso. Un buen
ejemplo de las falacias del neoliberalismo, que llama "libre mercado" a
unas relaciones privilegiadas entre las empresas y el poder político,
cuyo coste acaba pagando siempre el ciudadano, en este caso, el
televidente.
Tiene razón Íñigo Ramírez de Haro, tan fulminantemente destituido de embajador como Cintora de presentador, cuando dice que "la marca España es la Inquisición". Tal cual. Él la ha sufrido en sus carnes. El ministro Margallo lo ha destituido de la embajada de Serbia por unas declaraciones que, según´el ministerio, dañan la imagen de España en el extranjero.
Es una excusa como la de la falta de objetividad de Cintora. ¿La imagen
de España en el extranjero? Vaya el ministro y pregunte. Coincide más
con la que bosqueja Ramírez de Haro que con la oficial, por lo demás,
inexistente.
Ramírez de Haro ha estrenado en El Español una pieza bufa al parecer, titulada Trágala, trágala.
Habrá que ir a verla pues todo en ella promete. Según mis noticias,
arranca en Fernando VII y termina hoy, con Pablo Iglesias y la reina
Letizia. Palinuro coincide con la interpretación del autor por lo que le
lleva leído: España sigue siendo un país nacionalcatólico, gobernado
por el clero, bien directamente, bien mediante devoto ministro
interpuesto, como Ruiz Gallardón, Fernández Díaz y otros. En el caso de
Margallo es más lo nacional que lo católico, S'acabat el broquil de que
un representante de España vaya por ahí difundiendo la leyenda negra.
Cintora e Íñigo Ramírez de Haro, la antiespaña. Según mis noticias El País
ha mandado de corresponsal en Buenos Aires al hasta ahora encargado de
las crónicas parlamentarias, Carlos E. Cué porque era crítico con el
gobierno, según el gobierno. Consta, al parecer, una estrecha amistad
entre el periodista mandarín Cebrián y la gobernante de hecho, Sáenz de
Santamaría. Prensa y gobierno al unísono, el atajo hacia la tiranía.
El
panorama de los medios convencionales es aterrador por lo monótono,
unilateral, repetitivo. S'acabat el broquil de simular respeto al
pluralismo y a la democracia. Vuelven los Principios Fundamentales del
Movimiento, que eran imprescriptibles y fueron jurados por el monarca
anterior quien ha trasmitido el vínculo de ese juramento a su hijo, si
bien este ya ha jurado la Constitución.
Es
una preparación en toda regla con vistas a lás próximas confrontaciones
en dos tiempos: las elecciones catalanas de septiembre, cuyo resultado
se abre a un futuro de incertidumbre política y las generales de
noviembre, en las que la ciudadanía va a votar en favor o en contra del
gobierno. Lo curioso de la situación es que si bien el voto a favor
tiene un único polo, el voto en contra tiene varios. Digan lo que
quieran, que estos varios polos no hayan sabido fundirse en uno es un
fracaso histórico.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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