martes, 3 de marzo de 2015

Cerdá, ¿dónde estás? / Ángel Montiel

Cada vez que en uno de estos artículos he incluido la cuestión hidrológica como capítulo destacado del amplio muestrario de fracasos de la política del PP he recibido una llamada de Antonio Cerdá.

– Montiel, ¿dónde estás?

– En el periódico.

– Espérame, que en diez minutos me tienes ahí.
 
Y así era. Llegaba con una carpeta bajo el brazo. Lo recibíamos mi compañera encargada de los asuntos del agua y  yo, y lo acompañábamos hasta uno de los despachos de la ‘planta noble’. Siempre decía:

– Montiel, cuando escribas sobre el agua, llámame, que yo te informo, y así no te equivocas.
– Pero es que yo lo que he escrito es una opinión, y la opinión es mía.

– Ya, pero no tienes los datos que yo te voy a dar, y con ellos vas a tener otra.

Cerdá desplegaba un mazo de papeles sobre la mesa que luego ni miraba, pues su torrencial modo de hablar, como apresurado y atropellado, en el que las ideas parecían correr más que las palabras, no le daba para la paciencia de subrayar sus razonamientos con la documentación, que al final nos entregaba. En la penúltima cita que recuerdo pretendía convencernos de que la reducción de los caudales trasvasables del Tajo era una buena noticia para Murcia. Yo admiraba, sobre todo, la arquitectura de sus alambiques argumentales y me daba cuenta de que se creía todo lo que decía, pero a pesar de esto no nos convencía. La última, en que me localizó fuera de la Redacción (“Montiel, ¿dónde estás”), la celebramos en la terraza de la cafetería del Museo Arqueológico, y su tesis en esa ocasión era que la mejor manera de salvar un espacio protegido, en referencia a una parte de los terrenos del proyecto Novo Carthago, caso por el que está imputado, es permitir la intervención humana.

– Montiel, tienes mi teléfono. Llámame cuando vayas a escribir sobre algo de esto. Yo te informo– insistía.

Su disposición era sincera, y siempre se desenvolvía con amabilidad y respeto. Lo he tenido siempre, y lo sigo teniendo, por un político honesto. Su mentalidad, que no sus intereses, le han hecho derrapar en el capítulo de Medio Ambiente, sin percatarse, sin duda, de que, de esto, otros sacaban provecho. Tal vez por ser consciente de que su mentalidad al respecto no estaba situada en el siglo XXI siempre ha querido deshacerse de ese departamento. Si no dimitió cuando fue imputado es porque no quería salir por la puerta de atrás, y si ahora lo ha hecho es para hacerle un oportunísimo favor a Valcárcel, que lo ha tenido como la única ficha fija de todos sus Gobiernos.

Pero ha sido peor el remedio que la enfermedad, pues su forzado gesto a costa de distorsionar el desarrollo normal de la causa judicial, desvela una voluntad protectora, no tanto para sí como para el líder de su partido, quien a estas horas aún no ha ofrecido la rueda de prensa abierta a preguntas para explicar a la opinión pública los contenidos del auto del instructor del TSJ. Y también, con el pretexto formal utilizado para su dimisión (no quería, dice, cargar al Gobierno con un imputado en las cercanías de la campaña electoral) ha puesto en un brete a Joaquín Bascuñana, a Pilar Barreiro y a Miguel Ángel Cámara, quienes sí parecen decididos a concluir sus respectivos mandatos en la fecha de las elecciones, y en los dos últimos casos se muestran dispuestos hasta a presentarse a ellas.

– Montiel, cuando quieras saber algo, llámame. Tienes mi teléfono.

Pues bien, es lo que hice varias veces durante la tarde anterior a su dimisión, y reiteradamente el mismo día en que la presentó. Sin respuesta. Esta vez se ve que está de acuerdo con todo lo que he publicado.

No hay comentarios: