lunes, 30 de marzo de 2015

El relato ausente / Ramón Cotarelo *

El resultado de las elecciones andaluzas ha conmocionado al PP. Y no se entiende bien por qué. Debía esperarlo. Estaba cantado. Las encuestas coincidían. Los analistas, también. El candidato del PP era el candidato de Rajoy, persona no bienquista en general en España, en donde su valoración media es de 2,24 sobre 10, según el CIS. Margallo, un hombre temperamental, lo lleva al extremo: el resultado ha sido infinitamente peor de lo esperado. ¿Y qué esperaba? ¿Mayoría absoluta? Pues con un canto en los dientes porque esos 33 diputados y el millón largo de votos prueban que el PP tiene un suelo berroqueño en Andalucía. No votantes: fieles.

No obstante, hay malestar en las disciplinadas filas conservadoras. Se buscan culpables. Los mensajeros, como siempre, los primeros amenazados, o sea, los portavoces, portadislates y portaexabruptos, Cospedal, Floriano, Hernando y Casado, ese joven dicharachero que dice que "los de izquierdas son unos carcas: todo el día buscando la tumba de no sé quién", porque, evidentemente, no sabe qué significa "carca". Los mensajeros culpados de que el mensaje no cale en la ciudadanía. Los pobres mensajeros. Es cierto que estos son tan malos que, aunque hubiera mensaje, no lo trasmitirían. Pero, además, no hay mensaje. Lo dijo hace ya dos años un Feijóo clarividente: a este Gobierno le falta relato en época de crisis. No es solo que los mensajeros sean malos -como insisten en señalar otros dirigentes seguramente deseosos de ocupar sus puestos-, es que no hay mensaje. No hay relato.

Y ahora se ve la importancia de este, no por la derrota del PP, sino por triunfo de Ciudadanos. Esa es la verdadera razón del repentino pánico de la derecha. Otra opción conservadora pero innovadora, aparentemente limpia de corrupción, reciamente española y con un relato de regeneración.

La ausencia de relato, sin embargo, no es algo que pueda resolverse por un acto de voluntad. No es cosa de contratar comunicadores para que consigan comunicar un no-relato. Es cosa de averiguar por qué no hay relato. Y es sencillo: no lo hay porque, cualquiera sea el tema en tratamiento, el gobierno aparece implicado en la parte negativa. Prefiere no hablar. ¿Cómo va a hablar de corrupción un presidente que es su responsable político? ¿Cómo va a hacerlo el gobierno sobre la regeneración democrática sin verse directamente interpelado?

El gobierno no puede hablar de la crisis y sus felices augurios de recuperación porque nadie lo cree más que al Pedro del lobo. Sobre todo porque la gente no aprecia tal recuperación en su vida cotidiana, sino todo lo contrario, empeoramiento y más incertidumbre. Aquí no solamente no hay relato sino que, cuando se recita, suena a pitorreo.

El gobierno tampoco puede hablar de Europa porque España no pinta nada. Los mandatarios europeos se reúnen a tratar sobre Grecia y a veces se pasea por allí Rajoy con cara de entender poco, aunque luego, ya en casa, recuerde que las decisiones "se toman en la UE". Es la habitual mendacidad oculta del presidente ya que, al fin y al cabo, Berlín es la UE. Hay quien dice que es toda la UE. Es con Berlín con quien negocia Grecia. Pero ¿qué relato tiene el gobierno sobre Europa y Grecia? Ninguno. Que haremos lo que diga "Europa". La interpelación directa aquí al gobierno es por la vía más negativa posible: la de la inoperancia.

El relato del orden público está a cargo de un ministro que condecora vírgenes, envía guardias civiles de peregrinación a Lourdes, se recoge a sus devociones en el Valle de los Caídos e inaugura los cuarteles de la Benemérita acompañado de un obipo, hisopo en ristre. Casi mejor podría hacerlo el presidente de la Conferencia Episcopal.

Montoro no puede hablar de Hacienda porque le sacan su empresa; Morenés tampoco de defensa porque le recuerdan la suya; Arias Cañete se fue del gobierno a Europa llevándose un emporio de las suyas. Ninguno puede decir ni pío sobre la crisis del sistema financiero y las cajas porque les sacan a Blesa y a Rato, dos luminarias en la negra noche de la corrupción. Nadie puede hablar que no haya cobrado sobresueldos o le haya tocado la lotería 17 veces seguidas o esté directa o indirectamente implicado en este desmadre y despadre.

No, no es un problema de comunicación. Tiene razón Feijóo; es un problema de ausencia de relato.


LA ASTUCIA DE LA SINRAZÓN


IU nació en 1986 con la voluntad de aglutinar las diversas fuerzas de izquierda que se habían manifestado en el país a raíz del referéndum sobre la OTAN. Fue una decisión oportunista con la que se trataba de aprovechar aquel enorme ímpetu (6.872.421 de votos en contra, el 39,85 % de los votantes) para reanimar a un moribundo Partido Comunista. No solo oportunista sino también copiada, sin innovación ni originalidad, una pura imitación de fracasos anteriores. IU se presentaba como una organización de masas que, en la estela teórica leninista, llevaría a estas a su emancipación mediante el trabajo heroico y callado de su motor revolucionario oculto, el Partido Comunista de España. 

En ese invento se integró una serie de partidos y partidillos y algunas personalidades independientes como Antonio Elorza, según él mismo acaba de recordar en un artículo en El País, muy acertadamente titulado la agonía de IU, si bien trae 30 años de retraso. La suma de partidos y personalidades recordaba las entrañables organizaciones unitarias de la izquierda en el tardofranquismo y su espíritu general estaba plagiado del proyecto eurocomunista del denostado Carrillo en los años setenta: izquierda radical, nueva, plural, comunista pero menos, genuinamente democrática, no socialdemócrata y con un punto de patriotismo.

Esta fórmula oportunista, simulada, plagiada, no dio resultado ni en el mismo año del referéndum de la OTAN pues ni en este ni en ninguna elección posterior consiguió IU acercarse ni de lejos a aquel porcentaje del 39,85% de votos "no". Ni de lejos. 4,63% con Gerardo Iglesias en junio de 1986; 9,07% en 1989; 9,55% en 1993; 10,54% en marzo de 1996. En estas tres últimas convocatorias IU alcanzó su cénit bajo la dirección de Julio Anguita y sus pintorescas teorías de "las dos orillas", el "sorpasso" y su no menos pintoresca práctica de formar un frente de hecho con el PP contra el PSOE, su verdadero enemigo. Después de Anguita, el declive, en picado: 5,45% en 2000 con Frutos, aliado al PSOE; 4,96% con Llamazares en 2004; 3,77% en 2011 de nuevo con Llamazares; 6,92% en 2011 con Cayo Lara. Fracaso total, sin paliativos.

Treinta años de partido testimonial e irrelevante; treinta años de hueras palabras revolucionarias, de "izquierda verdadera y transformadora" que no ha transformado nada nunca porque no puede, pero que han servido siempre para lastrar los resultados electorales del PSOE, la única izquierda real que ha tenido este país, la única que ha gobernado, la única que ha desplazado a la derecha de siempre, la única que ha hecho algo. Y, por eso mismo, la que se lleva todos las críticas e insultos de IU y de su heredero, Podemos.

¡Ah, pero en 2011 se abre una ventana de oportunidad! Los errores del PSOE, su falta de fondo y categoría, su ausencia de sentido crítico, su corrupción, adocenamiento, burocratización, su traición a los principios socialdemócratas, su derechismo y su incapacidad para dotarse de dirigentes de alguna valía, lo llevan al punto más bajo de su apoyo electoral en toda la democracia: 28,76% del voto en las elecciones de 2011 consigue Rubalcaba quien, en lugar de dimitir ipso facto, decide quedarse, a ver si consigue destruir del todo el partido gracias a su evidente incompetencia y su talante derechista.

El PSOE en horas bajas. La crisis azotando de la lindo. El PP en la cresta de su fascismo nacionalcatólico. La fortuna la pintan calva o la dicha ventana de oportunidad. De nuevo la posibilidad del sorpasso. Hasta Anguita vuelve del limbo para derrotar, por fin, a la odiosa hidra socialdemócrata con ayuda de unos valientes e innovadores jóvenes que, a las escondidas, se han puesto de acuerdo con él para dar el golpe definitivo al PSOE traidor ya que, en realidad, todos ellos proceden de la cultura comunista y han militado directamente en el PCE o en sus proximidades de IU... Y surge Podemos.

Con el mismo espíritu oportunista, simulado, plagiado que IU, pero con renovadas ambiciones. Del plagio no hay duda. Palinuro lo ha dicho en varias ocasiones: en Podemos todo es plagio, desde el título de la organización, pasando por sus tácticas, sus consignas, sus fórmulas, conceptos, teorías y hasta el nombre del fundador. Una falta absoluta de inventiva y originalidad, disfrazada con un discurso teórico claro y que suena bien en abstracto, pero no tiene engarce real en el país. Podemos se valió de un ejemplo exitoso, el de Syriza para presentarse como la renovación de la izquierda española, la tan añorada presencia de una izquierda libre, nueva, independiente, que no tuviera nada que ver con la socialdemocracia burguesa ni con el adocenado comunismo. Algo en lo que confiaron muchos, empezando por Palinuro.

Una patraña montada sobre una curiosa conjunción de fuegos mediáticos de artificio que algún día analizaremos de cerca pero que ha fracaso por la incapacidad de sus protagonistas para entender la astucia de la razón. Una falta de inteligencia tan clamorosa que ha sustituido aquella razón por una pedestre sinrazón.

El éxito de Syriza estaba basado en un reparto de roles políticos bien pensado. Aunque sus miembros eran en gran medida tan neocomunistas como los de Podemos, comprendieron enseguida que sus posibilidades de triunfo dependían de que la gente no los asociara con el partido comunista. Y este, a su vez, entendió el juego, presentándose con sus siglas a las elecciones... para perderlas. Lo suyo era el papel de perdedor para que Syriza, incontaminada de proclividades comunistas, pudiera ganar. Y así pasó en las últimas elecciones en las que el KKE obtuvo el 5,5% de los votos mientras que Syriza se alzó con el 36,3%. Syriza, con 149 diputados hubiera podido formar coalición con los 15 del KKE y tener mayoría absoluta. Pero no lo hizo porque en Grecia la izquierda es más inteligente que en España y entiende de política. Se alió con unos fantoches de derecha extrema.

En España, Podemos ganó en las elecciones al Europarlamento porque se diferenciaba de IU, gracias sobre todo a que los estrategas de esta -que no saben por dónde sopla el viento- creyeron que se trataba de frikis, como Arriola, del PP. Cuando se vio que no y que había un auténtico peligro de sorpasso pero no a la italiana, sino a la griega, comenzó el habitual tumulto, con todos los miembros de la federación queriendo converger atropelladamente con Podemos, sin darse cuenta de que esa convergencia sería mortal para esta formación que aparecería -y de hecho ya lo hace- como una confusa mezcla con los comunistas en todas sus variantes: convergentes, divergentes, madrileños, federales y selenitas. Las dos piezas mayores que llevan a IU hacia Podemos y que Podemos, por razones distintas, no ha conseguido neutralizar, son Tania Sánchez y Alberto Garzón. El destrozo que han hecho ha sido completo y, como les parecía poco, han mandado un torpedo a la línea de flotación de Podemos bajo la forma del verbo siempre engolado y absurdo de Mícer Anguita.

En resumen, IU se hunde, y puede arrastrar a Podemos. Es posible que aquella no llegue ni a mayo. Y ya se verá si Podemos llega a noviembre.


(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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