Las barricadas, hoy, son de cristal. Tienen forma de urnas. Su
defensa y asalto se hacen en términos estrictamente discursivos,
hablando, cosa que suele darse bien a los intelectuales. La campaña
electoral de municipales y autonómicas promete alcanzar niveles nunca
vistos. Los intelectuales hacen acto de presencia casi en masa, al menos
en la izquierda. El PSOE presenta a un catedrático de Metafísica; IU a
uno de Literatura; Podemos no parece tenerlo claro de momento aunque, si
no entiendo mal, podría ser Luis Alegre, profesor de Filosofía. Y, en
todo caso, en esa organización bullen los profesores e investigadores
universitarios. O sea, intelectuales. A Luis García Montero, de IU, lo
apoyan otros intelectuales expresamente; casi parece un Parnaso.
En
algún sitio he visto un cartel muy ingenioso, imitando uno célebre de
Obama; en lugar de este, la efigie de Gabilondo y, como lema, "Yes, we Kant". El lábaro de un metafísico. La referencia recuerda un famoso ensayo sobre filosofía de Ayn Rand, publicado como La filosofía y quién la necesita.
En realidad era una lección inaugural de curso de la Academia militar
de West Point, allá por los años setenta del siglo pasado. En ella, Rand
desengañaba a los cadetes acerca de la estrategia general del mando. El
enemigo de los Estados Unidos y, por ende, de la libertad, decía la
autora de El manantial, no era el comunismo. Era Kant. Cuando
Gabilondo enarbola a Kant prueba la verdad de la predicción. El
imperativo categórico es contrario al capitalismo y no digamos al
neoliberalismo.
Lo
que no tengo claro es si son polémicas que se difundan por los medios.
Los intelectuales tienden a la abstracción y las grandes fórmulas.
Iglesias se arrancó hablando de asaltar los cielos. Y, al lado de
los cielos, ¿qué son unas urnas de cristal? Los intelectuales salen de
sus torres de marfil y se implican en los conflictos de la vida
práctica.
Pedro
Sánchez no se ajusta al patrón. Más parece un joven ejecutivo con dotes
de mando y organización. Fondo de intelectual, poco. Pero en torno suyo
hay bastantes, aunque desperdigados. Harían bien los socialistas en
unificar sus fundaciones en una sola, como hace la derecha con la FAES.
La unidad es un factor esencial en la práctica y la teoría políticas. Si
no consigue juntar las taifas fundacionales, cree una, dótela de medios
y póngala a trabajar, porque le hace falta. Podemos quiere asaltar los
cielos a lomos de estudios empíricos, análisis estadísticos, informes de
viabilidad, dictámenes de expertos. Oponerse a eso con vaguedades no es
prometedor.
Son,
pues, dos tipos de intelectuales: los de la antigua usanza, más
ideológicos y los de la nueva, más prácticos, más gestores que
intelectuales, más managers, por utilizar el término que popularizó en 1941 James Burnham que, a su vez, procedía del movimiento trostkista.
Esta
efervescencia de ideas, tendencias y propuestas tiene como denominador
casi común la idea de unidad. Unir a los intelectuales es tan posible
como cuadrar el círculo.
La derecha no tiene ese problema. Sus candidatos son siempre políticos profesionales.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario