martes, 3 de febrero de 2015

San Blas vuelve un año más para que los murcianos expresen una devoción de siglos en la Huerta


MURCIA.- Hoy festividad de San Blas obispo los murcianos han vuelto a demostrar y renovar su devoción a este santo de la Iglesia Católica, que se venera en la parroquia de Santa Eulalia, a través de una menos conocida talla del imaginero local del siglo XVIII, Francisco Salzillo, gran beneficiario en nuestra región y limítrofes de la fiebre piadosa desatada por la Contrarreforma. Desde el domingo 25 de enero hasta el próximo martes 10 de febrero tienen lugar en el barrio de Santa Eulalia las fiestas en honor de La Candelaria y San Blas.
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A la tradicional procesión por la calles del barrio de la Virgen Candelaria, cuyo festividad fue ayer (presentación del Señor en el Templo, cuarenta días después de la Navidad, y de la purificación de María), y San Blas hoy, antecedió por la mañana la presentación de los niños y bendición de las candelas protectoras en sendas Misas, para luego celebrarse por la tarde una Santa Misa cantada en conmemoración de las festividades del 2 y 3 de febrero.

La veneración local a este médico y obispo de Sebaste, en la actual Turquía, se remonta a la toma de Murcia por parte de las huestes de Jaime I, que entraron a la ciudad el día 3 de febrero de 1265, precisamente en la festividad de San Blas y por la denominada Puerta de Orihuela. 

Años después, entre 1286 y 1392, azotada la ciudad por la llamada peste de anginas, los murcianos volverían a invocar su protección. Y fueron tan efectivas las plegarias que la ciudad, con el obispo de entónces a la cabeza, hizo voto de acudir cada año ante el santo para agradecer el milagro.
En las fiestas del barrio de Santa Eulalia se entremezclan tradiciones como esa bendición de las candelas y los populares cordones sanblases que durante generaciones han protegido las gargantas de los niños murcianos, con la imposición de las dos velas, formando un aspa, en sus gargantas infantiles.

Esta mañana se ofició una Misa a las diez de la mañana y por la tarde se oficiarán otras dos a las siete y a las ocho, ésta cantada, con imposición de velas a continuación, todas en la parroquia de Santa Eulalia.
El sacerdote Francisco Pagán, párroco de la pedanía huertana de Los Dolores y miembro de la Asociación de Laringectomizados de la Región de Murcia 'San Blas' (para la asistencia social, moral, psicológica y logopédica a los afectados por la enfermedad), ofició una misa especial este martes a mediodía, en la misma parroquia, con asistencia de afectados por enfermedades otorrinas.
Según el cronista de la ciudad, Antonio Botías, "costumbre remota, que aún perdura en algunos rincones de la Huerta, es invocar a San Blas cuando alguien se atraganta. Así, con la exclamación «¡San Blas, San Blas!», acompañada de unos golpecitos en la espalda, invocaban nuestras abuelas al patrón, a quien en su martirio le arrancaron la piel con los peines de hierro que se empleaban en cardar a las ovejas. Y en Murcia existe un lugar donde la devoción al santo arraigó a través de los siglos hasta convertirse en la primera y más importante romería que se celebraba. Se trata de la antigua y judía Santa Eulalia, donde también se observa La Candelaria".

¿Por qué San Blas?

"La imagen de San Blas que se conserva en la Parroquia de Santa Eulalia de Murcia, obra de Francisco Salzillo, representa una de las devociones más populares, antiguas y arraigadas de Murcia. Así, en la Edad Media, en la casi recién conquistada ciudad para los cristianos, en una de sus puertas, la de Orihuela, y para defenderla, se levantó una ermita en honor del taumaturgo San Blas, abogado contra las afecciones de garganta.

A mediados del siglo XIV, una epidemia de difteria sembró la ciudad de Murcia de cientos de fallecimientos, tanto en niños como en adultos. La crisis era tal, que el Concejo en pleno decidió encomendar a Murcia bajo la protección de San Blas. Ese mismo año, al poco de pasar el 3 de Febrero, Festividad de San Blas, la epidemia empezó a remitir y ya no se registraron más muertes entre los ciudadanos. El Concejo, agradecido, hizo Voto Perpetuo de asistir todos los años a venerar a San Blas en los días de su Festividad, mientras que el pueblo, también agradecido, fue formando cada año una multitudinaria feria que se concentraba en Febrero en torno a la Ermita de San Blas. 


Ya en el siglo XVII, la Ermita, bajo la jurisdicción del cercano Convento de los Padres Trinitarios, se encontraba bastante destartalada y no era capaz de acoger a la ingente cantidad de fieles que acudían cada mes de Febrero, por lo que los frailes trinitarios decidieron, con el visto bueno del Concejo, trasladar la imagen de San Blas a su Iglesia, donde fue colocado en una capilla destacada y decorada expresamente para la llegada de San Blas. La Feria y Fiestas de San Blas se trasladaron entonces a los alrededores del Convento de la Trinidad.


En el mencionado cenobio, la devoción a San Blas fue adquiriendo cada vez mayor esplendor, hasta que en el siglo XVIII los trinitarios decidieron cambiar la imagen del santo por otra más acorde con los gustos de la época. Aquí es cuando aparece la majestuosa imagen vestidera que hoy veneramos, la cual no se encuentra documentada, pero que, tanto para los ojos de la secular tradición como para los ojos científicos de la historia del arte es una clara y magistral obra de Francisco Salzillo. 


Ya en el siglo XIX, la Desamortización de Mendizábal afectó de lleno al Convento de la Trinidad y todos sus bienes pasaron a las cercanas parroquias de San Juan Bautista y Santa Eulalia. A San Blas y su devoción no afectaron para nada esta coyuntura, y, con su traslado a Santa Eulalia, también se trasladaron las multitudinarias Feria y Fiestas en su honor. En Santa Eulalia, bellísima iglesia de estilo rococó, fue colocado en un colateral del transepto, cobijado por las soberbias arquitecturas fingidas de Paolo Sistori. 

Y así ha llegado hasta nuestros días: una gran imagen de vestir, plena de movimiento interior como tan magistralmente Francisco Salzillo sabía imprimir a sus imágenes vestideras. Poseedora de un rico e interesante ajuar de albas caladas, estolas bordadas, capas pluviales, mitras, pectoral, anillo, báculo, etcétera, y, sobre todo, depositaria de una grandísima y muy honda devoción popular, que se sigue exteriorizando cada año en sus Feria y Fiestas alrededor del 3 de Febrero, llenas de tradiciones autóctonas del Barrio que las cobija y que son, sin duda alguna, las más antiguas de cuantas se siguen celebrando en Murcia", cuenta Alejandro Romero Cabrera, licenciado en Historia del Arte.

¿Quién era?

"Blas de Sebaste, venerado como san Blas, fue un médico, obispo de Sebaste (Sebastensis armenorum) en Armenia (actual Sivas, Turquía), y mártir cristiano. Hizo vida eremítica en una cueva en el bosque del monte Argeus, que convirtió en su sede episcopal. Fue torturado y ejecutado en la época del emperador romano Licinio, durante las persecuciones a los cristianos de principios del siglo IV.

Su culto se extendió por todo Oriente, y más tarde por Occidente. En la Edad Media, se llegaron a contabilizar solamente en Roma 35 iglesias bajo su advocación. Su festividad se celebra 3 de febrero en las Iglesias de Occidente y el 11 de febrero en las de Oriente.

Se lo considera patrono de los enfermos de garganta (faringe), y de los otorrinolaringólogos. Según la tradición, Blas de Sebaste era conocido por su don de curación milagrosa, que aplicaba tanto a personas como a animales. Salvó la vida de un niño que se ahogaba al trabársele en la garganta una espina de pescado. Este sería el origen de la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta el 3 de febrero.

Se le acercaban también los animales enfermos para que les curase, pero en cambio no le molestaban durante su tiempo de oración.

Cuando llegó a Sebaste la persecución de Agricola (gobernador de Capadocia) contra los cristianos (la última persecución romana), sus cazadores fueron a buscar animales para los juegos de la arena en el bosque de Argeus y encontraron muchos de ellos esperando fuera de la cueva de san Blas. Allí encontraron a Blas en oración y le detuvieron.

Agrícola trató sin éxito de hacerle renegar de su fe. En la prisión, Blas sanó a algunos prisioneros. Entonces el gobernador le mandó matar y fue arrojado a un lago. Pero Blas, de pie sobre la superficie (como el milagro atribuido también a Jesucristo), invitó a sus perseguidores a caminar sobre las aguas y así demostrar el poder de sus dioses. Pero todos se ahogaron. Cuando volvió a tierra (por orden de un ángel), fue torturado (colgado de un poste y lacerado con rastrillos de cardar) y finalmente decapitado. 

Según el Diccionario de los Santos, las Actas de este mártir carecen de consistencia histórica, pero fueron muy populares a partir del alto medievo, tanto en Oriente como en Occidente, donde llegaron a través de diversas traducciones latinas de un texto griego.

Su culto se extendió pronto por toda la iglesia. Es costumbre popular invocarle particularmente para remediar afecciones de la garganta", según texto de la Wikipedia.

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