Entre las escasísimas virtudes de Rajoy nadie, que yo sepa, le ha reconocido la de haber resuelto por la vía rápida la famosa paradoja de Epiménides. En su comparecencia ante los medios, la última de este año, hizo
un balance triunfalista de los tres de legislatura, puro acto de
propaganda, tan repleto de embustes, medias verdades y engaños como
todas sus intervenciones públicas.
El enunciado esencial del acto es que 2014 fue el año de la recuperación y 2015 será el del despegue.
El empleo de este término debe de ser aportación de algún asesor que
leyó en su juventud la célebre obra de Walt Whitman Rostow, Las etapas del crecimiento económico,
libro que, significativamente, se titulaba "un manifiesto no
comunista". La mención se convirtió en chirigota de los internautas,
especialmente los tuiteros.
Un tuit de gran difusión decía que el despegue de 2015 se hará desde el aeropuerto de Castellón de la Plana. Si tenemos en cuenta que, en la aplicación del modelo rostowiano a España suele considerarse que la etapa del despegue o take off
se dio en 1959, puede verse cuán errado anda Pedro Sánchez al exigir a
Rajoy que no hable de "recuperación" hasta alcanzar las magnitudes de
2006, antes de la crisis, cuando precisamente quiere ponerla en 1959.
Para
justificar su optimismo -propaganda para esta larguísima campaña
electoral de un año que se avecina- Rajoy echa mano de una serie de
datos que hablan de crecimiento cuantitativo del empleo, de las
afiliaciones a la seguridad social, de más pensiones, y lleva su falta
de sentido del ridículo a presentar como jugosa prueba dos escuálidos
aumentos de 0,25% las pensiones y 0,5% el SMI, lo que suena más como una
tomadura de pelo. Tomadura de pelo sangrante cuando se recuerda que, al
parecer, él se subió el sueldo un 21% hace unos años.
Por
supuesto, hay una andanada de otros datos que desmienten de raíz la
afirmación presidencial; el más de millón de personas que han emigrado
en los dos últimos años pulveriza cuanto diga sobre el paro y todo lo
demás; las condiciones de más del 35% de contratos contradicen los de la
seguridad social. Por no hablar de los desahucios, los índices de
pobreza y desigualdad, la deuda, etc.
Rajoy
comenzó su mandato haciendo lo contrario de lo que prometió en la
campaña electoral y reconociéndolo paladinamente con la curiosa fórmula
de que "no había cumplido sus promesas", pero había cumplido con su
deber". Su deber, por tanto, era mentir. ¿Cómo puede decir ahora que
"nunca ha engañado a los españoles" si no ha dejado de hacerlo? O de
intentar hacerlo, porque la verdad es que en el país no le cree nadie.
Más del 80% de los ciudadanos, según los barómetros del CIS no le
concede crédito. Así que da igual lo que diga.
¿Para
qué vamos a molestarnos en demostrar lo archidemostrado, esto es, que el
presidente no solo ha engañado (o pretendido engañar) a los españoles y
sigue haciéndolo? No merece la pena. Un somero repaso al cuadro de la
derecha ilustra sobre las ocho más obvias mentiras de Rajoy a lo largo
de esta triste legislatura.
Mención
aparte merecen las filosofías presidenciales sobre las ventajas del
bipartidismo. Pura estrategia de la araña, en la que pretende enredar al
otro gran partido dinástico. La idea es que ambos tiren del carro
renqueante de un sistema político involucionado cuyo último hito
legislativo será una ley represiva de derechos y libertades, una llamada
Ley Mordaza para acallar las críticas y protestas por medios
autoritarios y arbitrarios. Cada vez que Rajoy habla de estos asuntos en
estos términos aumenta la intención de voto de Podemos, joven bestia
negra de los dos partidos dinásticos. Igual que cada vez que habla de
Cataluña a los catalanes aumenta la de los partidos independentistas.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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