¡Ah, las palabras, qué traidoras son! Son las ventanas por las que los oyentes escudriñan nuestros más recónditos pensamientos. Muros y puentes
es el titular del multitudinario acto de ayer de Podemos en Vall
d'Hebron. Una manida simpleza de este calibre, más propia de la oratoria
de la vieja política, resume el contenido de lo que Pablo Iglesias fue a
decir a los catalanes y, por encima de sus cabezas, al conjunto de los
españoles, su verdadera audiencia.
Son términos que aparecen mucho en
los discursos conciliadores de los nacionalistas españoles menos
cerriles, en el bien entendido de que los muros siempre los erigen otros
y los puentes, símbolo de unión, nosotros. Un discurso simple y vacío
porque ni los muros los erigen siempre los otros, ni los puentes sirven
siempre para unir. Que se lo pregunten a los pobres efrainitas.
Admitido, la intención es otra; es buena. Pero las malditas palabras
tienen fondo. Las que se dicen y las que no se dicen. Las palabras son
traidoras pero los silencios, a veces, son mortales.
Podemos
acudió ayer a Barcelona en una cita obligada pero poco apetecida porque
obligaba a retratarse en el escabroso asunto del soberanismo, sabiendo
que lo que allí se diga tendrá un impacto considerable aquí. Así,
Iglesias ha sido muy explícito y ha llevado el discurso de Podemos al
límite mismo al que llega la izquierda radical española. Hasta defender
el derecho a decidir, que es bastante aquí, en donde no lo
defiende ni el PSOE; pero no lo es tanto allí pues cuenta con el apoyo
hasta del PSC. Falta una palabra, hay un silencio: derecho a decidir
¿quiénes? y ¿qué? Da la impresión de que Podemos se apunta al referéndum
español, pero no al catalán. Dicho en términos crudos: los catalanes
pueden decidir pero como españoles.
Y
decidir ¿qué? La CUP lanzó una pregunta en las redes sobre si Podemos
se comprometía con un referéndum de independencia y quedó sin respuesta
directa. Iglesias dice que no quiere la independencia de Cataluña,
lo cual está muy bien. Palinuro tampoco. Pero la cuestión es:
¿defendemos o no el derecho de los catalanes a decidir por su cuenta
sobre ello? Palinuro, sí. Podemos da la impresión de que no.
A partir de aquí, las consideraciones sobre si se es o no una nación resultan inútiles. Iglesias reconoce que España es un país de países, un país de naciones.
De acuerdo. Incluso nación de naciones. A Palinuro no le duelen prendas
como a Vidal Quadras quien decía que una "nación de naciones" es una
imposibilidad metafísica, como si no existieran los conjuntos de
conjuntos. Pero las naciones tienen derechos. Por eso el Tribunal
Constitucional español se niega en redondo a reconocer a los catalanes
todo atisbo de condición nacional... por si los derechos. Quien, sin
embargo, reconoce el carácter nacional tendrá que reconocer los
derechos.
Aparte
de estas cuestiones más bien abstractas, pero significativas, el
discurso entró en el cuerpo a cuerpo y ahí ya las palabras se
convirtieron en puñaladas. Pero no está claro quién las recibió.
Iglesias dijo que no se le vería darse un un abrazo con Rajoy o con Mas.
Lo peor no es que ataque indirectamente a David Fernández, el de las
CUPs, cosa nada elegante dado el contexto del abrazo de Mas y Fernández.
Lo peor es que compare a Rajoy con Mas, que muestre tal desconocimiento
del apoyo de que goza Mas en comparación con Rajoy, el presidente peor
valorado de la historia de la democracia. Sobre todo que pase por alto
que mientras Mas corre el riesgo de verse procesado por sus ideas y sus
decisiones como gobernante, Rajoy es quien interfiere sistemáticamente
en la justicia para ponerla a su servicio tanto personal como de
partido. Equipararlos es igualar a la víctima con el victimario. Y eso
no es de recibo.
Peor aun cuando compara a Mas con Esperanza Aguirre en Madrid.
Parece imposible hacer comprender a un nacionalista español, por muy de
izquierda que sea, que Cataluña es una nación y Madrid una comunidad
autónoma, y no mucho. Que Mas está pendiente de los tribunales igual que
la señora Aguirre, pero por razones políticas y no como la otra por
abuso de autoridad.
Dice Podemos que la casta ha insultado a los catalanes. Tampoco es enteramente justo. Si por casta se refiere a Rajoy y el PP, no hay duda: desde el écheme una firmita aquí contra los catalanes hasta llamar a la Diada de 2012 una algarabía,
pasando por el españolizar a los niños catalanes, no han hecho otra
cosa que insultar. En el PSOE la cosa es más matizada. Quizá los
socialistas no atinen a comprender la cuestión soberanista y propongan
soluciones insuficientes, inadecuadas o improbables. Pero no tienen
ánimo injurioso, no van insultando, aunque en su ceguera españolista a
veces lo parezca.
Pero comparar a Mas con Rajoy, ¿no es una forma de insulto?
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario