viernes, 21 de noviembre de 2014

La junta de los aquiescentes / Ángel Montiel

Hay junta del Partido Popular. El conducator descenderá desde su limbo hasta el ras de los mortales para cubrir trámite y advertir sobre su omnisciencia: que sepan que sabe lo que hacen y dicen todos a todas horas. Tiene dos listas, la de los buenos y la de los malos. La primera disminuye; la segunda aumenta por días. Es el síndrome Pol Pot: cuando había eliminado a más de la mitad de sus compatriotas por contrarrevolucionarios, hasta él mismo empezó a verse un poco contrarrevolucionario.

Nadie tendrá la osadía de pedirle que deje de incordiar. Tiene el partido embastado y en algunos ámbitos hasta devastado, y podría sospecharse que casi a conciencia, para resultar necesario. Tras el caso desaladora, una ruina infinitamente superior a la aeroportuaria, que ya es decir, tampoco habrá quien le pida explicaciones. ¿Quién podría hacerlo, si el que más y el que menos han vivido bajo su manto?

Al menos, a la alcaldesa de Cartagena han ido a verla a su despacho y le han dicho con toda lealtad lo que piensan. Mejor así que ir llorando por las esquinas. Pero al conducator nadie le rechista por si todavía puede ofrecer algo.

La del PP es una agonía lenta, autoinflingida, una canción desolada con letra ripiosa y música de sirenas de la UCO. Y, después, el silencio de cementerio en las reuniones de la junta.

http://blogs.laopiniondemurcia.es/angelus/

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