Los últimos acontecimientos sobre presunta corrupción que están
ocurriendo en nuestra Cartagena van a hacer bueno el refrán de no hay
mal que por bien no venga.
Cuando detuvieron a José Antonio Alonso, recibí una llamada en la que
mi llamante me decía: «El amigo de la Pili, detenido; de esta ya no se
salva la Pili, está muerta como alcaldesa».
Es más, me contó que toda la energía del comienzo del último Pleno le
desapareció tras el receso, momento en el que ella se enteró. «No se le
escuchaba la voz en la segunda fila, su cara estaba traspuesta», me
dijo. Yo le dije que eso sería por el afecto al amigo. «¡Qué va!, ¡era
de acojono!, que yo entiendo de eso», me replicó mi interlocutor.
Relacionar a José Antonio Alonso con mi Pili no será el objeto de
este artículo de opinión, no por falta de apetencia sino por miedo a
aburrir a los lectores, con lo que es un clamor popular desde hace
muchos años. Ya lo he dicho muchas veces; Dios los crió y ellos solitos
se juntaron. Así que si algo han hecho juntos y es malo, que lo asuman.
¡Ay!, Pili, qué lejos queda aquella cena tuya en el japonés con José
Antonio Alonso, las risas y el champán.
Con lo de la Pili y, después de ver lo que les está pasando a los de
Caravaca, por aquí ya están mojándose las barbas y hacen muy bien.
Viendo lo que puede venir, preparan la nueva vida. Ya huele esto a
cambio, la déspota, dura y oscura etapa 'pilarista' ha entrado en estado
agónico, terminal, gracias a la Justicia. A ver, acólitos de mi Pili,
¿quién se inmola con ella? ¿Qué? ¿No sale nadie? Pili, ¡quién te lo iba a
decir, te vas sola!, aunque alguna todavía te baile el agua, sobre todo
porque detrás de ti, no tiene esperanzas de vida política alguna.
Las reuniones se suceden vertiginosamente, se aprovechan los huecos
que deja la 'maestra' cuando está fuera de la ciudad. Se habla a media
lengua con esos «ya me entiendes» si es afín a la causa, o «no he
querido decir eso», si no lo es. Y es que, ante el creciente rumor de
que mi Pili pierde el cortijo y no se come el pavo de Navidad como
alcaldesa, ya se está formando un gobierno en la sombra. Y eso que
parece una deslealtad, no lo es. Todo lo contrario, es un acto de
responsabilidad por parte del resto de concejales, en cumplimiento del
deber hacia todos los ciudadanos, de garantizar la limpieza y el buen
gobierno de la ciudad, y de paso la salvación de su partido como
gobernante. Y si encima evitan irse a las colas del paro, ya ni te digo.
Los concejales populares ya han asumido que la etapa se ha terminado y
que no hay más que dos caminos: o coger ya las riendas del cortijo
pilarista e intentar salvarse el máximo de los que están, nombrando
alcalde a Francisco Espejo (no hay otro) o esperar a las próximas
elecciones y entregar el mando de la plaza a Pepe Cavite de MC, a
Castejón o a Podemos. No hay más.
Ahora todo depende de la capacidad de 'generosidad garreriana' que
tenga la buena señora o del valor de unos concejales que o luchan o ya
están políticamente muertos.
Todo apunta a que Cartagena tendrá nuevo alcalde muy pronto, bien
porque la 'generosidad garreriana' hace efecto en la mandamasa -lo que
no termino de creer- o porque, ante el panorama de perder el pan y el
perro, los acólitos rebeldes la ponen en la calle. Que instrumentos y
sapiencias tienen para conseguirlo.
Lo bueno de esto, es que como no hay mal que por bien no venga, lo que venga nunca será tan malo como lo que se va.
¡Pili!, ¿sabes que día es hoy? Sí, el de los difuntos. ¿Apropiado
para dimitir? Para eso cualquier día es bueno, pero ya sabes aquello de
hoy mejor que mañana. Vete ya.
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