lunes, 27 de octubre de 2014

Son cuatro cosas / Ángel Montiel

Rajoy, en Murcia, sobre la corrupción: «Hay algunas cosas, pero no representan a 46 millones de españoles» Mariano Rajoy.
 
Da la impresión de que el presidente del Gobierno no está tan escandalizado con la corrupción como su pupila De Cospedal, lo cual sólo evidencia que es un poco menos cínico que la secretaria general. 

Alguna de ‘esas cosas’ con las que Rajoy resume la situación de espectacular escándalo —escándalo para los ciudadanos, no para quienes lo producen— en que se desenvuelve su gobernación y la del conjunto de las autonomías, muy singularmente la murciana, lo tienen a él por principal protagonista en su calidad de presunto cobrador de sobresueldos en B recibidos en cajas de puros, habitante de una sede central del PP rehabilitada con dinero negro, así como protector de personajes de la calidad de Cospedal, Camps, Bárcenas, Sepúlveda, Rato, Mato, Acebes… 

Un presidente que relativiza la corrupción, y más cuando ésta desborda cualquier índice previsible y afecta a todas las instituciones del Estado, es un irresponsable, un frívolo y un tipo peligroso. ¿Es este el dictado moral que deben recibir de un presidente del Gobierno los ciudadanos honestos que quieren reconstruir su país? Su mensaje es intelectualmente menesteroso, impropio de quien lidera una nación de primera.

http://blogs.laopiniondemurcia.es/angelus/

La puntilla al pepé / Joaquín Abad

Lo que le faltaba al PP de un Rajoy que ha tenido todos los votos que necesitaba para iniciar una catarsis y acabar con la corrupción y ha mirado para otro lado. Claro, porque sabía, consentía que ese tres, ese cuatro por ciento de comisión que Pascual Maragall denunció en sede parlamentaria era una práctica común en todos, todos, los partidos políticos. Si se escarba, en todos los ayuntamientos hay corruptelas. Si se investiga, si se pinchan los teléfonos de nuestros políticos, nos llevaremos miles de sorpresas. 

Ahora nos explicamos por qué Mariano Rajoy miraba para otro lado. Por qué Mariano Rajoy sigue ausente y no da un puñetazo. No puede. Nunca pudo porque quienes le informan, los fontaneros, los servicios secretos le tienen al día de los tres por ciento, de los cuatro por ciento, de las mordías y prácticas que todos los partidos, todos, han llevado a la actual situación.

Nuestro problema es que la corrupción se ha institucionalizado. Desde que llegó Felipe a la Moncloa. Se empezaron por los cafelitos de Juan Guerra, hermano de "Arfonzo", desde la propia delegación de Gobierno en Sevilla. Y luego los Falis, los envíos en bolsas y maletines de millones que llegaban a la sede de la calle Ferraz para se le facilitara el permiso correspondiente al constructor de turno.

Ahora los del pepé, los del pesoe, están de los nervios. Se ven fuera del sistema por el asqueo de los votantes que huyen, como de la peste, del bipartidismo corrupto que no parece calar entre la clase política que forma la llamada "casta". Esa "casta" que durante más de treinta años ha convertido los partidos en oficinas de colocación de sus amigos, familias, y se han dedicado a abusar con tarjetas, con coches, chóferes, y todos los robos que nos sacuden día sí y día también.

Porque la redada donde han caído alcaldes, concejales, empresarios y demás gentuza no ha sido precisamente a iniciativa de la fiscalía, sino como consecuencia de una petición de información de las autoridades judiciales de Suiza, que detectaron que Granados y su amigo David Marjaliza blanqueaban millones. Y comunicaron sus sospechas a las autoridades españolas que no tuvieron más remedio que tirar de la manta. Pero en todos los ayuntamientos, todos, en todas las administraciones, en todas, hay corrupción. Si, porque a estas alturas, la corrupción está institucionalizada. Y el bipartidismo ha cooperado, y mucho, en ese estado general de podredumbre.

No hay comentarios: