Digámoslo claro. La corrupción no empieza cuando alguien intenta
engañarnos, sino cuando nosotros decidimos engañarnos a nosotros mismos.
Porque en el fondo, debajo de las montañas de argumentos, la impostura
del corrupto debe su consistencia a la aprobación de los demás, a ese
momento de declinación de la virtud donde la mentira nos resulta más
seductora que la verdad. Así que, para dejar sin nutrientes a la
corrupción, sólo necesitamos una cosa: no permitir que nos cuenten más
cuentos.
Esta semana la Región de Murcia se despertaba con un
informe de la consultora Deloitte según el cual la apertura del
aeropuerto internacional de Corvera supondría la creación de 5.800
puestos de trabajo y un beneficio añadido para el sector turístico de
1.800 millones de euros. De esta cantidad, 326 millones deberían
repercutir sobre la Hacienda Pública, un maná que se evaporaría hasta
quedar reducido a una tercera parte si el aeropuerto continuase cerrado,
al igual que sucedería con la totalidad de los tan ansiados puestos de
trabajo.
Es cierto que tendremos que esperar hasta el 2051 para que esta
expectativa de creación de nuevos empleos se vea completamente
realizada, pero al menos los 326 millones de ingresos acumulados se
sustanciarán a lo largo de los próximos diez años, lo que si bien no nos
sacará de la crisis, al menos servirá para tapar la vergonzante
conformidad del Gobierno Regional con la suspensión de la orden que
obligaba a la empresa concesionaria a depositar al Tesoro Público el
aval de 182 millones de euros, ahora convertidos en préstamo de la
Comunidad Autónoma.
Los números cuadran. Incluso perdiendo el aval, la
Administración ganaría 144 millones de euros, y no hace falta esperar al
2051 para que la creación de puestos de trabajo se ponga en marcha.
Afortunadamente, porque en el 2051, el presidente de la Cámara de
Comercio, Pedro García Balibrea, y el consejero de Fomento y Obras
Públicas, Manuel Campos, rondarían los 113 y los 99 años, y Dios no lo
quiera, podrían perderse el remate triunfal del informe que han
defendido con tanto entusiasmo.
Sin embargo, por desgracia, no
hace falta escarbar mucho para comprobar que el informe se fundamenta
sobre varias premisas que convierten sus mejores deseos en una
entelequia: la recuperación del mercado inmobiliario, la puesta en
marcha del Parque Paramount y la urbanización de Marina de Cope. A estas
alturas, la idea de que «a corto y medio plazo» la construcción y venta
de viviendas «se reimpulsará a niveles anteriores a la crisis» favorece
muy poco el crédito de un informe que se presenta a bombo y platillo.
Pero si a esto le añadimos los tres millones de supuestos turistas que
cada año deberían aparecer por el cada vez más imaginario Parque
Paramount, y las 9.000 viviendas, cinco campos de golf y veinte hoteles
que se han quedado en el aire por la nada imaginaria sentencia del
Tribunal Constitucional, entonces ya no estamos hablando sólo de la
falta de solvencia de un informe, sino de las razones que han podido
tener sus redactores para introducir en su análisis unas premisas tan
delirantes.
Pero no es la primera vez que el Partido Popular se
encuentra con un informe providencial de la consultora Deloitte. El
pasado mes de diciembre la firma entregó en la Audiencia Nacional un
documento en el que se concluía que no existía ningún tipo de
irregularidades en los pagos de la reforma de la sede central del PP,
documento que ha sido seriamente cuestionado por un informe de la
Agencia Tributaria (AEAT) para el caso Bárcenas, señalando que sus
afirmaciones son «parciales» y «sin fundamento jurídico», y ofreciendo
parte de los argumentos con los que el último auto del juez Pablo Ruz
apunta a la existencia de delitos contra la Hacienda Pública, falsedad
documental y falsedad contable.
Para que nadie se frote los ojos, lo
repetiremos por segunda vez: los informes de la consultora Deloitte,
tanto para el caso de los papeles de Bárcenas como para el estudio de
los supuestos beneficios del aeropuerto de Corvera, no fueron encargados
por el PP. Se encontró con ellos providencialmente.
Tampoco
deberíamos tener en cuenta, a la hora de considerar el rigor del informe
presentado por esta consultora, que el juez de la Audiencia Nacional
Santiago Pedraz ampliase en el mes de noviembre la imputación a uno de
sus socios por el caso de las supuestas irregularidades del Banco de
Valencia, atribuyéndole un presunto delito de falsedad contable,
relacionado con su papel en la supervisión de las cuentas de la entidad.
Pedraz ya había imputado a la sociedad Deloitte tras asumir la causa
principal del Banco de Valencia en junio de 2012. Pero todo esto,
conviene decirlo en voz alta para evitar que maten al mensajero, son
cosas del juez Pedraz. Debemos acompañarlas de la presunción de
inocencia.
Lo que sí podemos decir sin ningún rubor es que a esta
consultora se le da de maravilla profetizar tiempos mejores. Es el
Moisés de los puestos de trabajo. Si los 5.800 empleos del aeropuerto de
Corvera no nos parecen suficientes, podemos consultar el informe que ha
presentado por encargo de la Asociación Española de Compañías de
Investigación, Exploración y Producción de Hidrocarburos (ACIEP), según
el cual el desarrollo de la exploración y producción de hidrocarburos en
España podría generar durante su mejor año hasta 255.000 puestos de
trabajo.
Esto con un escenario medio, porque si nos ponemos optimistas
la cifra asciende a 752.000, un número sugestivo para los que quisieran
rebajar el millón de empleos que se han perdido desde que Mariano Rajoy
gobierna. Poco importa que para la extracción de estos recursos tengamos
que echar mano de la denostada fracturación hidráulica (fracking). Al
fin y al cabo, los ecologistas no son más que unos desagradables
aguafiestas.
Pero la corrupción, lo diremos una vez más, no
empieza con los informes de una consultora, aunque incidentalmente
aparezca imputada en un caso de supuestas irregularidades contables,
sino con la muy humana propensión de dejarse seducir por los cuentos.
Hemos dejado que nos engañen por encima de nuestras posibilidades.
Ahora, cuando todo se derrumba, sólo nos queda una opción: reclamar la
verdad, y luchar por ella hasta las últimas consecuencias.
Hay
una hermosa resonancia en la palabra que los antiguos griegos utilizaban
para nombrar a la verdad. Decían: alétheia, que literalmente significa,
«aquello que no está oculto», o mejor, «desocultamiento». Cornelius
Castoriadis explicó que fue con este desocultamiento con el que comenzó
la democracia griega. No parece un mal principio, ahora que estamos
intentando construir la democracia del futuro.
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