sábado, 12 de julio de 2014

El informe Corvera / David Hernández Castro

Digámoslo claro. La corrupción no empieza cuando alguien intenta engañarnos, sino cuando nosotros decidimos engañarnos a nosotros mismos. Porque en el fondo, debajo de las montañas de argumentos, la impostura del corrupto debe su consistencia a la aprobación de los demás, a ese momento de declinación de la virtud donde la mentira nos resulta más seductora que la verdad. Así que, para dejar sin nutrientes a la corrupción, sólo necesitamos una cosa: no permitir que nos cuenten más cuentos.

Esta semana la Región de Murcia se despertaba con un informe de la consultora Deloitte según el cual la apertura del aeropuerto internacional de Corvera supondría la creación de 5.800 puestos de trabajo y un beneficio añadido para el sector turístico de 1.800 millones de euros. De esta cantidad, 326 millones deberían repercutir sobre la Hacienda Pública, un maná que se evaporaría hasta quedar reducido a una tercera parte si el aeropuerto continuase cerrado, al igual que sucedería con la totalidad de los tan ansiados puestos de trabajo. 

Es cierto que tendremos que esperar hasta el 2051 para que esta expectativa de creación de nuevos empleos se vea completamente realizada, pero al menos los 326 millones de ingresos acumulados se sustanciarán a lo largo de los próximos diez años, lo que si bien no nos sacará de la crisis, al menos servirá para tapar la vergonzante conformidad del Gobierno Regional con la suspensión de la orden que obligaba a la empresa concesionaria a depositar al Tesoro Público el aval de 182 millones de euros, ahora convertidos en préstamo de la Comunidad Autónoma. 

Los números cuadran. Incluso perdiendo el aval, la Administración ganaría 144 millones de euros, y no hace falta esperar al 2051 para que la creación de puestos de trabajo se ponga en marcha. Afortunadamente, porque en el 2051, el presidente de la Cámara de Comercio, Pedro García Balibrea, y el consejero de Fomento y Obras Públicas, Manuel Campos, rondarían los 113 y los 99 años, y Dios no lo quiera, podrían perderse el remate triunfal del informe que han defendido con tanto entusiasmo.

Sin embargo, por desgracia, no hace falta escarbar mucho para comprobar que el informe se fundamenta sobre varias premisas que convierten sus mejores deseos en una entelequia: la recuperación del mercado inmobiliario, la puesta en marcha del Parque Paramount y la urbanización de Marina de Cope. A estas alturas, la idea de que «a corto y medio plazo» la construcción y venta de viviendas «se reimpulsará a niveles anteriores a la crisis» favorece muy poco el crédito de un informe que se presenta a bombo y platillo. 

 Pero si a esto le añadimos los tres millones de supuestos turistas que cada año deberían aparecer por el cada vez más imaginario Parque Paramount, y las 9.000 viviendas, cinco campos de golf y veinte hoteles que se han quedado en el aire por la nada imaginaria sentencia del Tribunal Constitucional, entonces ya no estamos hablando sólo de la falta de solvencia de un informe, sino de las razones que han podido tener sus redactores para introducir en su análisis unas premisas tan delirantes.

Pero no es la primera vez que el Partido Popular se encuentra con un informe providencial de la consultora Deloitte. El pasado mes de diciembre la firma entregó en la Audiencia Nacional un documento en el que se concluía que no existía ningún tipo de irregularidades en los pagos de la reforma de la sede central del PP, documento que ha sido seriamente cuestionado por un informe de la Agencia Tributaria (AEAT) para el caso Bárcenas, señalando que sus afirmaciones son «parciales» y «sin fundamento jurídico», y ofreciendo parte de los argumentos con los que el último auto del juez Pablo Ruz apunta a la existencia de delitos contra la Hacienda Pública, falsedad documental y falsedad contable. 

Para que nadie se frote los ojos, lo repetiremos por segunda vez: los informes de la consultora Deloitte, tanto para el caso de los papeles de Bárcenas como para el estudio de los supuestos beneficios del aeropuerto de Corvera, no fueron encargados por el PP. Se encontró con ellos providencialmente.

Tampoco deberíamos tener en cuenta, a la hora de considerar el rigor del informe presentado por esta consultora, que el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ampliase en el mes de noviembre la imputación a uno de sus socios por el caso de las supuestas irregularidades del Banco de Valencia, atribuyéndole un presunto delito de falsedad contable, relacionado con su papel en la supervisión de las cuentas de la entidad. Pedraz ya había imputado a la sociedad Deloitte tras asumir la causa principal del Banco de Valencia en junio de 2012. Pero todo esto, conviene decirlo en voz alta para evitar que maten al mensajero, son cosas del juez Pedraz. Debemos acompañarlas de la presunción de inocencia.

Lo que sí podemos decir sin ningún rubor es que a esta consultora se le da de maravilla profetizar tiempos mejores. Es el Moisés de los puestos de trabajo. Si los 5.800 empleos del aeropuerto de Corvera no nos parecen suficientes, podemos consultar el informe que ha presentado por encargo de la Asociación Española de Compañías de Investigación, Exploración y Producción de Hidrocarburos (ACIEP), según el cual el desarrollo de la exploración y producción de hidrocarburos en España podría generar durante su mejor año hasta 255.000 puestos de trabajo. 

Esto con un escenario medio, porque si nos ponemos optimistas la cifra asciende a 752.000, un número sugestivo para los que quisieran rebajar el millón de empleos que se han perdido desde que Mariano Rajoy gobierna. Poco importa que para la extracción de estos recursos tengamos que echar mano de la denostada fracturación hidráulica (fracking). Al fin y al cabo, los ecologistas no son más que unos desagradables aguafiestas.

Pero la corrupción, lo diremos una vez más, no empieza con los informes de una consultora, aunque incidentalmente aparezca imputada en un caso de supuestas irregularidades contables, sino con la muy humana propensión de dejarse seducir por los cuentos. Hemos dejado que nos engañen por encima de nuestras posibilidades. Ahora, cuando todo se derrumba, sólo nos queda una opción: reclamar la verdad, y luchar por ella hasta las últimas consecuencias. 

Hay una hermosa resonancia en la palabra que los antiguos griegos utilizaban para nombrar a la verdad. Decían: alétheia, que literalmente significa, «aquello que no está oculto», o mejor, «desocultamiento». Cornelius Castoriadis explicó que fue con este desocultamiento con el que comenzó la democracia griega. No parece un mal principio, ahora que estamos intentando construir la democracia del futuro.

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