miércoles, 9 de julio de 2014

Aclarar las turbias aguas del Puerto de Cartagena / Cartas de los Lectores

El que en otro tiempo fuese un puerto mediterráneo homologable comercialmente a los de su entidad en el Levante y su entorno no atraviesa su mejor momento. 

La progresiva marginalización de la Región de Murcia en el proceso de desnacionalización de la economía y la falta de previsión de los gobiernos del PP y PSOE amenazan con convertir en anecdótica la relevancia comercial de éste, justo en el momento que estamos asistiendo a la consolidación de una nueva forma de organizar el comercio marítimo, cada vez más concentrado y especializado.

El escudarse en el aumento del tráfico de graneles líquidos de la dársena de Escombreras, que es fruto del aumento de la capacidad instalada y no de la gestión de la Autoridad Portuaria, no es más que una coartada de mentes poco adultas y ebrias de soberbia. Como lo es contabilizar a los cruceristas que no abandonan el barco, como turistas.

Es por lo tanto un tiempo de cambio profundo para el que la Autoridad Portuaria no se ha estado preparando en los últimos años con la seriedad, responsabilidad y exigencia que se podía esperar de los responsables del primer puerto de la Región. El diseminar ilusiones de un superpuesto de contenedores en el Gorgel no va más allá de secuestrar las mentes de los “ilusos” y mover dinero en proyectos y dictámenes. 

Cualquiera que tenga la más mínima noción de la actualidad del tráfico marítimo sabe que vincular el desarrollo del Puerto de Cartagena a un supuesto superpuerto de contenedores no es más que otra fantasmagoría de las muchas que en las últimas décadas hemos escuchado con estupor.

Entre otras muchas actividades en las que no merece la pena que nos detengamos pese a sus consecuencias nada desdeñables, nos parece que lo prioritario antes de que acabe el año es diluir el ambiente tóxico heredado de la Autoridad Portuaria saliente. 

No sólo se han violado derechos fundamentales de los trabajadores y han sido transgredidas todas las normas laborales de manera reiterada como muestra de un poder autocrático fuera de lugar en estos tiempos, sino que las relaciones con el Ministerio de Fomento, los trabajadores, los consignatarios, los armadores, las autoridades portuarias cercanas, pueden ser calificadas de débiles por no decir envenenadas. 

Sirva como muestra que Cartagena es el único puerto de España que está en un limbo legal por la negativa a aceptar la legalidad que el resto de puertos ya aplican pese a estar recurrida; lo que le permite actuar en una posición ventajosa que ni aún siendo así se ha convertido en un beneficio visible.

Lo que los consignatarios y armadores esperan se resume en unas instalaciones modernas y una mano de obra cualificada y profesional, que sea capaz de ejecutar su trabajo en “tiempo y forma”.

Nos consta que algunos armadores y consignatarios están a la espera de la normalización para incorporar Cartagena a sus proyectos de desarrollo. De los trabajadores también sabemos que están deseosos de negociar para que el marco de las relaciones laborales sea idéntico al resto de las instalaciones portuarias de la Península.

De forma paralela deben ser restablecidas las relaciones con la Corporación Municipal de Cartagena y en especial con la alcaldesa, que ha aguantado toda clase de improperios verbales de naturaleza tabernaria, sin inmutase para no agravar más la situación. 

Asímismo, de manera elegante, la nueva Autoridad Portuaria debe fijarse un periodo de desintoxicación para los relaciones con el Ministerio de Fomento y sus homólogos cercanos.

Sin entreguismos pero con firmeza, buen juicio y capacidad para escuchar, no nos cabe duda que la situación será reversible y así llegará el momento para volver a pensar el futuro del Puerto, y por consiguiente de Cartagena y de la Región.

M.P.
Cartagena

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