sábado, 28 de junio de 2014

Una rebelión democrática / Patricio Hernández *

Cuando el próximo miércoles el delegado del Gobierno en Murcia, el representante del gobierno de España en la región, y también el consejero de Agricultura y Agua del gobierno murciano, se presenten ante la Sala de lo Civil y lo Penal del Tribunal Superior de Justicia a declarar como imputados por graves delitos de corrupción los fotógrafos y cámaras de prensa que abarrotarán el juzgado obtendrán una imagen histórica que quedará como uno de los emblemas gráficos del dramático final de la etapa más oscura de la historia de Murcia como Comunidad Autónoma.

Este caso, como otros similares que están también abiertos, representan el juicio legal a una forma de gobernar que ha presidido las instituciones de la región durante veinte años y que se ha caracterizado por la confusión y la connivencia mafiosa de intereses privados y públicos, el saqueo de las arcas y el patrimonio público, la agresión y devastación sistemática del medioambiente y del territorio, el desprecio de la ley y el abuso de poder, la ocupación partidista y patrimonial de todos los espacios de representación social, la dominación clientelar de amplios sectores de la sociedad, y la expulsión de los ciudadanos de sus propias instituciones representativas, con la consecuencia de la degradación de la vida pública, la drástica disminución de todos los estándares democráticos, la fuerte desafección ciudadana respecto de sus representantes políticos y de las instituciones de la democracia realmente existente, y la irritante sensación de impunidad respecto de los mayores responsables de todo esto.

Sin embargo no podemos entender el cuadro de este final de época sin añadir lo que no aparecerá en esa foto espectacular de altos representantes políticos del Estado sentados ente la justicia por haber presuntamente violado la ley, y que son las terribles consecuencias sociales de las políticas que han desarrollado estos mismos gobiernos, ahora fracasados y cuestionados, y las élites económicas y financieras a las han servido.

Y ahí aparece entonces el paro masivo, con cifras nunca conocidas y con la mayoría de los parados sin prestaciones; la precarización general de la vida y la pobreza ámpliamente extendida hasta llegar a la malnutrición infantil; los disparatadas cifras de gente expulsada de sus casas (ahora mismo, en la región, ocho familias por día son desahuciadas); los jóvenes "nuestros hijos e hijas" sin horizonte vital convertidos por miles en exiliados económicos; el deterioro por los sucesivos recortes del derecho básico a una sanidad y una educación públicas; la desprotección y vulnerabilidad crecientes de miles de familias por desaparición de ayudas sociales; el crecimiento sangrante de las desigualdades de todo tipo (toda escena de pobreza tiene enfrente otra de opulencia insultante); la depauperación acelerada de la riqueza de la vida en común que supone la laminación de la cultura y el maltrato a los creadores, etc.

Ha llegado el momento de hacer otro juicio, este democrático, en las urnas, y sancionar con nuestro voto el rescate ciudadano de las instituciones secuestradas, poniendo fin a esta etapa deplorable y ominosa.

La Región de Murcia no se puede quedar al margen del cambio que llega. El pasado 25 de mayo se produjo la primera gran grieta en el régimen que ha bloqueado la vida política y que ahora ya se resquebraja ostensiblemente. Hay que acelerar su caída.

El malestar se extiende y se está activando en muy diversas formas de protesta y contestación. Lo que llega es una rebelión democrática en la que confluirán movimientos sociales muy diversos con nuevos instrumentos de participación política que ya están apareciendo para alumbrar otra democracia, esta vez real. Pero no se parecerá a nada del pasado, pues son muchas las cosas se han quedado viejas súbitamente. Lo nuevo se hará con formas nuevas.

No soy ingenuo como para ignorar que todo lo que describo es una situación cuyas determinantes más importantes trascienden la esfera local y regional, y vienen impuestas desde Madrid primero, y desde los centros de poder europeos después, y que no será fácil escapar a ellas. Pero hay que decir que, con ambición y determinación, se pueden forzar los márgenes estrechos que nos dejan, que hay alternativas.

El cambio que viene va a empezar por abajo, donde está la gente. Por eso las elecciones municipales y regionales del año próximo marcarán el salto decisivo. Se impondrán nuevas mayorías y otras políticas se abrirán paso. Sólo hace falta que la ciudadanía recupere la confianza en sí misma y venza el vértigo que todo cambio supone. Y ahora hay mucha gente que ha perdido ya tanto que sólo le queda su miedo por perder. Ya nada se hará sin la participación y el protagonismo de la gente. Los gobernantes no estarán fuera del escrutinio cotidiano de los ciudadanos, y se mandará obedeciendo, con transparencia y rendición de cuentas, que no otra cosa es la democracia, aunque nos hayan llevado a olvidarlo.

Ahora es el momento de que los movimientos sociales y los espacios políticos que están comprometidos con el cambio se articulen electoralmente en la región, como están haciendo ya en otras partes „ahí está el magnífico ejemplo de Guanyem Barcelona„ para hacer posible esa rebelión democrática.

Esto sí que depende sólo de nosotros. Tenemos que abrir sin más demora los procesos de participación democrática horizontal que den como resultado unos programas y unas candidaturas de confluencia popular que vayan mucho más allá de los partidos, que habrán de ponerse al servicio de esta idea, pues el orden se ha invertido. Hay que sumar a los que llevan mucho tiempo luchando y a los muchos que han empezado a movilizarse por sentirse castigados por la estafa que llamamos crisis. Y desatar la fuerza más poderosa, la que nos llevará al éxito, y que se llama entusiasmo ciudadano, que crecerá como una bola de nieve hasta conseguir ganar las mayorías. 

Este es el objetivo, y está, por fin, a nuestro alcance.

(*) Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia

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