Desde la puerta de la Autoridad Portuaria contemplando la hermosa bahía,
los Faros de Curra y Navidad, el edificio del viejo Club de Regatas, la
Plaza de los Héroes de Cavite, disfrutando de la brisa de un viento
bocanero, una vez que he abandonado el timón de la nave portuaria que
durante dieciocho años he pilotado quiero dirigirme a todos vosotros mis
queridos habitantes de esta trimilenaria ciudad para deciros que estos
años han sido para mi, y para Maite, mi mujer, los mejores de nuestra
vida.
He tenido el orgullo de presidir la mejor empresa pública de
la Región; compartir mi trabajo con un equipo de lujo, hombres y
mujeres que aman a su Puerto, los más a la ciudad que los vio nacer, y
los otros a la Cartagena que les da cobijo, y así codo a codo con todos
ellos llevar el Puerto, nuestro Puerto, vuestro Puerto a las mayores y
mejores cotas de competitividad y eficacia que se pueden alcanzar.
Me
hubiera gustado completar mi ciclo dejando totalmente encauzado el
nuevo puerto en El Gorguel; no ha podido ser y bien debéis saber que no
por culpa mía.
No solamente el trabajo ha sido para mi gratificante, también el haber podido disfrutar de los encantos de esta entrañable Cartagena a la que desde hoy, con vuestro permiso, la considero mi otra patria chica.
Mi primer acto público, nada más
tomar posesión del cargo, fue asistir a la Misa de la Virgen del Carmen
en el Arsenal, y allí, a los pies de la Patrona de la Mar, comenzó mi
flechazo con Cartagena que día a día fue creciendo hasta convertirse en
un sentido enamoramiento.
Sois estupendos, no solamente amáis a
vuestra ciudad, sino que no tenéis el más mínimo recato en agradecer con
generosidad y largueza a todos los que trabajan por el engrandecimiento
de vuestra, nuestra, Cartagena amada.
Nada ni nadie podrá borrar
tanto hermoso recuerdo, tanta intensa vivencia, tanto reconocimiento a
vuestro apoyo, a vuestras muestras de afecto.
Seguiré visitando mi
otra patria chica, seguiré honrando y acompañando a nuestra Patrona
como Hermano del Santo y Real Hospital de Caridad que soy, seguiré
jugando al dominó en Santa Lucía, y comiendo, cuando pueda, el mejor
pescado del mediterráneo, y disfrutando de la belleza de la ciudad, de
la mar, de su Semana Santa y de vuestra amistad.
En este abrazo que ahora os mando y que me gustaría dároslo de uno en uno va mi eterno agradecimiento.
Gracias, Cartagena.
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