jueves, 19 de junio de 2014

Juan Cuenca declara que Severein Lodewijk le dijo que estaba amenazado por la mafia

MURCIA.- Juan Cuenca, exgerente del club de voleibol donde jugó la holandesa Ingrid Visser, asesinada junto con su pareja, Severein Lodewijk, hace ahora poco más de un año, declaró en el Juzgado que investiga los hechos que aquélla recibió una brutal paliza al tratar de recoger la pistola que se le había caído a este último.

Estas manifestaciones han sido conocidas ahora al ser notificadas a las partes personadas en el proceso el vídeo en el que se recoge esta declaración judicial, prestada a petición del propio Cuenca hace poco más de un mes, y de la que solo se conocían algunos detalles facilitados por las defensas.
Este imputado, que declaró por espacio de media hora y que solo contestó a las preguntas de su defensa, afirmó que con Visser había mantenido una relación profesional como gerente del club en el que jugó ella, mientras que con su pareja tenía una relación empresarial de negocios, entre los que figuraba la constitución de una sociedad en Gibraltar.
Señaló que en fechas cercanas al doble crimen, ocurrido en mayo de 2013 en una casa rural ubicada en Molina de Segura, Lodewijk estaba muy nervioso, por problemas económicos "y, porque, según me dijo, estaba amenazado por la mafia".
Igualmente expuso que él mismo se sintió intimidado por el propio Severein, "que llegó incluso a enviarme un correo con la imagen de una pistola".
Según este imputado, el holandés se puso un día en contacto con él para comunicarle que iba a estar una semana en Murcia, ya que tenía una cita médica y, además, se proponía hablar con Evedasto Lifante -dueño del club de voleibol- sobre la deuda que tenía con Visser y resolver otros temas.
"Me pidió que buscara una casa que estuviera apartada, para cuatro personas, y no me extrañó que quisiera que estuviera alejada, porque era una persona que se cabreaba mucho si las cosas no salían como quería, y gritaba y chillaba entonces".
Una vez que los holandeses estaban en Murcia, Lodewijk le pidió que recogiera al día siguiente, en el aeropuerto de Valencia, a un ciudadano eslavo del que solo dijo que se llamaba Dankovich o Danko, lo que así hizo, trasladándolo luego a la casa rural de Molina de Segura.
Una vez allí, siempre según su testimonio, Severein le pidió que lo llevara, junto con el visitante y con Ingrid, a un lugar del polígono industrial de La Polvorista (Molina de Segura), donde se iban a ver con otra persona, pero advirtiéndole que él no podría estar presente en ese encuentro.
"Aquello me extrañó, porque hasta entonces no había habido secreto alguno entre nosotros; teníamos bastante confianza y nos lo contábamos todo, por lo que me molestó", indicó Cuenca.
Unas dos horas o dos horas y media después, aparecieron la pareja y el ciudadano del Este, marchando todos a la casa rural, "y allí le dije que estaba molesto, que pensaba que estaba haciendo algo a mis espaldas".
Se produjo una discusión muy fuerte entre los dos, durante la cual intervino Valentín Ion, uno de los dos ciudadanos rumanos considerados presuntos autores materiales de los asesinatos, "que trató de poner paz".
Según el declarante, Lodewijk le propinó un golpe a Ion, "y a partir de entonces se precipitó todo, llegando éste a sacar una pistola, lo que provocó que viviéramos unos momentos de pánico".
De acuerdo con el relato, "Valentín le dio un golpe a Severein, que cayó al suelo, golpeándose la cara o la cabeza, no sé exactamente, cayendo también la pistola, que Ingrid trató de recoger".
Fue entonces, añadió, cuando Danko "arremetió contra ella de forma violenta, le pegó muchísimos golpes y patadas; le dio una paliza, y se hizo cargo del arma, diciéndonos que a partir de ese momento se haría lo que él dijera si no queríamos correr la misma suerte".
En la declaración, Cuenca manifestó que aquella noche -de vuelta ya en Valencia- no pudo conciliar el sueño y que "incluso vomitó en dos ocasiones", para añadir que al día siguiente, al regresar a Murcia y dirigirse de nuevo a la casa rural, vio en su interior unas bolsas de basura que supuso contenían los cuerpos descuartizados, que él no llegó a ver en ningún momento.

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