lunes, 9 de junio de 2014

El puerto de Cartagena conoció en 1614 la expulsión de los últimos moriscos del Reino de Murcia


MURCIA.- El Archivo General de la Región de Murcia inaugura mañana una muestra que conmemora el IV centenario de la expulsión de los moriscos antiguos del Reino de Murcia, los últimos obligados a abandonar España y que se produjo durante el primer semestre de 1614. 

Cartagena fue el puerto por el que fueron expulsados el mayor número de moriscos de toda España y la ciudad fue un auténtico hervidero durante los cinco años que duraron los embarques, de 1610 a 1614.

En el caso de Cartagena, su puerto vio multiplicarse su actividad a lo largo de esos cinco años, con las ventajas (económicas) e inconvenientes (básicamente sanitarios) derivados de este proceso.

Los documentos por su parte nos muestran, además de la situación de Cartagena y su puerto en aquellos momentos, las escrituras de donación de bienes, sobre todo para las hijas que se prometían con cristianos viejos para poder permanecer en su tierra, cartas del rey y otras autoridades relacionadas con la expulsión, medidas adoptadas por los comisarios en la villas de moriscos, etc.

También se señalan los principales hitos y protagonistas del proceso de expulsión, los lugares de destino de los moriscos antiguos del Reino de Murcia y las consecuencias de la medida.

Desde la dirección general de Bienes Culturales y Enseñanzas Artísticas, se indica que, "a través de documentos de la época y de paneles explicativos, la exposición pretende divulgar y hacer reflexionar sobre los aspectos fundamentales de una actuación tan dramática y contundente. Se plantea la, en parte fallida, integración de los moriscos como un largo proceso de pérdida de su identidad cultural y se abordan las razones que llevaron a que fueran finalmente expelidos, al tiempo que se informa del número de moriscos que residían en la Región, y en su enclave fundamental: el Valle de Ricote". 

La ausencia de registros sobre el número de personas expulsadas desde los puertos de Andalucía y Murcia ha complicado el estudio y valoración del destierro morisco y generado diversas hipótesis de trabajo en los últimos años.

Un reciente estudio monográfico de Manuel Lomas Cortes trata de reconstruir el embarque de los moriscos en el puerto de Cartagena y reflexionar sobre la cifra final de expulsados por este enclave a partir de las noticias recogidas por el comisario Diego Hurtado de Mendoza entre 1614 y 1616.

Reseña histórica

La medida más importante del reinado de Felipe III fue la expulsión de los moriscos de España. Los moriscos eran antiguos musulmanes convertidos forzosamente al cristianismo en el reinado de los Reyes Católicos. A principios del siglo XVII, España contaba con 325.000 moriscos (4%) sobre un total de ocho millones de habitantes de población. En el Reino de Murcia había 15.000 moriscos, de los cuales 13.500 vivían en el Valle de Ricote.

Los representantes del reino de Murcia en las Cortes reivindicaron la permanencia de los moriscos en España, debido a su integración religiosa y social. El monarca hispánico realizó en 1610 una excepción temporal con los moriscos murcianos, "por haberse dicho que estaban muy emparentados y unidos con los cristianos viejos y vivían como tales católicos ejemplarmente".

     Felipe III envió al fraile dominico Juan de Pereda al Reino de Murcia para la elaboración de un informe final sobre la conversión de los moriscos, con la finalidad de decidir su expulsión o permanencia definitiva en España. Juan de Pereda consultó la opinión de informantes independientes y de la Iglesia.

     La Santa Inquisición mostró su apoyo a los moriscos del Reino de Murcia. "No han sido castigados de 40 años a esta parte. No así los moriscos valencianos y granadinos". El obispo de Cartagena, Sancho de Ávila, también declaró su respaldo a los moriscos. "De entre los moriscos se han ordenado de 25 a 30 clérigos; hay mujeres que han realizado el voto de castidad y hay un niño mártir de la fe cristiana en tierra de moros. Ninguno vestía a lo morisco, bebían vino y comían tocino. No hablan arábigo ni lo entienden".

     El informe final de fray Juan de Pereda era partidario de la permanencia de los moriscos en el Reino de Murcia. "Si no están probado por infieles no parece justo la expulsión en gente de quien hay tantos fundamentos para diferenciarlos de granadinos y valencianos. Únicamente los viejos no habían acabado de despegar de las costumbres bárbaras de sus antepasados. A mi parecer hay bastantísimos testimonios para darlos por buenos cristianos y fieles vasallos de Su Majestad".

     Sin embargo, otros informadores acusaban a los moriscos murcianos de falsedad en su conversión al cristianismo y de la práctica a escondidas de la religión islámica. El Consejo de Estado decidió en 1612 el aplazamiento 'sine die' de la resolución sobre la permanencia o expulsión de los moriscos.

  El monarca Felipe III optó definitivamente por la expulsión de los moriscos del Reino de Murcia, excepto los menores de ocho años y los ancianos enfermos, mediante la resolución del 4 de marzo de 1613. "Que sean expelidos todos los moriscos mudéjares, así hombres como mujeres que viven y residen en el Valle de Ricote. He tenido informaciones muy ciertas que estos moriscos proceden en todo con mucho escándalo y para expelerlos hay las mismas causas que hubo para echar a los demás".

Felipe III concedió a los moriscos un plazo de diez días para la cesión temporal o la venta de sus propiedades antes de su expulsión definitiva. Algunos moriscos escaparon de la expulsión al extranjero. "Unos se quedaron camuflados en la sierra y protegidos por señores y convecinos y otros profesando la fe en conventos deprisa y corriendo".

     La monarquía encargó a Bernardino de Velasco, conde de Salazar, la expulsión de los moriscos murcianos. Los tercios se encargaron de garantizar la seguridad durante el traslado de los moriscos del Reino de Murcia al puerto de Cartagena, y la Armada Real transportó a los expulsados hacia el Norte de África, Francia e Italia entre diciembre de 1613 y enero de 1614. Los principales puntos de destino fueron Orán, Génova, Liorna y Nápoles.

     Las consecuencias de la expulsión de los moriscos fueron: la disminución de la población, la falta de mano de obra en el campo y la huerta, los cambios en la titularidad de las propiedades, la eliminación de una posible quinta columna en caso de invasión otomana y la culminación del proceso de unificación religiosa. En el Reino de Murcia, la mayoría de los moriscos regresaron a sus hogares.

"Hay tantos que parece que no se ha hecho la expulsión. Se han vuelto cuantos moriscos de él salieron por la buena voluntad con que los reciben los naturales y los encubren los justicias", afirmó el conde de Salazar.

 El rey Felipe III reaccionó mediante el envío de una orden al conde de Salazar para el apresamiento de los moriscos. La monarquía condenó a los moriscos a galeras o a la esclavitud en las minas, según el relato de Antonio Gómez-Guillamón Buendía.