sábado, 17 de mayo de 2014

Votar en defensa propia / Patricio Hernández *

Dicen las encuestas preelectorales que la abstención puede batir récords el próximo domingo 25 de mayo, llegando quizás al 60% del censo, unos veintidós millones de españoles. Ya en las anteriores elecciones europeas (2009) el absentismo electoral fue enorme: sólo votó el 44,9% del electorado. Desde 2004 vota menos de la mitad del censo „esa línea roja simbólica„ y desde la primeras elecciones europeas (1987) ha dejado de participar un 25% de los ciudadanos con derecho a voto.

La abstención será nuevamente la abrumadora ganadora, se podría decir, pero nos estaríamos engañando. El sistema político español y el propio proceso europeo en su fase actual suman una grave crisis de desafección que afecta a su legitimidad, pero que no impide que las instituciones funcionen con aparente normalidad y se tomen decisiones que nos afectan a todos, votantes y no votantes.

Si la española fuese una democracia madura con altos niveles de calidad democrática, la amplia abstención y el elevado número de sufragios nulos o en blanco encenderían todas las alarmas y obligarían por si solos a revisar y corregir aquello que evidencia como grave problema la masiva indiferencia o el abierto rechazo de los electores. Pero no es nuestro caso. Antes al contrario, son sus graves deficiencias, su ineficacia y su mal funcionamiento las que están en la base del abismo de desconfianza que separa creciéntemente a los ciudadanos de sus representantes y que sume en el descrédito a las principales instituciones del país.

Los actores principales del sistema político español „ese bipartidismo en crisis sobre el que se sostiene el régimen de la Segunda Restauración borbónica„ dicen estar preocupados por esta inhibición, pero sus palabras se ven cínicamente negadas con su actos y sus decisiones, lo que no hace sino aumentar la lista de los agravios ciudadanos en una espiral que socava cada vez más las bases del régimen.

Ahora nos enfrentamos a unas elecciones europeas y como corresponde al bajo nivel del debate público en España, no se aprovecha para debatir de verdad sobre lo mucho que está en juego en un ámbito cada vez más decisivo para la vida de los ciudadanos españoles. De hecho, los agudos problemas económicos y sociales que ahora sufrimos vienen en gran medida determinados por decisiones que se están tomando e imponiendo desde Europa.

Los españoles hemos pasado de un europeismo estusiasta pero acrítico e ingenuo (el abrumador desconocimiento sobre la UE alcanza al 81% de los ciudadanos, según el Eurobarómetro) a una acusada desconfianza: sólo un 23% confía ahora en la UE, cuando en 2007 lo hacía el 74%, una caída de 51 puntos, la mayor de la UE.

Europa se está haciendo a espaldas de los ciudadanos y aún contra los ciudadanos. Las élites neoliberales que deciden por todos responden a intereses que no son los de los pueblos soberanos europeos. El déficit democrático de las instituciones europeas es enorme. Pero el Parlamento Europeo, que es lo que se elige ahora, es la punta de lanza para que avance la democratización y la participación de los ciudadanos. De hecho es el único ámbito institucional realmente democrático, aunque sus competencias estén aún muy limitadas.

El bipartidismo no tiene interés en combatir la abstención. Le interesa que el nivel de participación sea muy bajo para que la movilización asegurada de los votos más fieles pueda representar un porcentaje significativo. Pretenden así que el malestar social y la rabia política no llegue a las urnas. La abstención inducida es el cortafuegos que están colocando entre los ciudadanos y la posibilidad de un incendio político que pondría en solfa la legitimidad de las políticas antipopulares impuestas por la Troika y ejecutadas por el Gobierno.

Así, de salirles bien la jugada, el partido que se proclame ganador tendrá el mayor número de eurodiputados con un raquítico número de votantes. Juntos, los dos grandes partidos del régimen pueden quedarse por debajo del 30% del censo, y sin embargo conseguir más del 70% de los eurodiputados (alrededor de 40 de los 54 que corresponden a España) Por eso tenemos una campaña de tan bajo perfil. No quieren que vayamos a votar. ¿Seremos obedientes y consentiremos con nuestra indiferencia, como en realidad buscan?

La situación que estamos atravesando es de emergencia social. Estas son las primeras elecciones desde que gobierna el PP con el programa contrarreformista que mantuvo oculto y que se ha revelado de una extrema dureza. El objetivo inconfesable es cambiar el modelo social y la constitución material del país. Las elecciones se celebran en la peor situación de todas para una mayoría de ciudadanos que han visto agigantarse el paro y reducirse sus derechos y prestaciones sociales como nunca antes. La inseguridad social y la precariedad están por todas partes. Millones de ciudadanos son empujados a la pobreza y a la exclusión. La desigualdad y el sufrimiento social han alcanzado cotas desconocidas en democracia. Llevamos seis largos años soportando una agresión brutal y continuada que nos ha ensombrecido la vida.

El día 25 será uno de esos escasos días en que importa nuestra opinión, y tenemos que aprovecharlo para derrotar las imposiciones insolidarias y regresivas de las élites económico-financieras dominantes en Europa y de los políticos lacayunos a sus órdenes. La lucha contra la dominación política se hace por la protesta y la movilización social pero también con el voto. En las condiciones actuales nunca fue mayor el valor de cada voto ni nunca tuvo tanta influencia electoral una decisión personal. Nada esta sentenciado. Démosles un disgusto y votemos en defensa propia. Si esta conciencia cundiera quizás se produciría la maravillosa sorpresa que tanta falta nos hace.

(*) Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia

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